Feijóo desfibrila el 'procés'

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La capacidad de amoldar la realidad deseada a nuestros prejuicios, intereses y necesidades es algo tan viejo como el ser humano. Alberto Núñez Feijóo ha optado por defender que el procés no ha quedado sepultado tras las elecciones del 12 de mayo en Cataluña, desdiciendo así a su propio candidato, Alejandro Fernández. El popular catalán, como el resto de partidos constitucionalistas y medios progresistas y conservadores –además de ERC que hace autocrítica– considera que si por primera vez no suman los independentistas, es que no mandan. Y si no mandan, es que no deciden. Parece lógico que en una situación en la que ni ERC ni Junts controlan el Parlament ni el Govern, la capacidad para impulsar leyes, pronunciamientos o iniciativas relativas a la independencia de Cataluña quede varada.

Para el líder del Partido Popular no es así: “El procés no ha muerto”. O quiere que sea así, al menos hasta que se salte el muro del 9 de junio en las elecciones al Parlamento Europeo, donde vuelve a jugársela en primera persona después de tres elecciones autonómicas. Son europeas, pero tienen aroma de nacionales, y se vuelven a pertrechar los partidos con sus viejos escudos y su formación de batallón clásica: las derechas unificadas o el sanchismo traidor separatista. Y claro, si muere el procés, se marchita el argumento. Aunque si muere el procés, el PP podría acabar pactando con ciertos partidos, lo que le permitiría salir del ostracismo en las investiduras al que se ha autocondenado codeándose solo con Vox.

Quizás el procés no haya muerto, pero desde luego presenta un diagnóstico peor que hace tres años y constantes poco vitales. Las causas son múltiples, aunque haya una reducción centralista que defiende que todo se debiera a un éxito de Sánchez y su estrategia de indultos y amnistía. Ha sido palanca, junto a otros hechos, como la gestión de las expectativas de los propios partidos catalanes, su pelea entre sí, la composición del electorado, la resaca del 2018 o el eje izquierda-derecha, que aumenta su peso cuando hay logros y servicios sociales que se ven tambalear o ciertos valores se ponen en entredicho.

Muerto o herido, lo que es distinto tras el 12M es que el principal miedo que bombeaba la estrategia nacional de los populares ha desaparecido. Pero Feijóo ha decidido desfibrilarlo y seguir adelante como si nada hubiera pasado, rebañando la indignación contra Sánchez y sus concesiones al independentismo que, a la vista está, no solo no le ha dado alas, sino que las ha cortado. Mientras la realidad le da golpecitos en la espalda al líder del PP, este continúa impertérrito con su hoja de ruta.

Curiosamente, la estrategia de su partido fue no hablar de ETA en las elecciones vascas y poner sordina a la ley de amnistía y los escenarios apocalípticos durante las catalanas. Ahora sabemos que no fue una enmienda a su propio ideario o un paso para reconciliarse con la mal llamada España periférica, era solo cuestión de 24 horas que el análisis de Cataluña volviera a ser el del caos, algo que se obvió durante el momento crucial para los ciudadanos, la campaña en la que se ponen ideas y se exponen diagnósticos. No es la primera vez que hay que preguntarse cuál es el Feijóo y el PP de verdad, el que está dispuesto a indultar, a salir a la calle por los indultos, el de una España regional u otra en la que Madrid lo gobierna todo pese a las realidades autonómicas.