Europa afronta uno de los momentos más cruciales de su historia, pero Feijóo y el PP hablan sólo de Begoña Gómez y de un supuesto océano de corrupción que ahoga al Gobierno de España. La esposa del presidente del Gobierno se ha convertido en el eje central de una de las campañas más sucias que se recuerdan en democracia. Y no porque los populares estén convencidos de que detrás de una carta de recomendación pueda haber un delito de tráfico de influencias o de corrupción política sino porque es el clavo ardiendo al que se han aferrado para evitar ser devorados por otras fuerzas reaccionarias situadas a su derecha. Ya no es sólo Vox. Todo indica que el partido del agitador ultra y difusor de bulos Alvise Pérez también robará espacio a los conservadores.
La estimación del Centro de Investigación Sociológicas pronostica que la candidatura estrambote que lleva el nombre de “Se acabó la fiesta” puede incluso ser quinta fuerza política, con un 5,3% de los votos. Y de los datos brutos del sondeo se desprende que Vox transfiere a esta coalición un 20% del voto que sumó en las generales (600.000 papeletas) mientras que el PP perdería en favor de la marca de Alvise Pérez un 4% de los sufragios (300.000). Algo que los expertos en demoscopia explican tanto por el hartazgo de la ciudadanía ante la polarización política como a que en unas elecciones europeas (sin consecuencias en el marco nacional), el elector tiende a votar a la opción más extravagante en clave de castigo o de voto más emocional.
De confirmarse el pronóstico, el PP tendría el próximo lunes una derecha mucho más fragmentada que la que salió de las urnas tras las generales de hace un año, y no con uno sino con dos competidores, lo que alejaría aún más las posibilidades de Feijóo de convertirse en alternativa de Gobierno y, por supuesto, de consolidar su liderazgo interno.
Y todo esto en unos comicios que son un examen a la salud de la democracia europea y en los que de la composición del próximo Parlamento europeo, única institución que se decide directamente por el voto de los ciudadanos, dependerá la legislación, en pie de igualdad con el Consejo de la UE, en el que participan los ministros de los estados miembros.
El ascenso de la extrema derecha, con posiciones intransigentes en inmigración, seguridad, igualdad, justicia social o medio ambiente por citar algunos ejemplos, tendría por tanto una influencia directa en las nuevas leyes europeas. Pero de esto no hablan ni el PP ni Feijóo que, a dos días de las elecciones, han entrado en modo pánico y claman ya sólo por un desempate que les permita al menos quedar por delante del PSOE y seguir su cruzada anti sanchista.
En Génova, donde hace dos meses pronosticaban una victoria con más de ocho puntos de ventaja, han empezado a sonar ya todas las alarmas porque de la nueva fragmentación de la derecha y de la debilidad de Sumar que señalan las encuestas el único beneficiado es un PSOE que, tras la rotunda victoria en Catalunya, puede salir airoso de la convocatoria y enfilar el camino para la aprobación de los Presupuestos para 2025 que le permitan, como aspira Sánchez, a llegar a final del mandato.
“¡Estamos preparados para ganar! Feijóo ha pasado en apenas unas semanas de alardear de que iban a arrasar en las elecciones a cambiar el grito del PP por: ¡Este partido lo vamos a empatar!”, se jactaba este jueves el presidente del Gobierno en uno de sus últimos mítines de campaña en los que llamó a los “zurdos y las zurdas a frenar a la internacional ultraderechista” de PP-Vox-Alvise.
Pase lo que pase el domingo y ante la posibilidad de que la victoria del PP –si es que es tal– sea pírrica, en Génova se escucha ya el eco de las palabras de quienes desde los territorios defienden que a partir del lunes o el partido cambia su inflamada y errática estrategia o cambia de líder. Pase lo que pase, ya asumen sin ambages que, como en el cuento de Monterroso, cuando Feijóo despierte el lunes 10 de junio, Sánchez seguirá ahí, en La Moncloa.