La gallina Caponata, Overton y la política

15 de noviembre de 2021 22:01 h

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En un escenario político en el que cada vez parecen contar menos los datos y las evidencias y más las emociones y sensaciones, nada mejor que relacionar personajes o caracteres que todo el mundo conoce con conceptos o ideas que te sirvan para penetrar en el codiciado escenario de “lo que se habla”. Además, inevitablemente, cuando los demás reaccionan y tratan de responder, analizando lo que ha ocurrido, aumentas la audiencia, ampliando la cancha. Y en esas estamos. Como quizás habrán adivinado por el título, he caído en la trampa de hablar de Ted Cruz, el senador trumpista por Texas que ha incorporado a “Big Bird”, más conocido entre nosotros como la Gallina Caponata del programa infantil Barrio Sésamo, en su campaña negacionista contra las vacunas.

El senador calificó un tuit del personaje @BigBird como un mero ejercicio de propaganda gubernamental, contraria a la libertad de cada quien de tomar sus propias decisiones con relación a la salud. En el mencionado tuit, la Gallina Caponata afirmaba sentirse mucho más segura, ella y los de su entorno, después de haberse vacunado. El episodio no tendría más relevancia si no fuera por los efectos que ha desencadenado contra la ampliación de la campaña de vacunación a los niños de 5 a 11 años en un país que ha tenido más de 48 millones de personas afectadas y que se acerca a los ochocientos mil fallecidos desde el inicio de la pandemia. Inmediatamente, desde el sector trumpista se apresuraron a editar camisetas de la Gallina Caponata luciendo la fotografía del Che Guevara, relacionando directamente la campaña de vacunación de niños con lo que denominan como “comunismo gubernamental”.

Todo ello se enmarca en la estrategia de deslegitimar las grandes organizaciones multilaterales de cooperación y salud, dominadas, según la campaña al respecto de la extrema derecha, por una élite corrupta, en la que se incluye la comunidad científica y académica. La misma élite corrupta y conspirativa que, según estos mismos sectores, está intoxicando al mundo con las supuestas evidencias de la emergencia climática. Las pautas de respuesta a las estrategias de lucha contra la pandemia muestran un mismo patrón en todo el mundo, desde Brasil a Alemania o Italia, pasando por Francia o los Estados Unidos. Se atacó primero a los gobiernos por haber reaccionado tarde, después por limitar las libertades al decretarse el confinamiento o el uso obligatorio del pasaporte de vacunación, pasando por la exigencia de cerrar las fronteras para evitar que los inmigrantes y gente sin papeles aumentara los riesgos de contagio, y, en general, vinculando pandemia con globalización, multiculturalidad y conspiración de los poderes ocultos financiero-marxistas. Unos poderes que combinan diversos ingredientes según las ocasiones: China, Bill Gates, Davos, Israel o la izquierda socialcomunista.

Por disparatado que parezca este mejunje, al final hablamos de ello, aunque sea para descalificarlo y aportar datos que demuestran la falta de base de tales consideraciones. Y haciéndolo, de alguna manera lo incorporamos al espacio público de debate, ampliando así (aunque sea para desmentir y atacar sus argumentos) lo que puede considerarse aceptable en la arena de las decisiones públicas. La “ventana” de lo posible se abre a consideraciones que, por su propia radicalidad y falta de fundamentos, no deberían ni ser discutidas. Las políticas públicas se mueven en un espacio en el que coinciden las necesidades o deseos de una gran parte de la población, con la voluntad política de llevarlas adelante y la viabilidad técnica, financiera y administrativa para poder finalmente ponerlas en práctica. Lo que conocemos como “ventana de Overton” muestra la capacidad, sea de la sociedad civil organizada, sea de los políticos interesados en ello, en mover el rango de lo considerado viable. Y ello vale tanto para incorporar a la agenda pública de lo aceptable ciertos temas, como para tratar de expulsar de la misma otras tantas cuestiones.

Aquí hemos tenido sobrados ejemplos de ello desde posiciones ultraconservadoras (veto parental, aborto, negación de la violencia de género,…), pero podríamos también considerar que la propia lógica de los movimientos sociales tradicionalmente ha consistido en mover esa “ventana” de aceptabilidad en temas que históricamente habían sido considerados tabú, desde el servicio militar a la propia regulación del aborto, o, más recientemente, el debate sobre la hegemonía del automóvil en la ciudad o la necesidad de regular el precio del alquiler. La novedad es que la estrategia de la movilización social y el uso de la imaginación para presentar modificaciones en lo políticamente aceptable se hace ahora también desde posiciones ultraconservadoras que antes tenían mecanismos mucho más directos y exclusivos de acceso al poder y, por tanto, de control y manipulación política.

¿Cómo se produce el cambio en las políticas públicas? ¿Se da primero el cambio en las mentes de la gente, lo que genera efectos en los políticos que les quieres representar, y después se modifican las políticas? o, ¿más bien todo se cuece entre políticos, expertos y élites económicas y sociales que después tratarán de cambiar la mentalidad social al respecto con los mecanismos de propaganda adecuados? En realidad, ambas perspectivas conviven y constantemente se entrecruzan. Lo que cada vez está más claro es que, en una sociedad abierta y democrática, tan importante es el proceso de reunir ideas y evidencias, como la batalla de las percepciones y las emociones. Por muchos datos que demuestren que lo que planteamos es lo que razonablemente convendría hacer, será la capacidad de argumentar y de persuadir la que acabará decantando decisiones y políticas. Por ridículos que nos puedan parecer argumentos como el de calificar de “propaganda comunista” el tuit de la Gallina Caponata promoviendo la vacunación infantil, no deberíamos menoscabar su capacidad de influencia en un entorno social que recibe a diario mensajes, rumores, bulos y noticias a través de canales de todo tipo. La relación entre ciencia y ciudadanía debería ser objeto de una especial atención en una sociedad cada vez más preocupada por un futuro incierto y quebradizo.