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En Siria ya solo falta Trump

Siempre que leo noticias de la guerra de Siria me acuerdo de esos aficionados al tema militar que cuando había una guerra se dedicaban a seguir las batallas sobre un mapa en el salón de casa, colocando figuritas y banderines que representaban a los ejércitos, marcando los avances y retrocesos de unos y otros sobre el terreno. Leían el periódico del día, y en bata y pantuflas desplazaban unos centímetros el frente en el Somme, Kursk, el Ebro o Saigón.

Imaginen a uno de esos aficionados intentando seguir hoy lo de Siria, que no sé bien si podemos siquiera llamarlo guerra, ni si es civil, antiterrorista, mundial, o todo a la vez. Solemos destacar que ya ha huido el 25% de la población, cuando lo asombroso es que el otro 75% siga allí, aunque se entiende cuando ves uno de esos mapas de guerra llenos de manchas y colorines.

Hagan la prueba, cojan en casa un mapa de Siria y, a la manera de aquellos aficionados, intenten colocar una banderita por cada uno de los combatientes que aparece en este útil recuento de wikipedia. No digo ya marcar las zonas de control, ni mover los frentes: solo con poner las banderitas ya no cabe nada más en el mapa. Y esa lista ni siquiera está completa, porque cuando el otro día Estados Unidos bombardeó “por error” a tropas sirias, yo me enteré de que en la acción participaron aviones australianos. ¿Qué se le ha perdido a Australia en esa guerra?

Lo peor no es que coincidan en el terreno soldados y armas del gobierno sirio, las milicias que lo apoyan, la treintena larga de grupos “rebeldes”, el Daesh, varias filiales de Al-Qaeda, kurdos, Hezbolá, Rusia, Irán, Turquía, Israel, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Australia, Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes, Jordania y alguno más que me olvidaré, además de mercenarios y voluntarios de medio planeta. Lo peor es que no se sabe bien quién está en cada bando, si es que se puede hablar de bandos, con alianzas cambiantes en un mismo día, acusaciones mutuas de apoyos encubiertos a facciones supuestamente enemigas, combates por barrios y un progresivo todos contra todos donde quien tiene todas las papeletas para llevarse las peores tortas es siempre la población civil.

Para acabar de arreglarlo, hablamos de una zona geoestratégica que siempre está caliente, donde se cruzan todo tipo de rivalidades nacionales, políticas y étnicas, limítrofe con el desastroso Irak, y centro del tablero mundial de intereses. De petróleo, gaseoductos y esas cosillas mejor ya ni hablamos.

Por si fuera poco, nuestro general en pantuflas ni siquiera podría conformarse con leer un periódico para mover el frente en el mapa. Si en todas las guerras se cumple lo de que la primera víctima es la verdad y etc, en la de Siria la colisión de tantos intereses hace difícil encontrar información fiable. Las guerras más recientes ya nos vacunaron contra la propaganda militar disfrazada de periodismo, pero yo confieso que en esta ocasión es una proeza conseguir no ya tener certezas, siquiera hacerse una idea de lo que se ventila allí.

Desde hace cinco años Siria demuestra que siempre puede empeorar. Más guerra, más destrucción, más muertos, más refugiados, más facciones, más países interviniendo. No se me ocurre qué más desgracias pueden pasar. Que venga Trump, ya puestos. Aunque vista la afición a la guerra del Nobel de la Paz Obama, tampoco sé yo si Clinton lo arreglará mucho más.