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El feminismo “liberal” de Inés Arrimadas y su decálogo “revolucionario”

Inés Arrimadas

María Eugenia R. Palop

No hay duda de que los feminismos son muchos y es cierto que nadie puede arrogarse la competencia dar o quitar carnets de feminista, determinar cuál es el feminismo de pura raza, la feminista de pura sangre, o si el feminismo es algo que puede darse o no darse en grados. Lo que sí parece claro es que se puede criticar una propuesta autoconsiderada feminista por ser oportunista o electoralista, por resultar contradictoria, confusa o contraproducente para las mujeres, por no ser lo que dice ser o no ser lo que parece.

Tal es el caso del feminismo sobrevenido, llamado “liberal”, con el que se identifica Inés Arrimadas y cuyo decálogo se basa, casi exclusivamente, en una defensa rala y abstracta de las libertades individuales. Una defensa que no le hace justicia, ni de lejos, a la lucha liberal igualitaria de las mujeres ilustradas, ni al sufragismo decimonónico, ni a la mismísima Betty Friedan. ¿De verdad es este el feminismo del presente y del futuro?

El mismo partido que hace poco defendía que se erradicara la ley de violencia de género, por aquello de que todas las violencias son iguales, se apunta ahora a un feminismo que no solo es un brindis al sol, sino que, de ser creíble, tendría unos resultados desastrosos sobre la vida de las mujeres. Un feminismo acomodaticio, un decálogo de obviedades, profundamente conformista, que deja todo tal como está y que intenta invisibilizar, además, la lucha de las mujeres desde hace más de dos siglos. Un decálogo insultante que pretende dividir al movimiento de mujeres enfrentando a unas y a otras, hablando de “guerra de sexos”, tutelas y paternalismos, a fin de invalidar la crítica y convertir nuestras diferencias en un campo de batalla.

Pues, bien, aquí les dejo algunas de las impresiones que me ha suscitado la lectura del revolucionario decálogo de Ciudadanos.

a) Se dirige únicamente a mujeres high class con voluntad de liderar. Su objetivo es impulsar el acceso de las mujeres al mercado como mano de obra barata y flexible, y promover un cambio de valores que reconozca a las trabajadoras como ciudadanas, subalternizando, colateralmente, a las precarizadas o a las que “no trabajan”. Es el feminismo del 1% que obvia la feminización de la pobreza, que el 99% está excluido, oprimido y/o es pobre.

b) Confunde mercantilización con emancipación en la absurda idea de que el mercado visibiliza y protege a las mujeres, cuando es el mercado, precisamente, el que genera desigualdad de género. De manera que el feminismo de Ciudadanos no es tanto una forma de lucha contra la explotación laboral de las mujeres, como una manera de apuntalar su institucionalización.

c) Se apoya en una falsa meritocracia, en un mercado aparentemente perfecto en el que cada quien compite con sus méritos y sus capacidades, por eso está en contra de las cuotas de paridad, porque es la meritocracia sin género lo que supuestamente conviene a las mujeres.

Sin embargo, el “progreso” que se identifica con tal meritocracia se opone claramente a la igualdad, en primer lugar porque lo que se entiende por “mérito” y “capacidad” es una construcción social patriarcal, clasista y racializada; en segundo lugar, porque si no hay acciones afirmativas que corrijan en los puntos de partida, no hay igualdad de oportunidades y si no se compite en condiciones de igualdad, el resultado de la competencia ni es legítima, ni es aceptable; en tercer lugar, porque es falso que el éxito corone la virtud, a no ser que estemos dispuestos a admitir, como admite Ciudadanos, que es el mercado el que determina el éxito y el que, por tanto, decide también quiénes son los virtuosos. Si este es el caso, hemos de concluir, finalmente, que los ricos, varones en su mayor parte, lo son gracias a su virtuosismo, y que los pobres, en su mayor parte mujeres, lo son porque son tontas, vagas, no valen para ganar dinero, para ser ingenieras o montar una empresa.

En definitiva, Ciudadanos afirma que las mujeres han de ser libres, pero entiende que la libertad empieza y acaba con la firma de un contrato y, aunque habla de igualdad, no plantea ninguna fórmula para ofrecer condiciones materiales igualitarias. Sin estas condiciones, el consentimiento libre o el derecho a decidir solo fortalece el sistema dominante que las mujeres queremos combatir.

d) Es lobbista y empresarial, de modo que no establece ninguna relación entre las mujeres, los cuidados y el sostenimiento de la vida. ¿Se puede ser feminista hoy y mantener una tajante división entre lo público y lo privado, lo productivo y lo reproductivo, para inferiorizar el segundo de los polos y dejar a las mujeres clausuradas en ese espacio … siempre en la idea feliz, claro, de que lo han elegido ellas?

Dicen que no se tiene que elegir entre el trabajo y la familia, pero para eso hay que cuestionar a la familia heteropatriarcal, afrontar la división sexual del trabajo, apostar por permisos de paternidad y maternidad iguales, intransferibles y pagados al 100%, contrariar a las empresas. Y educar, sí, en eso que ellos llaman “ideología” de género y nosotras llamamos “perspectiva” de género, evitando los lastres del patriarcado y la mística de la feminidad. Algo que no es compatible con los colegios que segregan por sexo, ni con una educación religiosa que identifica feminismo y nazismo.

No he llegado a ver nada de esto en el programa de Ciudadanos, lo que he visto, más bien, es que garantiza absoluta libertad de contratación y actuación para el gran capital y que gobierna con el brazo armado de la iglesia católica en Andalucía.

e) Individualiza los problemas estructurales que sufren las mujeres reduciendo la violencia sistémica al estricto ámbito del consentimiento propio. Este énfasis en el consentimiento, ignorando la lógica patriarcal, sustituye a la mujer como clase por la mujer como víctima. Solo importa el “yo”. El feminismo de Ciudadanos nos fragmenta, nos despolitiza, y nos deja sin protección como grupo. El machismo es para ellos, un asunto de manzanas podridas e individuos enfermos, de manera que la red de relaciones patriarcales que genera los problemas queda totalmente invisibilizada.

No es extraño que este proyecto feminista esté totalmente desligado de un programa político-económico redistributivo, de una agenda social más amplia, resultando ser totalmente funcional al mismo orden patriarcal y capitalista que somete a las mujeres.

f) Es el feminismo del autoemprendimiento. El que defiende “mi cuerpo es mío” en la idea de que podemos ser consumidoras de nosotras mismas; hacer de nosotras un producto del que pueda obtenerse un beneficio. Pero cuando las feministas gritamos “mi cuerpo es mío” lo hacemos contra un sistema que nos discrimina y nos oprime. Lo que queremos decir es “mi cuerpo soy yo”, no soy disociable de mi cuerpo, porque hay una relación entre el cuerpo y el yo que no puede entenderse en clave de individualismo posesivo, ni estar sometido a la lógica mercatoria de la que tanto gusta Ciudadanos. Apúntense, “gestación subrogada” para otro día.

Finalmente, y por aclarar, el feminismo nunca ha excluido al hombre, pero para que un hombre sea feminista ha de entender que disfruta de ciertos privilegios que solo tiene por el hecho de ser hombre; y ha de entender también que la lucha feminista le exige dar un paso atrás y dejarnos el espacio que necesitamos para ser libres. Como, lamentablemente, esto no es, ni ha sido nunca, habitual, las mujeres hemos tenido que organizarnos para okupar el lugar que nos ha sido usurpado. No somos víctimas por definición, ni tampoco guerrilleras incansables. A todas nos gustaría un mundo más justo y equitativo compuesto por hombres y por mujeres.

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