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La insensatez de decir que tu racismo es tradición

“¿Imaginan que les dieran una paliza y el que les agrede les dijera que eso no duele?”. La que se hace esa pregunta es la escritora Lucía Mbomío en una columna publicada en 2017 en Afroféminas, la revista de pensamiento feminista y antirracista dirigida por Antoinette Torres, que un año más ha lanzado una campaña contra el profundo racismo de algunas de nuestras tradiciones navideñas en España. Concretamente, Afroféminas ha creado el hashtag #alcoistopblackface y ha invitado a usuarios de Twitter a grabarse vídeos de 20 segundos explicando por qué es insultante, dañino e imprudente que en las noches de Reyes Magos los blancos se pinten la cara de negro para mantener fingir que son los pajes reales de un Baltasar cuya cara, durante años, también ha sido la de un hombre blanco embadurnado de pintura oscura.

Dicen las activistas que “parte del problema del blackface es que la gente blanca no sabe por qué es un problema. Es imposible entender por qué los negros estamos tan enfadados por su uso, a menos que uno sepa qué es lo que los negros vemos cuando los blancos se pintan la cara imitando la negritud”. Y añaden: “Nada sobre la historia de lo que vuestros antepasados han hecho a las personas negras y otras personas racializadas nos sorprende como mujeres negras. Sabemos que los españoles esclavizaron, vendieron, compraron, encadenaron, colgaron, quemaron vivos, y desmembraron a cientos de miles de hombres y mujeres negros, hombres y mujeres indígenas, durante trescientos años. Sabemos que se hizo con impunidad. Sabemos que se hizo públicamente. Sabemos que el rostro negro y otras imitaciones raciales eran formas de entretenimiento para vuestros antepasados que formaban parte de un proceso deshumanizante más amplio que hacía posible la esclavitud y la postración”. Por eso, como resaltan, esta costumbre nunca podrá ser concebida en pleno 2019 como un gesto “para honrarnos u homenajearnos. NUNCA”.

La carta a los pajes reales de Afroféminas ha cobrado este año más fuerza que el pasado, y ya son varios los colectivos antirracistas de todo el país, además de decenas de usuarios en redes sociales, los que se han sumado a la denuncia. Desde las instituciones de Alcoy, la localidad española donde la cabalgata de Reyes viene desde hace décadas promoviendo este blackface masivo en cuestión, no parecen dispuestos a cambiar las cosas respecto a la noche del sábado. Pero la negativa a revisar esta herencia racista no es sólo un problema de los políticos de la zona, basta con leer las respuestas a la carta de la revista afrofeminista para entender la rabia de quien la escribe. Pero aunque los insultos y las amenazas están a la orden del día “este año vamos a reaccionar haciendo lo que más os duele, IGNORAROS”, es el empeño de ciudadanos blancos por explicar la supuesta grandeza de su tradición lo que más desespera. Esa pasión por hacer ver que sin caras pintadas de negro-carbón y labios rojos exagerados hasta la mofa los niños alcoyanos dejarán de creer en la navidad. Esa ridícula justificación de que una festividad que complace a unos pocos es más importante que el respeto de la dignidad de otros cuantos que lo que se juegan no es el simple jolgorio de una noche, sino el dolor de toda una vida, de toda una historia, de toda una existencia.

Si nuestras tradiciones procuran dolor, entonces no son tradiciones, son basura. Son el ansia por transferir a nuestros niños nuestros propios errores, nuestra incultura y nuestra cerrazón. Son el ansia de mantener ese tonto privilegio de querer tener la razón a toda costa. “¿Imaginan que les dieran una paliza y el que les agrede les dijera que eso no duele?”, decía Lucía Mbomío, ¿e imagináis que además os hicieran creer que su mentira es más importante que la fractura que produce?