El profesor Eudald Carbonell, uno de los paleontólogos más prestigiosos del mundo, codirector del yacimiento de Atapuerca, lleva años apelando al despertar de una nueva conciencia en el ser humano, un pensamiento crítico que nos permita evitar el colapso hacia el que, según él y muchos otros científicos, nos dirigimos como especie.
Una reacción que nos permita seguir avanzando evolutivamente sin poner en riesgo las condiciones que hacen posible nuestra vida en este planeta. En caso contrario, y como dejó dicho Stephen Hawking antes de su muerte hace ahora un año, el futuro de la humanidad estará lejos de la Tierra.
Estas observaciones, para muchos demasiado alarmistas, vienen siendo refrendadas una y otra vez por las investigaciones que demuestran el avance del cambio climático hacia los peores escenarios, el incremento de la contaminación hasta niveles nunca vistos o la pérdida masiva de biodiversidad, entre otros indicadores del deterioro ambiental que estamos provocando.
Sin embargo, entre todos esos indicadores que invitan al desánimo, ha surgido un verdadero motivo para la esperanza: la firme y decidida reacción de los más jóvenes a favor del clima y contra la desidia medioambiental que atenaza nuestro futuro como especie, es decir el suyo.
El pensamiento crítico se empieza a manifestar en la conducta de esos millones de niños y adolescentes de todo el mundo que, con sus frases de colores sobre trozos de cartón, han atiborrado las calles y las plazas de casi dos mil ciudades en más de un centenar de países. Ellos representan la reacción de la especie.
Los cambios generacionales surgen a partir de las respuestas evolutivas de individuos en concreto. Así muta el comportamiento humano. Adaptación, darwinismo, psicología evolutiva. La especie en su conjunto reacciona a partir de respuestas evolutivas de especímenes en concreto.
Un ejemplar de homínido al que se le ocurre atar una punta afilada de sílex a una vara para convertirla en una lanza y que explica al resto, junto al fuego encendido en la oscuridad de la cueva, como matar con ella al tigre dientes de sable que los acecha.
Una niña que a los catorce años, tras ver un documental sobre los efectos del calentamiento climático a escala global, enmudece, deja de sonreír, se sumerge en el conocimiento del calentamiento global, reflexiona y decide compartir sus reflexiones con la sociedad para reaccionar ante la amenaza que nos acecha.
Los jóvenes han dado muestra este viernes de haber adquirido ese pensamiento crítico del que nos habla Carbonell. Su reacción ante el servilismo y la incapacidad de reacción de la clase política frente al cambio climático es la respuesta evolutiva de la especie.
El pasado mes de enero Greta Thunberg, rodeada de un grupo de estudiantes de su misma edad, habló en Bruselas ante el presidente de la Comisión Europea. “La mayoría de políticos no quiere hablar con nosotros. Está bien, porque nosotros tampoco queremos hablar con ellos. Con quien queremos que hablen es con los científicos, que hablen y que les atiendan: después de todo nosotros solo repetimos lo que ellos llevan diciéndoles durante décadas.”
La cara de póker de Jean-Claude Juncker mientras escuchaba a la joven sueca era todo un poema. Cuando le tocó hablar demostró no entender nada de lo que está pasando: “Este movimiento me parece muy bien. Llevo años quejándome de que los jóvenes no participan activamente en política como sí hice yo”. Nada de nada.
Los jóvenes de Juventud por el Clima, a los que los eurodiputados del Partido Popular Europeo, los liberales de ALDE y la extrema derecha impidieron hablar en el Parlamento Europeo hace unas semanas, son los votantes y los consumidores de mañana. Y eso no lo puede cambiar nadie y lo va a cambiar todo.
Esos jóvenes, llevados por la firme voluntad de reacción de una adolescente de 16 años, están provocando por fin una respuesta evolutiva, una reacción proactiva en el comportamiento humano ante la amenaza del cambio climático. Y ese despertar del pensamiento crítico de especie nos está llevando a muchos de la esperanza a la ilusión.