Es posible que sienta usted el irrefrenable deseo de ejercer su libertad de expresión pero ande un poco justo de dinero. Si es así, debe tener en cuenta que, mediante la aplicación de la Ley Mordaza, expresar sus ideas podría desbaratar su presupuesto estival. Pensando en usted, esta sencilla guía le ayudará a sortear las trampas legales de tan restrictiva norma.
Si, por ejemplo, desea usted denunciar la flagrante manipulación del Telediario, le recomendamos fórmulas tales como: “¡Hay que ver cómo ha mejorado la ficción española en pocos años!”
Si lo que le hierve a usted la sangre es que, según numerosos indicios genealógicos, el partido en el Gobierno sea un spin-off de la cuadrilla tardofranquista, alabe usted su capacidad de reinvención constante. Clame: “¡qué innovadores los fachos, que tras matar a mi abuelo ahora me bajan el IRPF! ¡Ojalá todas las empresas españolas fuesen tan creativas!”
Si le indigna a usted que el Gobierno pretenda ajustar la ley electoral a sus exclusivos intereses, maravíllese por su dominio de la burocracia y los tempos. Vaya al congreso y, a media voz, profiera a los diputados populares: “¡qué notable capacidad la suya para moldear la democracia cual arcilla en manos de talentoso alfarero!”
Si le molesta que la misma Esperanza Aguirre que bautizó un colegio como Manuel Fraga no vea con buenos ojos la Plaza Pedro Zerolo, exclame: “¡qué sutil y hermoso guiño a los colectivos de obesos y al pueblo gallego en su conjunto!”
Y si lo que le quema a usted es no poder expresarse con libertad, váyase de vacaciones a Portugal y comente, con total tranquilidad, que nuestro Gobierno es una banda de ladrones y cínicos rematada por unos cuantos hijos de la grandísima tal. Luego, ya desahogado, vuelva a España y siga ejerciendo la democracia como Dios manda: formal y en silencio.