¡Fuego de pecho!
Es cierto que la robot mecánica Afrodita A no dijo nunca “¡pechos fuera!”, a diferencia de Mazinger Z, que gritaba “¡puños fuera!” cuando lanzaba los misiles de sus brazos. Que no lo dijera Sayaka Yumi, la hija del científico que inventó estos androides de mortíferos poderes y que se encargaba de pilotar a la gigantesca Afrodita, no quiere decir que no lo gritáramos las niñas por aquel entonces.
Mientras que Mazinger Z fue creado como arma de destrucción masiva, Afrodita A, que vino después, fue ideada como una herramienta de pacificación. Su única arma eran los misiles fotónicos, en forma de senos, que podía lanzar desde el pecho. Tan solo los sacaba cuando era estrictamente necesario: cuando otras estrategias diplomáticas para acabar con los brutos mecánicos se hubieran agotado. Algunas veces, cuando lanzaba sus cohetes, la piloto de Afrodita A exclamaba: “¡Fuego de pecho!”.
Este anime se empezó a emitir en la España en 1978. Transición pura. En el cambio de una década a otra yo era una niña y todo lo que veía a mi alrededor me parecía normal: ir a votar, expresar en voz alta ideas políticas, informar de ser lesbiana, ir en plan travesti por la calle de noche, tener carné del Partido Comunista, tomar la decisión de interrumpir un embarazo, formar parte de un piquete en una huelga, hacer topless en la playa. Cosas que yo pensaba que siempre habían estado ahí, y siempre estarían. Mientras pasaba todo eso, yo trotaba por ahí chillando “¡pechos fuera!” y disparaba imaginarios misiles incendiarios desde mis tetas.
Cuando Eva Amaral se quitó el top en el concierto del pasado sábado en Sonorama, se escuchó el zumbido de dos misiles. Hasta ese momento, la artista había usado la técnica de Sayaka Yumi: se había peleado –dialécticamente– con quien fuera necesario, había hecho reparaciones técnicas en forma de canciones, había ayudado a sus compañeros a tomar impulso y luchar contra el mal. Todo su empeño por pacificar el mundo no había sido suficiente. Como Sayaka, Eva fue consciente de que el cuerpo es un arma y entendió la pertinencia de defender la posiciones frente al furibundo ataque de los brutos mecánicos. “No podrán pasar por encima de la vida que queremos heredar”, dijo Amaral desde el escenario, en una frase clave que resume bien que esto es un camino, que sabemos de dónde venimos pero tenemos el poder de decidir hacia dónde vamos.
De aquella normalidad del topless hemos pasado a la vergüenza de hoy: mujeres que hacen maniobras propias de Houdini debajo de una camiseta para cambiarse la parte superior del bikini en la playa; cubrepezones adhesivos a la venta en cualquier lencería para que no haya protuberancias bajo la camiseta; hijas que regañan a sus madres por mostrar los pechos en la piscina.
Hay una anécdota poco conocida en la historia de la música que sucedió más o menos a la vez que la emisión de Mazinger Z en TVE. El grupo de punk británico The Slits (se podría traducir como “las rajas”), uno de los pocos formados exclusivamente por mujeres, grababan su primer disco en 1979: Cut (“corte”). Para la portada, decidieron utilizar unas fotos que se habían hecho durante unas vacaciones el verano anterior, desnudas en la playa. La guitarrista, Viv Albertine, llamó a su madre desde el estudio de grabación en el que estaban concentradas, una granja en mitad de campo, para que buscara en su caja de fotos las imágenes y se las mandara por correo. Al día siguiente, la madre llamó al estudio y le dijo algo terrible: mientras seleccionaba las fotos en la mesa de la cocina, se le cayó una taza de café encima y se habían echado a perder. Todas ellas.
Ante esta eventualidad, las Slits llamaron a una prestigiosa fotógrafa del mundo del rock, Pennie Smith, para que acudiera a la granja y les hiciera una sesión de fotos. Decidieron aparecer como guerreras salvajes, animaladas, sucias, como criaturas del bosque alejadas de la civilización. Posaron desnudas, con unos trozos de tela cubriéndoles el pubis, cubierta la piel de barro. Es una de las mejores portadas de la época y tiene una fuerza difícil de superar. Veinte años años después, la madre de Viv Albertine le confesó que había estropeado a propósito las fotografías para evitar que salieran desnudas en la portada del disco.
Han pasado más de 40 años y un policía ha pretendido abusar de su autoridad requiriendo a Rocío Saiz que se cubriera los pechos durante un concierto. Y hay otros cientos policías de la moral criticando a Eva Amaral en internet: la gama de ataques van del insulto al ‘no era necesario’. Basta darse una vuelta por este tipo de foros públicos, tanto en redes sociales como en periódicos, para reafirmar que Eva Amaral, Viv Albertine y Afrodita A han hecho lo que tenían que hacer, porque los brutos no han dejado de ganar posiciones.
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