El fascismo liberal no existe. Tampoco los liberales en un partido fascista. Así que hablemos de las coartadas de los que van de liberales para ser fascistas. Iván Espinosa de los Monteros está sirviendo de justificación para bajarse del barco de Vox a todos aquellos pseudointelectuales y periodistas que llevan años normalizando al partido posfascista de Vox para hacerlo asimilable al resto de formaciones políticas y justificar las alianzas de los conservadores a la hora de formar gobierno. Ahora sí son indeseables y radicales, antes no, antes con el señor bien vestido de educadas maneras era un partido como cualquier otro. Ahora que es necesario cargarse a Vox para que el PP pueda gobernar es preceptivo explicar qué ha cambiado a todos aquellos a los que se lleva haciendo tragar la papilla de Vox como partido constitucionalista. Lo que ha cambiado es que se ha ido Espinosa de los Monteros y eso indica su radicalidad.
Vox siempre ha sido un partido antidemocrático y peligroso para la convivencia y lo fue gracias al papel protagonista de Iván Espinosa de los Monteros. Su presencia no servía para moderar al partido, sino que construyó su radicalidad con su papel, lo que no quiere decir que los nuevos líderes de la formación no tengan la capacidad para extremar más aún las posiciones, porque todavía tienen espacio para ser más indeseables. El capital siempre ha tenido a los fascistas como sus perros de presa y personajes como Iván Espinosa de los Monteros eran imprescindibles para hacer su existencia tolerable en la sociedad. No se puede vender como opción de gobierno a una formación neonazi ocupada solo por tipos como los que plagan desokupa, son necesarios, tienen que estar en la ecuación pero como soldados sin presencia institucional. El Mundo ha sido uno de los medios más importantes para normalizar la presencia de Vox en el panorama político español aunque ahora comienza a dar señales de que ya no es útil, al igual que ocurrió con Ciudadanos, y es necesario comenzar la estrategia de demolición controlada de los posfascistas. Ya no los necesitan como carne de cañón ni vanguardia en el campo de batalla. El periódico que hacía portadas con Santiago Abascal como El Quijote o Blas de Lezo o a Rocío Monasterio como diva antifemenista ahora quiere hacer creer que todo eso no ocurrió nunca.
El editorial del periódico del pasado miércoles titulado 'Vox ahonda en su deriva autodestructiva y antiliberal' deja bastantes evidencias de la estrategia que se utiliza para soltar lastre y presentarse en poco tiempo como un medio de comunicación que busca la mesura después de haber propiciado el crecimiento ultra. Un lector que no hubiera vivido en España en los últimos cinco años podría creer que El Mundo es un periódico liberal que ha combatido el totalitarismo fascista, pero para quienes hemos visto el uso del diario como propagandista de sus normalización resulta insultante. En su texto el diario conservador dice por la salida de Iván Espinosa de los Monteros de Vox: “Estamos en la práctica ante un proceso de refundación encubierto hacia posiciones netamente antiliberales y antipolíticas, del que la formación llevaba muchos meses ofreciendo síntomas muy preocupantes, como aquella grotesca moción de censura”. Solo es posible escribir estas aseveraciones desde dos puntos de vista, el del desconocimiento absoluto de la génesis y sustancia de Vox y desde el propagandista buscando acomodo en nuevo barco. Vox no se está refundando en nada porque es lo mismo que ha sido siempre, un partido posfascista con querencia empresarial en lo económico.
En otro momento el editorial El Mundo dice lo siguiente: “Esta carrera de degradación ha culminado con la selección de perfiles impresentables, obscenamente provocadores, durante las negociaciones de los gobiernos autonómicos, y con el desarrollo de una campaña para el 23J dirigido a convertirse en una caricatura de sí mismo que excitase la movilización de la izquierda y disuadiera al electorado más moderado de apoyar al PP”. No hay degradación alguna porque Vox siempre ha sido lo mismo, desde el mismo momento en el que llegaron al Parlamento de Andalucía en 2018, sus perfiles “impresentables” siempre han sido los mismos, lo sabemos quienes llevamos años estudiando a la extrema derecha mientras El Mundo miraba para otro lado ocultando el trabajo de los periodistas que sí cumplíamos con nuestra obligación. Puede que para El Mundo los perfiles de neonazis condenados por agredir a activistas en la calle, o nazis que hacían aquelarres y misas profanas a Adolf Hitler o los de antisemitas con contactos con Hezbollah no fueran impresentables cuando estaban ocupados en blanquear a la formación para que el PP tuviera una alfombra roja para pactar con ellos.
El colmo de la desvergüenza no ha llegado aún, porque en El Mundo han descubierto hoy el pensamiento de Jorge Buxadé, le han leído una vez, esta semana, y creen que ha cambiado ahora que no está su querido Iván Espinosa de los Monteros: “En sus últimos escritos publicados, el secretario de Acción Política de Abascal dibuja un programa político en torno a tres ejes –Dios, patria y familia, exclusivamente la tradicional– expresados en términos de «cruzada cultural» y regresión ideológica tan rancios que implicarían una reedición indeseable de la España del nacionalcatolicismo, confesional y uniforme”.
No ha cambiado nada en el partido de Santiago Abascal porque nunca hubo nada de liberalismo en su formación que no vaya a seguir estando si entendemos ese liberalismo como un culto al mercado por encima de los derechos sociales. Vox seguirá siendo dócil con las élites económicas, eso no cambia con la salida de Espinosa de los Monteros porque es consustancial a los partidos de la extrema derecha en Europa y forma parte del ideario fundamental de fascismo contemporáneo español. Lo único que ha cambiado es que ahora esas élites ven a Vox como un obstáculo para lograr el poder por su simple existencia, es más fácil conquistarlo sin Vox y ha comenzado el proceso de eliminación. Nunca ha existido el fascismo liberal, pero siguen existiendo los liberales que alimentaron el fascismo.