No he escogido esta fotografía como excusa para un artículo porque me traiga a la mente un buen recuerdo, que lo hace; ni porque me evoque tiempos de fuerza, alegría y compañerismo, que también. En realidad se trata de una instantánea que me cuesta mirar, que no deja de ser la imagen de un fracaso, de aquello que pudo ser y no fue, con todo el aprendizaje que eso supone.
En la fotografía aparecemos muchos de los que, de una forma u otra, nos implicamos para sacar adelante Podemos en Murcia antes de las elecciones europeas. Veníamos de tradiciones políticas muy diferentes, de distintas experiencias militantes y activistas, o sencillamente estábamos indignados y pensábamos que era hora de acabar con desahucios y privatizaciones, con la desaparición de los servicios públicos, con la explotación laboral, con el expolio de la naturaleza, con la xenofobia institucional y con la desigualdad entre géneros.
Como pasa con casi todo, la imagen se puede interpretar de muchas formas, pero hay algunas ideas que dan, al menos, para una buena reflexión. El que de las 26 personas de la fotografía solo permanezcan activas en el partido cinco, que ya se conocían previamente, que formaban parte del mismo sindicato, y que, por tanto, compartían una visión similar de la política, es cuanto menos llamativo.
También lo es que entre los veintiún restantes haya una decena de personas que han sido tachadas de “desleales” y “traidoras”; una expulsada del partido, con más que dudosos argumentos, y, sobre todo, ciudadanos y ciudadanas desencantadas que poco a poco decidieron que Podemos no era su espacio, que pasaron en el mejor de los casos de la ilusión a la indiferencia.
Las expresiones de alegría en nuestros rostros, y sobre todo las ausencias, nos recuerdan que todo ha quedado en un partido que hizo una buena lectura del 15M, que logró movilizarnos a muchos y muchas metiéndonos en la arena política, aún sin tener del todo claro que lo estábamos haciendo, pero que poco a poco ha ido perdiendo fuerza conforme se institucionalizaba. Como en la película de los ochenta, casi todos nos hemos ido difuminando de la fotografía al tiempo que cambiaba el futuro. No nos engañemos, nadie en este presente se cree ya que Podemos vaya a ganar las elecciones.
Es cierto que quienes han triunfado en primarias y votaciones tienen la legitimidad de las mayorías, también que quienes las hemos perdido tendremos que asumir el resultado aunque no nos gusten ni las formas ni la prepotencia. Pero no puede dejarse de lado que con el aumento espectacular de la abstención en cada consulta estamos fracasando todos los que hemos trabajado en algún momento en poner en marcha este proyecto.
Los dirigentes, los que salieron de las primarias, tienen que estar a la altura y asumir, para poder hacer algo al respecto, que una mayoría hemos dejado de identificarnos con Podemos. De la foto desaparecieron trabajadores y trabajadoras, estudiantes precarios, desempleados, amas de casa y se quedaron profesores y funcionarios. Precisamente desapareció la tan nombrada transversalidad. Y está bien, un 16% en las encuestas no es algo desdeñable, pero aspirábamos a mucho más. Quienes ahora dirigen Podemos, porque Podemos se dirige, tienen la obligación de ganar las elecciones y para eso tendrán que volver a llenar la foto de gente ilusionada con un proyecto.
No necesitamos un Delorean como el de McFly, ni a un doctor loco, aunque ciertas dosis de locura no vengan mal. Ahora Madrid, Barcelona en Comú, las Mareas Atlánticas y el resto de candidaturas municipalistas muestran el camino a seguir para revertir el proceso. Basta con poner por encima de los fetichismos de partido lo que nos unía, entre nosotros y con el resto de la sociedad, recordar que el objetivo sigue siendo “acabar con desahucios y privatizaciones, con la desaparición de los servicios públicos, con la explotación laboral, con el expolio de la naturaleza, con la xenofobia institucionalizada y con la desigualdad entre géneros”. Para eso harán falta todas las manos, cabezas y dientes posibles.
Está bien compañeros y compañeras, Podemos es vuestro, habéis ganado nuestra versión ibérica de Juego de Tronos, pero los poderes económicos, los de verdad, no siguen las series, y lo hemos comprobado con Syriza. A esos solo los Podemos vencer juntos. Recordad “que no es tiempo de renuncias sino de mover ficha y sumar, ofreciendo herramientas a la indignación y el deseo de cambio”. Ha llegado el momento de empezar a jugar en serio, pero ahora todos y todas, los de la foto y los que nunca se hubieran acercado a Podemos. La mano sigue tendida, tenemos la obligación de hacerlo bien esta vez, de hacerlo Ahora en Común.