Una lengua no es derechas ni de izquierdas, es, simplemente, un vehículo de comunicación. No hay, por lo tanto, lenguas rojas o lenguas azules. Sin embargo, de acuerdo con la ofensiva mediática de buena parte de la derecha, la defensa y promoción de las lenguas autonómicas se ha convertido en un arma arrojadiza que la plural y coyuntural unión que ha permitido la elección de Francina Armengol en el Congreso de los Diputados utiliza con fines espurios.
Vamos a tratar de aclarar el debate, sobre todo para esa derecha mediática a la que le gusta editorializar en favor de sus intereses con cualquier información, y vamos a hacerlo de la mano de ilustres representantes de la derecha española, para que la cosa quede un poco más clara desde su propio punto de vista.
En 1918 Alfonso XIII, bisabuelo del actual monarca Felipe VI, dio una orden taxativa al Congreso de Estudios Vascos: “Consagraos al estudio y fomento de todo cuanto pueda contribuir al adelanto y progreso del País, cultivad vuestra lengua, el milenario y venerable euskera, joya preciadísima del tesoro de la humanidad, que habéis recibido de vuestros padres y debéis legar incólume a vuestros hijos”.
“Debéis legar el euskera incólume a vuestros hijos”. Alguien tiene que wasapeárselo al monárquico ABC, que esta misma semana ponía en marcha una encuesta titulada '¿Estás de acuerdo con el uso del catalán y el euskera en los debates del Congreso?', para decidir, por mayoría absoluta de los encuestados, como no podía ser menos, que no.
Al mismo periódico y a otros medios del mismo rango ideológico, hay que recordarles las palabras de Antonio Tovar, que fuera primer director de Radio Nacional tras la victoria de los militares sublevados contra la República, y luego subsecretario de Prensa y Propaganda del régimen franquista elegido por el entonces todopoderoso Ramón Serrano Suñer.
Tovar, ilustre lingüista que dejó la política en pleno desarrollo franquista para dedicarse a la enseñanza, y libre de toda sospecha filoetarra, explicó: “Mi curiosidad por las lenguas ya me había inclinado hacia el vascuence, el gran misterio, pero fue por los tiempos en que, en plena guerra civil, trabajé en Burgos, cuando hube de comenzar a plantearme de veras una cuestión que como todas las importantes, tenía sus implicaciones políticas (...). En la revisión de nuestra historia reciente a que nos entregábamos algunos cuando la guerra civil iba tocando a su fin, el tema de la pluralidad de lenguas entraba también, y los que por educación no éramos centralistas, sentíamos la inquietud del destino de lenguas que representan una tradición y una cultura propias, como el catalán, o algo aborigen y no conquistado todavía por el latín, de los romanos, como el vasco”.
Y atentos a apuntar lo que nos dejó escrito Tovar: “Aunque para mí el vascuence es un problema histórico, un enigma que da luz sobre la oscuridad de los orígenes de España y de todo el occidente de Europa, no dejo de ver que también es un problema de futuro. Pues la pervivencia de la lengua vasca es también la de un trozo de tradición, de mi tradición propia de español total. Tradición por este lado más profunda y misteriosa que la que tenemos en la lengua de Cervantes, que continúa en forma moderna la de la lengua de Virgilio, una lengua que hace dos mil años era aquí ajena.”
Repetimos, para que quede claro: “Pues la pervivencia de la lengua vasca es también la de un trozo de tradición, de mi tradición propia de español total”. Y con “español total” no se refería a esos españoles defensores de sus propios valores patrios que izan una gigantesca bandera rojigualda en su también gigantesco jardín de la casa de La Moraleja, pero que mantienen a buen recaudo sus dineros en un paraíso fiscal lejos de la Hacienda española y de los peligrosos españolitos de a pie.
Carlos Robles Piquer fue coordinador general de Alianza Popular, germen del PP, y cuñado de Fraga Iribarne. En 1976 era ministro de Educación y Ciencia y fue autor del Real Decreto 573/1976, de 26 de febrero, de reconocimiento de la Real Academia de la Lengua Vasca, decreto firmado por él y por Juan Carlos I.
En el decreto se lee lo siguiente: “La lengua vasca ha reunido siempre un doble carácter: ha sido y es una lengua viva hablada por el pueblo, al mismo tiempo que una muestra única de las primitivas lenguas de Europa… una lengua que hablan muchos españoles y que es un elemento importante de la cultura y del acervo nacionales”.
“Por ello –continúa el decreto de Robles Piquer firmado por Juan Carlos I– y por ser vehículo de una civilización de la que constituye hoy el único testimonio vivo, representa un valor de extraordinario interés cultural y humano. Así lo proclamó don Ramón Menéndez Pidal, en discurso pronunciado en Bilbao el año mil novecientos veintiuno: 'Tenéis la fortuna de que vuestro pueblo sea depositario de la reliquia más venerable de la antigüedad hispana. Otras tendrán más valor artístico, serán más admiradas y codiciadas universalmente, pero no hay otra que tenga la importancia de esta lengua, sin cuyo estudio profundo jamás podrán ser revelados del todo los fundamentos y los primitivos derroteros de la civilización peninsular, ni podrá ésta ser esencialmente comprendida'”.
Podríamos seguir, pero ya con la referencia de Menéndez Pidal parece harto suficiente para que las cabezas pensantes de esa derecha recalcitrante que busca la confrontación al menor atisbo de diferencia, traten de recapacitar sobre lo que realmente significa una lengua, sea ésta tan minoritaria y tan indefensa como el euskera, o tan mayoritaria y potente como el castellano.