Piensa, piensa un poco/dale leña, leña al mono
Conozco a Dolores Delgado desde hace unos veinte años. Sí, desde esa época en la que había profesionales de la Justicia que se jugaban la vida por hacer su trabajo. Y no la conocí por mi profesión. Se lo cuento porque el periodismo honesto no va de no tener amigos o conocidos o maridos o mujeres o anunciantes o accionistas, sino de que ustedes sepan que esas relaciones existen para que puedan valorar por ustedes mismos las posibles influencias del periodista. Conozco a Lola y precisamente por eso hace mucho que me pregunto por qué y a título de qué ha levantado esa ola airada de agresividad, de los fiscales conservadores, de algunos medios y periodistas y, mucho me temo, que hasta de sectores en los que es difícil de comprender.
¿Por qué con Lola y no con otros? Unos dicen que porque fue ministra y después la hicieron fiscal general, pero esos no ladran contra el que fue ministro e inmediatamente ha pasado a juzgar y miren que un fiscal acusa, pero es siempre el juez quien tiene el poder de decidir. ¿Alguien ha cogido el fusil contra Juan Carlos Campo o contra Enrique López, que va y viene de una cosa a la otra? Otros dicen que si era amiga de Villarejo y no sé qué de no denunciar algo de unas menores. Villarejo fue considerado un poli bueno durante décadas y lo recibía y se entrevistaba con él lo más granado. Solo Lola peca porque a escondidas, el que ahora sabemos que es un delincuente, no entonces, grabó una conversación privada de la que se hicieron públicos fragmentos montados.
La acusan los ultras de no sé qué de no haber denunciado un abuso de menores. Ese fake es de traca. Conozco a la otra magistrada que estaba con ella en aquel incidente en Cartagena en el que sus educados compañeros las dejaron colgadas sin avisar para irse de farra con empleadas del hotel. He oído toda la versión. A Delgado se le puede acusar de exagerar en una comida –usted y yo y ellos, que nunca hemos exagerado nada de nada– porque ver los vieron, pero la edad de las muchachas, más allá de ser muy jóvenes, era una incógnita. Lo de Stampa, eso es tremendo, que alguien diga qué perjuicio ha sufrido ninguna investigación porque hasta Luzón prefiriera en Anticorrupción a otro señor cuando este estaba allí provisionalmente, que digo yo que si acusas a alguien de tejer oscuras conspiraciones contra ti tiene que ser para conseguir algo y de eso nada hay.
Todas las asociaciones de fiscales conservadoras se han revuelto contra ella. Es lo que tiene la astilla de la misma madera y aún así me resulta muy exagerado, porque a Segarra no le montaron este expolio ni de lejos. Bien es cierto que Segarra fue dócil, y como ya les conté en Segarra, la fiscal de Ikea, puede que precisamente por su incierto futuro y por pensar en volver a su puesto anterior, quiso ser muy independiente del Gobierno que la había nombrado pero no tanto de sus compañeros. A pesar de que fue Delgado quien la promovió, no recordarán tanta beligerancia contra ella, aunque es cierto que salvó a Casado de ser investigado con una firma aunque los fiscales del caso habían mantenido otra postura toda la instrucción. Finalmente está de fiscal de Sala en el Tribunal Supremo, fue nombrada a los seis meses, y tampoco eso suscitó escándalo alguno. Y a eso voy ahora.
El escándalo de nueva creación tiene que ver con haber llevado al Congreso un cambio legislativo para que todos los FGE, fiscales de carrera, cuando cesen pasen a tener la categoría de fiscal de Sala del Tribunal Supremo. Eso que Echenique dice que “es un movimiento extraño” pero que no lo es en absoluto. Otra cosa es que te convenza o no, pero extraño no es y sin motivo justificado, tampoco. Imagínense que los ascienden a jefes supremos de su empresa durante cuatro años y que en ese periodo ustedes pueden nombrar a cargos intermedios, cesar a otros, promover sanciones y que al terminar el periodo deben volver al puesto que tienen ahora. ¿No estarían algo condicionados en sus decisiones al tener claro que aquellos a los que favorecieran o perjudicaran luego iban a estar encima de usted? Explicado para echeniques, eso es lo que se trata de impedir con el ascenso a fiscal de Sala de los fiscales generales cesantes. Eso o evitar que ante tan poco sugerente perspectiva, el fiscal general en cuestión se sienta tentado a irse a un bufete privado, con ofertas que no andarían por debajo de los 18.000 € mensuales, según me cuentan.
Y es que quieras o no, cuando eres fiscal general del Estado acabas sabiendo muchas cosas, teniendo mucha información, controlando mucho de qué va el cotarro. Eso no te lo pueden sacar de la cabeza, como si fueras un fueri en Separación. Lo mismo sucede con los segundos de la FGE, los fiscales jefe de la Secretaría General Técnica por los que pasa todo. Ese segundo de a bordo, por esas mismas razones, es inmediatamente promovido a fiscal de Sala desde la ley 24/2007 de 9 de octubre. Así, de forma automática, han llegado a fiscales de Sala del TS: Elvira Tejada, Pedro Crespo, Jaime Moreno, José Miguel de la Rosa, Fernando Rodríguez y Álvaro García. No pueden volver a su puesto de origen por los motivos mencionados y a todo el mundo le parece fenomenal. Necesito que alguien me diga por qué es buena idea actuar así con el segundo de a bordo y no con el primero. La única forma de no tener que tratar así al fiscal general a su cese es que ese fiscal general no provenga de la carrera fiscal sino de la judicatura como Sánchez Melgar o Maza o Conde-Pumpido o Carlos Granados ¿por qué? Porque ellos ya volvían a la judicatura donde no dependen para nada de los nombrados que dejan atrás. Esta solución del juez no les gusta nada a los fiscales de carrera, tampoco a los conservadores, entonces ¿en qué quedamos? La necesidad de obrar así con los fiscales generales cesantes fue adoptada de forma unánime por el Consejo Fiscal –tanto los consejeros de todas las asociaciones de fiscales, como el inspector jefe y el teniente fiscal del TS– en época de Segarra porque consideraron que así se le dotaba de mayor imparcialidad y eficacia en el ejercicio de su cargo aunque se concluyó que esta modificación se debía hacer por ley. ¿Qué pasa ahora con la revuelta al hacerlo por ley cuando puede aplicarse a Delgado? ¿Cómo es que se hace a medida de Delgado si cuando toda la carrera fiscal estaba de acuerdo en cambiar la ley para eso nadie sospechaba ni de lejos que ella acabaría siendo FGE?
Toda la escandalera de las asociaciones conservadoras no tendría demasiada relevancia –no dejan nada sin convertir en drama, lo que las desdramatiza– si no fuera porque Unidas Podemos dice ahora que puede que no apoye con sus votos la reforma, lo que la dejaría en el aire. ¿Y qué les pasa a ellos con Dolores? Mucho me temo que en el fondo la acusan de lo contrario que los conservadores. Si para estos Dolores Delgado es una especie de hidra del pantano del Gobierno, para este partido, que está en el Gobierno, puede que Delgado sea la fiscal general que no ha metido mano ni ha forzado que no se les persiguiera en procedimientos en los que, desde luego, ella no debía ni podía meter mano.
Otra cosa son las formas. Dicen unos que lo han metido de rondón en una reforma de la Ley Concursal –“no sería tan de tapadillo, dice el entorno del Gobierno, porque se han enterado todos”– y dicen otros que no se les consultó, pero, claro les contestan, si has pactado repartir las responsabilidades de Gobierno ¿hay que consultar cada acto por mínimo que sea? Sobre la forma, no sé qué decirles. Es posible que se pudiera haber hecho mejor. Bastaba con abrir el debate, explicar la enmienda, que lleva también otras tres recomendaciones de GRECO, como son regular que la comunicación del fiscal general con el Gobierno sea por escrito –sí, todo lo que queda por escrito es mejor y aleja más la corrupción– o la imposibilidad de que un fiscal general pueda ser llamado a informar al Consejo de Ministros.
Sobre el fondo no tengo dudas ni se han tenido hasta ahora puesto que los dos fiscales generales cesantes que estaban en las mismas circunstancias que Delgado –Segarra y Ortiz Úrculo– fueron ascendidos.
Lo que sigo sin terminar de comprender es por qué ese “leña al mono que es de goma” contra Dolores Delgado que ha cometido fallos pero no más que ningún otro. No se si porque no hizo al llegar a ministra una muestra de fuerza suficiente como para que se la temiera –así suelen hacer los hombres– o si no ha terminado de plegarse a los que pensaban que lo haría o si se le han echado al cuello los siempre poderosos enemigos de su actual pareja, Baltasar Garzón, o si es por haber sacado a Franco o porque es una mujer que tiene un proyecto progresista o, simplemente, porque es ella, porque es Lola.
Lo que sí espero es que sea de verdad de goma porque es una profesional entregada y una buena tía y hay un quintal de inútiles al que no se les ha dado tal trato jamás.