Integración europea, con o sin Gran Bretaña

Kemal Dervis

WASHINGTON, DC —

Cuando David Cameron, primer ministro de Gran Bretaña, acordó con la Unión Europea en febrero los términos revisados para la membresía del Reino Unido, insistió en que la UE sea reconocida oficialmente como una «unión multimonetaria». Cameron creyó que si se establecían límites claros a la integración europea en temas monetarios y otras cuestiones, podría obtener la mayoría popular a favor del acuerdo —y así seguir formando parte de la UE— cuando el RU lleve a cabo su referendo el 23 de junio. Sin embargo, en vez de brindar claridad, el pacto usa un lenguaje retorcido para evitar una declaración oficial de ese tenor y las explicaciones que habrían de acompañarla.

Ciertamente, la decisión de febrero permitió a Cameron hacer campaña contra la Brexit. Al especificar que el RU y Dinamarca no están en absoluto obligados a adoptar el euro, las contrapartes de Cameron realmente confirmaron la situación de la UE como unión multimonetaria.

Pero la decisión también reiteró el objetivo de crear una UE «cuya moneda sea el euro» y reafirmó las disposiciones del tratado que estipulan que otros estados no adheridos al euro, como Bulgaria Polonia, deben adoptarlo cuando cumplan las condiciones predefinidas. (Suecia carece de la opción de abandonarlo permanentemente y cumple las condiciones para adoptarlo como moneda; sin embargo, de alguna manera se las ingenia para evitar unirse a la unión monetaria).

Esa ambigüedad surgió de la falta de voluntad —o de la incapacidad— para proporcionar una descripción clara de cómo funcionará una unión monetaria en el largo plazo. Se trata de una cuestión difícil, que habrá que solucionar independientemente del resultado del referendo. Después de todo, si los votantes británicos deciden abandonar la UE, surgiría un problema similar en cualquier negociación pos-Brexit para mantener al RU dentro del Mercado Común.

Actualmente existe un consenso generalizado de que, con el tiempo, la zona del euro tendrá que construir sistemas de gobernanza económica más integrados. De hecho, la mayoría de los economistas coincide en que cualquier unión monetaria no solo requiere una unión bancaria, que está siendo establecida actualmente en la zona del euro, sino también una mayor coordinación de las políticas fiscales para compensar la falta de políticas monetarias independientes y tipos de cambio flexibles.

Los políticos también apoyan el cambio hacia una mayor integración fiscal, al menos quienes representan la corriente dominante moderada. El conservador ministro de finanzas alemán Wolfgang Schäuble, el ministro de economía francés de centroizquierda Emmanuel Macron, y el ministro de finanzas centrista italiano Pier Carlo Padoan, han solicitado distintas versiones de un ministro de finanzas común para la zona del euro.

El desacuerdo reside en la forma en que debe adoptar esa integración. Alemania considera que la coordinación fiscal es fundamental para hacer cumplir reglas de conducta firmes, mientras que Francia e Italia querrían incluir más mecanismos para la gestión común de los riesgos, como los eurobonos o compartir el costo del seguro de desempleo.

Claramente, habrá que encontrar un equilibrio. Para satisfacer a Alemania, serán necesarias normas fiscales más estrictas como base para una mayor integración. Pero esas reglas deben implicar una mayor anticiclicidad y simetría, obligando tanto a los países superavitarios como a los deficitarios a reducir sus desequilibrios. Además, el marco tendrá que permitir que se compartan los riesgos de manera más eficaz y que exista un presupuesto definido para la zona del euro, como lo exigen los estados miembros del sur. Los cambios institucionales y legales, entre los que se cuentan el establecimiento de algún tipo de parlamento y tesoro para la zona del euro, también serán necesarios para legitimar los esfuerzos.

Todo esto es fundamental para que la UE funcione como una unión multimonetaria eficaz. Cameron, al igual que su antecesor Gordon Brown —quien estuvo presente en la creación del euro, pero mantuvo fuera al RU— reconoce la necesidad de una mayor integración de la zona del euro, aunque más no sea porque el RU está interesado en que su principal mercado de exportaciones tenga un mejor desempeño. Pero relacionarse eficazmente con una eurozona más profundamente integrada sin unirse a ella no será fácil.

Para alcanzar el éxito, el RU tendrá que cumplir dos objetivos fundamentales. En primer lugar, debe establecer una sólida cooperación con la UE en otras cuestiones clave, como las políticas de seguridad, exteriores y climáticas. En segundo lugar, debe garantizar que una zona del euro cada vez más integrada no logre suficiente autoridad como para tomar decisiones fiscales y regulatorias unilaterales que, al reformar el mercado único o el sector financiero, tengan implicaciones significativas para el RU. La zona del euro, por su parte, debe considerar los intereses británicos durante el proceso de integración, sin permitir que el RU la demore.

Aunque las cuestiones relacionadas con la integración de la zona del euro y la unión multimonetaria no han sido fundamentales en el debate de la Brexit —que tendió a centrarse en la inmigración— continúan siendo vitales para el futuro de la UE, con o sin el RU. Aunque la permanencia de Gran Bretaña como miembro de la UE no es incompatible en términos fundamentales con una zona del euro más integrada, crear instituciones que puedan apoyar una unión multimonetaria permanente —básicamente, como lo he sostenido, dos Europas en una— constituirá un desafío político y legal.

El fracaso del acuerdo anunciado en febrero para presentar una visión clara impidió fijar un antecedente sólido para superar estos desafíos. Si Europa ha de avanzar de manera genuina hacia una mayor estabilidad y prosperidad, tendrá que garantizar la transparencia y la legitimidad en cada uno de los pasos. Solo con una visión política clara e instituciones que puedan orientar la política tanto durante las crisis como en las épocas normales, la UE podrá prosperar nuevamente. Si el RU se queda, la UE tendrá que definir urgentemente cómo funcionará una unión multimonetaria legítima, en vez de volver al modelo habitual. Si el RU se va, habrá que solucionar los mismos problemas básicos; la diferencia será, sin embargo, que el RU habrá perdido toda su influencia.

Traducción al español por Leopoldo Gurman