Pensaba jugarme un dinerillo apostando sobre la situación griega, pero en la casa de apuestas me dijeron que lo de Grecia es un deporte, sí, pero de riesgo, y que cierran la ventanilla: William Hill decidió hace unos días dejar de jugar con el Grexit, que se les estaba yendo de las manos.
Mi apuesta iba a ser favorable a la permanencia de Grecia en el euro. Por mucho discurso apocalíptico que atruene estos días, no habrá Grexit tras el referéndum. Bien porque gane el “Sí”, que parece lo más probable; pero tampoco si gana el “No”. Tan claro lo tengo, que pensaba hacer la apuesta en pesetas: en caso de perderla, seguramente me tocaría pagarla en nuestra vieja moneda, ya que la salida de Grecia del euro desestabilizaría tanto el sistema monetario europeo que tarde o temprano acabaríamos volviendo a la peseta.
A Grecia no la van a echar porque no hay puerta por donde salir, pero sobre todo porque nadie va a arriesgar el euro entero por unos pocos miles de millones del impago griego. Una cantidad que para los griegos es un mundo, pero para el conjunto de Europa es calderilla. Y aunque hay quien asegura que el euro sobreviviría sin Grecia, los riesgos son demasiado grandes, no es jugarte unas perras en una casa de apuestas sino poner en peligro una Europa que ya ha vivido demasiados sustos.
Llevamos cinco años jugando al límite, al borde del precipicio pero solo asomando un pie, resolviendo en el último minuto en negociaciones nocturnas. Esta vez han ido un poco más allá, triple salto mortal con tirabuzón, pero tampoco habrá caída. Cinco años tensando la cuerda, tanto que Tsipras ha pensado que es de goma, que no se rompe, y ha decidido estirar todo lo que le da el brazo. Y no, no se va a romper, aunque Tsipras se puede llevar un gomazo de rebote que lo deje fuera del gobierno.
Por debajo de la gesticulación, todos en Europa saben que la deuda de Grecia es impagable, y que en algún momento habrá que hacerle una quita, o al menos un aplazamiento. Lo reconoce el FMI, lo dicen economistas de todos los colores, lo ha asumido Strauss Kahn en un reconocimiento de los errores cometidos. Una quita a la deuda de Grecia, y a la de otros países, España incluida. Pero cambiar el paso no es tan fácil cuando llevas un lustro instalado en el dogma, así que hay que forcejear otro ratito para que no parezca fácil.
Grecia seguirá en el euro el lunes, ahí dejo las mil pesetas. Lo que no apostaría es si habrá acuerdo definitivo en breve (deuda incluida), o si Alemania y compañía mantendrán una temporada al país en coma, con una pierna colgando del abismo y la población asfixiada, para acabar por convencer a los reticentes, castigar y humillar a los Tsipras y Varoufakis, y salvar el calendario electoral de los países endeudados y rescatados (España y Portugal van a las urnas en otoño).