La Guerra Civil, según Feijóo

7 de noviembre de 2022 22:47 h

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Definitivamente, no tienen remedio. Nacieron de los rescoldos del franquismo y no logran –peor aún: no dan señales de que vayan a lograrlo en el corto plazo- cortar el cordón umbilical que los conecta con la sublevación del 36 y la feroz dictadura que sumió a España en la etapa más sombría de su historia reciente.

La última demostración del desajuste democrático del Partido Popular la acaba de ofrecer el líder del partido, Alberto Núñez Feijóo, con una frase de perversa equidistancia: “Hace 80 años, nuestros abuelos se pelearon y no tiene sentido vivir de los réditos de lo que hicieron nuestros abuelos hace 80 años”. Una pelea entre abuelos: a esto reduce el presidente del principal partido de la oposición el enfrentamiento entre un bando criminal, que actuó según un guion bien diseñado de exterminio del adversario como bien lo ha documentado Paul Preston en El holocausto español, y otro bando que, con todos los errores que se le puedan achacar, gozaba de legitimidad institucional y defendía la democracia en una coyuntura histórica en la que esta agonizaba en Europa. Pelea de abuelos... Decirlo justo en el momento en que los restos del sanguinario Queipo de Llano son exhumados de la basílica de la Macarena de Sevilla, donde disfrutaban de honores y abrigo religioso en desprecio flagrante a sus miles de víctimas. Y decirlo nada menos que en Argentina, un país que, con todos los obstáculos, ha tenido el coraje de enfrentarse a su pasado y metido entre rejas a los principales responsables de una guerra sucia que dejó más de 30.000 muertos.

Lo de definir la Guerra Civil como una pelea de abuelos tiene notables antecedentes en el partido fundado por el exministro franquista Manuel Fraga. El antecesor de Núñez Feijóo, Pablo Casado, salió con la siguiente ignominia cuando se desempeñaba como vicesecretario de comunicación del PP: “Estoy convencido de que la inmensa mayoría de jóvenes son del Partido Popular. Si es que en pleno siglo XXI no puede estar de moda ser de izquierdas. ¡Pero si son unos carcas! Están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no sé quién…”. La guerra del abuelo, las fosas de no sé quién… Así hablan los dirigentes del partido que alardea de abanderar la lucha por la democracia en el mundo. Cuánto menosprecio destilan sus mensajes. No solo hacia decenas de miles de muertos, muchos de los cuales aún permanecen abandonados en las cunetas, sino hacia la democracia por la que pagaron con sus vidas.

Y todavía tienen el descaro de afirmar que “hace tiempo” condenaron “sin ambages” el franquismo. Tal como lo expliqué en julio pasado en este artículo, lo que hicieron fue una hábil jugarreta, en un momento en que disfrutaban de mayoría absoluta en las Cortes, con la pretensión de poner punto y final a los debates políticos sobre la Guerra Civil y la dictadura. Lo que llaman “condena” fue una proposición no de ley –tramitada en la comisión constitucional del Congreso, no en el Pleno- de calculada ambigüedad, cuyo apartado pretendidamente condenatorio ni siquiera menciona a Franco, sino que expresa una repulsa genérica a quienes se sienten legitimados, “como ocurrió en el pasado”, para “utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones políticas y establecer regímenes totalitarios (…)”. Una frase que vale tanto para cuestionar a los golpistas del 36 como a los republicanos, quienes, según el discurso aún vigente de la derecha, son corresponsables de la guerra porque pretendían instaurar una dictadura de tipo soviético. O sea, una pelea de abuelos.

Aquella proposición no de ley recibió el apoyo unánime de los partidos representados en la comisión constitucional, que aceptaron la floritura retórica del PP a cambio de que se abriera por vez primera la puerta al reconocimiento de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, como reclamaba la oposición. Llevados más por la euforia del momento que por el contenido del texto, medios progresistas celebraron que el PP hubiera condenado por primera vez la dictadura. Sobra añadir que Aznar nunca desarrolló el contenido de la iniciativa y Rajoy cerró más tarde el grifo presupuestario que había abierto Zapatero para apoyar a la búsqueda de las víctimas del franquismo.

Ni condena. Ni partidas presupuestarias. Ni empatía. Nada de nada. Lo único que ha salido inequívocamente del PP a lo largo de los años es desprecio a quienes anhelan la construcción de una memoria colectiva en la que, sin ocultar los desmanes cometidos por republicanos, quede claramente establecido para las futuras generaciones que en España hubo, por un lado, un gobierno surgido de las urnas y, por el otro, unos golpistas que sepultaron la democracia y provocaron una guerra cruenta que dejó decenas de miles de muertos en ambos bandos. Que el exterminio del adversario formaba parte medular del plan de los sublevados, mas no del gobierno republicano, que intentó, muchas veces sin éxito, contener los desafueros de sus partidarios.

Son cosas que debieron ponerse en su sitio en la Transición. O al menos en los años inmediatamente posteriores, una vez se habían acallado los ruidos de sables. No ocurrió así. Todo se fue aplazando, con la esperanza vana de que el tiempo trajera el olvido. Y el resultado de acumular tanta mugre bajo la alfombra lo tenemos hoy a la vista, con nuestra derecha ‘civilizada’ pregonando sin el menor pudor que la Guerra Civil fue una pelea de abuelos y haciendo comentarios infames sobre las fosas donde aún yacen miles de víctimas.