Franco, ese cadáver

Si Franco fuera realmente un fantasma del pasado, ni habría problema en sacarlo del lugar de honor que ocupa en un monumento público patrimonio del Estado, ni a Albert Rivera le preocuparía siquiera tener que boxear con él porque no habría nada con que pegarse, ni al Partido Popular le preocuparía tanto que el gobierno invirtiera todas sus energías en realizar una tarea tan banal y despreocupada, quedando así exhausto e incapaz de atender los problemas que realmente le importan y preocupan a la gente.

Si seguimos discutiendo sobre Franco y cuesta tanto mover sus restos, mientras las televisiones se apuntan a un campeonato para ver cuál encuentra a quien diga más sandeces en defensa y loa del dictador, sólo puede deberse a una razón: porque Franco es presente y futuro, no pasado.

Mientras su cadáver repose en el Valle de los Caídos, patrimonio del Estado, en un lugar de honra y privilegio como si se tratase de un héroe o un patriota, la Historia seguirá mal contada, las generaciones que vengan continuarán aprendiéndola mal y llegará un momento cuando incluso se olvide quién era realmente y qué hizo; los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.

Mientras su cadáver no sea removido del mausoleo que él mismo se construyó, sobre la sangre y el dolor de miles de prisioneros de guerra reconvertidos a esclavos, Franco seguirá pareciendo un militar y un gobernante, no lo que realmente fue: un golpista y un dictador; porque de eso se trata cuando hablamos de Franco y su tumba en el Valle de los Caídos, de tolerar otra vez que sigan escribiendo la Historia dejando bien claro quién ganó la guerra y quién la perdió, o de escribir la Historia de una vez cómo fue, como es debido y poniendo a cada uno en su sitio.

Mientras exista honra al vencedor no puede haber reconciliación, solo sometimiento o resignación. Quienes apelan al consenso deberían tenerlo presente. Igual que la evidencia de que el consenso es un bien colectivo claramente sobrevalorado. Hay cosas que deben hacerse porque es lo correcto, es lo justo y es lo que exige la Historia para dejar de ser una mentira.