La única salida para el mundo rural es el ecosocialismo. Con la cultura hegemónica que habita hoy en día en el campo el único futuro es perecer fruto de la crisis climática. Van a morir obviando la razón y hay que aceptar su elección sin tutelas. La izquierda tiene poco que hacer en el mundo agrario porque las posiciones que son imprescindibles de abordar atentan de manera frontal contra la identidad hegemónica del mundo rural. La crisis climática es el factor determinante que nos tiene que ocupar porque acabará con el modo de vida tal y como lo conocemos y no se pueden dar pasos atrás con políticas retardistas por muchos agricultores que salgan en tractor. Las posiciones políticas que son imprescindibles defender en ocasiones son antagónicas a las exigencias de quien protesta en la calle y cuando eso se produce hay que huir de los miedos y complejos y posicionarse de manera rotunda contra sus reivindicaciones. Puede que a los agricultores no les guste oírlo, pero la naturaleza impide que sigan trabajando como lo hacían y alguien tiene que decírselo.
La izquierda no puede caer en manos de los marcos culturales de la extrema derecha por mucha manifestación que vea, cuando las reivindicaciones son incompatibles con los valores fundamentales que el progresismo tiene que defender. Todos entendemos, y entendimos, que no importa que antes se tirara una cabra desde lo alto del torreón. Ahora ya no puede hacerse. Todos entendemos, y entendimos, que no importa que antes se echaran los purines en balsas sin protección que se filtraban en los acuíferos. Ahora ya no puede hacerse. Todos entendemos, y entendimos, que no importa que antes se usara DDT en los cultivos para protegerlos de las plagas. Ahora ya no puede hacerse. Y no importa que haya quien quiera volverse a atrás y exija que esos modos de vida, de producción y sus tradiciones vuelvan. Sabemos que la extrema derecha va a intentar capitalizar la desafección de los modos modernos de relacionarnos. Aun así, nadie puede ceder ante ciertas peticiones y es la izquierda la que tiene que defender el fuerte ante lo atrasado de muchas de las propuestas que estos días se han planteado desde las protestas agrarias.
El choque entre la izquierda y los modos de vida tradicionales del mundo rural es ineludible. No es una cuestión solamente económica, sino cultural. Y es imposible revertir el camino porque la crisis climática tiene que acabar con los modos de trabajo productivistas que engloban no solo lo material, que se puede sustituir, sino también la identidad del medio rural que se ha conformado en torno a la producción agraria. Una identidad basada en el productivismo que se está perdiendo por los nuevos usos agrarios que la realidad natural ha conformado. La cultura en una comunidad es la construcción material de las expectativas, usos, costumbres, tradiciones, anhelos y nostalgias. La cultura en el mundo rural, y en cualquier entorno, no es un elemento accesorio a la cuestión material, sino que es la base fundamental en la que se construye la identidad y que nos muestra nuevos elementos de opresión, represión y desigualdad que la izquierda tiene que afrontar del mismo modo que el capital.
No es posible atender, siguiendo el pensamiento de Raymond Williams, la corriente que hay detrás de las protestas agrarias sin entender el proceso cultural de pérdida que late en los modos de vida de una comunidad que ha perdido sus estructuras de sentimiento con los nuevos modos de producción, las exigencias que la crisis climática ha impulsado en el ambiente rural y las exigencias sociales y de derechos humanos que la modernidad conlleva. La ideología no atiende únicamente a las cuestiones materiales y es en mayor medida conformada y cruzada por elementos culturales que otorgan una explicación, en ocasiones irracional e incoherente, a esas necesidades materiales. Por eso el agricultor que está obligado a tomar medidas de gestión y racionamiento de las aguas puede considerar que el enemigo es quien le obliga a hacer un uso racional del agua para proteger su medio de vida en vez de quien le dice que puede desecar los acuíferos, porque lo único importante es que hoy pueda regar su cosecha sin pensar en qué ocurrirá mañana cuando ya no exista agua en ellos. Es la ideología la que conforma las soluciones a los problemas y no es la solución efectiva de los problemas la que conforma la ideología. Pero la izquierda no puede limitarse a pensar a corto plazo en mitad de una crisis climática.
No es posible escuchar las reivindicaciones que piden revertir el camino comenzado con las regulaciones que buscan paliar, ni siquiera solucionar, los problemas derivados de la crisis climática. La izquierda tiene que poner pie en pared ante los usos agrarios que son incompatibles con los modos eficientes del medio ambiente y no acomplejarse por muchos tractores que salgan a la calle. Existen modos de producción agraria que hay que erradicar y hay usos y costumbres que por mucho que afecten a la identidad cultural de las zonas rurales ya no pueden realizarse. No es posible aceptar que los acuíferos de Doñana se usen para regar o que se deseque el acuífero jurásico de Las Lomas de Jaén por la avaricia productiva, como no es posible permitir que el lobo se cace de manera indiscriminada, como no fue posible permitir que se siguieran usando de manera indiscriminada los antibióticos para el ganado porque fueron uno de los factores determinantes para provocar la resistencia bacteriana que acaba cada año con la vida de más de 20.000 personas en España.
Los problemas fundamentales de los cambios sociológicos, económicos y culturales del mundo rural son aquellos que la izquierda lleva poniendo en el foco de manera constante: el sistema capitalista y la globalización, los tratados de libre comercio y la crisis climática antropocénica fruto de un modo de producción voraz, extractivo y que fagocita los recursos hasta agotarlos. El camino llevado a cabo es el adecuado y lo único que es preceptivo cambiar es el acomplejamiento a la hora de defender esas ideas ante quienes han despreciado a quienes llevan décadas advirtiendo de que el modo de producción capitalista es incompatible con la subsistencia en el largo plazo de los recursos naturales. No es la izquierda la que tiene que adaptarse a las exigencias del mundo agrario, es el mundo agrario el que tiene que comprender que el camino de la izquierda es el único posible para preservar algo, un poco, de ese modo de vida que tanto aman. Porque no van a tener tierra que arar ni agua con la que regar si seguimos produciendo al mismo ritmo y de la misma manera. Si los tractoristas quieren seguir trabajando en el campo su única salida es abrazar el ecosocialismo y plantar sandías. Verde por fuera y rojo por dentro.