“Crear una fachada(...) en la que el estratega pueda maniobrar sin ser visto mientras todos los ojos están entrenados para ver las cosas conocidas y obvias”
Thomas Cleary. El arte japonés de la guerra
La imagen del trilero de la calle Sierpes está bien solidificada en los mitos de la democracia española. Ya todos saben. Lo que es más costoso es darse cuenta de que no fue uno, ni serán dos, sino que la vida pública y los poderes del Estado están agusanados de trileros y de banderías.
Seguro que todos recuerdan la bolita que contenía un mensajito de Cosidó que hablaba de un reparto conveniente para el Consejo General del Poder Judicial que presidido por Manuel Marchena “controlaremos por la puerta de atrás”. Se nos fueron los ojos detrás de esta bolita. En juego estaba también la renuncia de Marchena a aceptar el cargo y, por último, la “digna” estampida de Casado que tras “peerse” se enfadó y tiró de una patada la mesa de juego. Por cierto, que ¡los números de representación en que se hubiera visto en aquel momento y en los que se ve! Pero esa es otra historia. Ahí nos quedamos todos, prendados de las manos hábiles que manejaban el jueguecito. Rota la baraja nos fuimos todos a otra cosa. La actualidad es un juego de prestidigitación permanente, y la mayoría se olvidó de que, todo suspenso, sólo salían ganando los que se quedaban en funciones por los tiempos que sean necesarios hasta volver a lograr un acuerdo de renovación. Tiempos que ya superan el medio año y que se pueden ir hasta vaya usted a saber cuánto. Ahí sigue Lesmes, agazapado en el corazón de las tinieblas rodeado de sus mariachis y con todo el poder en la mano. Todo el poder para seguir colocando a los afines, cuantos más mejor y cuanto antes mejor. Sin disimulo y sin rebozo. Sin importar incumplir las sentencias o pasarte el control judicial por el forro. Corre, corre Alicia. Llego tarde.
La cuestión es que el Tribunal Supremo, su Sala Tercera, tiró por tierra el nombramiento de Enrique López y Eloy Velasco como miembros de la Sala de Apelaciones (como ya les conté en El Supremo hunde el salvavidas del PP). Así que no quedaba otra que cumplir la sentencia y nombrar a los magistrados Manuela Fernández-Prado y Ángel Hurtado para esa sala, por tener más méritos, y hacer levantar el ala a los que habían sido nombrados contrariamente a Derecho. Así que Lesmes, desde el cuarto de máquinas, ha nombrado a los que se ordenaba pero ha hecho un truco de trilero inaceptable para seguir conservando en la Sala de Apelaciones a López y Velasco. No se olviden de que la Sala de Apelaciones es la madre de todas las salas de la Audiencia Nacional, porque está llamada a controlar todas sus sentencias. Lo que se sacan de la manga es poner a los que deben pero dejar adscritos a esa sala a los dos desbancados “hasta que salga una vacante y la pidan”. Claro que para que salga una vacante los bien nombrados tendrían que irse y ellos la ocuparían. Traducción: los deja de pegados para siempre en el lugar en el que el Tribunal Supremo les acaba de decir que no pueden estar.
Se trata de algo inaudito. En toda la historia judicial española lo que ha sucedido con las anulaciones de nombramientos es que los anulados volvían a su puesto anterior y, si este estaba ocupado, el problema se le creaba al órgano de origen para recolocarlos como adscritos. En este caso concreto, López debería haber vuelto a la Sala de lo Penal y Velasco a su juzgado y, dado que sus vacantes estaban cubiertas, haberse quedado adscritos a los mismos hasta que hubiera nuevas vacantes que cubrirían con preferencia. Pues no. Dejar a López y a Velasco en la Sala de Apelaciones de la Audiencia Nacional significa consagrar que el control judicial de los nombramientos judiciales que hace el CGPJ es papel mojado y que éste puede campar a sus anchas y nombrar a quien le salga. Así lo acaban de demostrar con me parece no poco cabreo de la propia Sala Tercera.
El caso es que Enrique López queda colocado en esa Sala que, según él mismo contó allá los tiempos, fue creada por su amigo Michavila para que él la presidiera (ver La Señora de las Salas). Lo de la carrera de López da para un monográfico. El magistrado que llegó a la Audiencia Nacional sin haber puesto una sola sentencia por delito -sólo por faltas- gracias a las argucias del PP. El magistrado que casi inmediatamente fue encumbrado al Tribunal Constitucional, sin reunir mérito alguno, por el Partido Popular. El que perdió tal canonjía por cometer un delito y conducir borracho por la Castellana y que volvió con antecedentes a la Sala de lo Penal. El que fue aupado con trampa a la Sala de Apelaciones. Él. Sólo con explicar su recorrido se podrían argumentar casi todos los males de la carrera judicial en España y de su entrega al poder político. No se equivoquen, en esta jugada Eloy Velasco va de pegado. Si lo hacen con López, lo tienen que hacer con él porque está en las mismas condiciones. Eso el propio Velasco lo sabe y lo ha contado. Así que se quedan en una sala que ahora tendrá cinco miembros para 18 sentencias que pusieron el año pasado. Algo que tiene que estimular a los jueces de base que sucumben bajo el peso del papel.
Lesmes sigue con mano firme manejando la zanahoria. Tiene prisa porque, aunque le queda margen, no sabe cuánto tardará el nuevo gobierno en pactar una nueva renovación del CGPJ, que ahora será a cuatro bandas. El PP puede intentar bloquearlo. Ahora mismo siguen teniendo a los suyos en mayoría. Tiene prisa, decíamos. Así que acaban de sacar el concurso para cubrir la presidencia de la Sala de lo Social de Aragón y las presidencias de las Audiencias de Albacete, Lleida, Toledo y Zamora. Para ello, han creado sin consensuar un baremo de méritos. Un consejo prorrogado. Corre, corre, Alicia. Voy tarde, muy tarde.
Van a dejar copado todo lo que puedan. El rumbo político ha cambiado y hay muchos que piensan que hace demasiado frío fuera. Otro de los nombramientos pendientes es el del propio presidente de la Audiencia Nacional. Los rumores apuntan a que pretende hacerlo Lesmes y que no piensan renovar al actual titular, Navarro, sino nombrar a Francisco Vieira. Vieira, el magistrado que consideraba que los que estaban en la AN debían amar mucho la publicidad porque si no no entendía que corrieran tal riesgo. Ese que ha dado el salto ahora que ya no hay riesgo de que te maten. Otro que lleva en cargos gubernativos desde que empezó el siglo.
La renovación del actual CGPJ debe ser un trabajo prioritario nada más constituirse el nuevo gobierno. Y no estaría mal que, para impedir que se imponga la prisa y la necesidad del PP de colocar a sus afines, los actuales vocales progresistas del Consejo se plantearan dejar ya sus cargos y forzar una crisis institucional que impidiera que prosiga esta política de salvar a los esforzados soldados de la APM. Seis mil euros netos al mes no lo pagan todo.
Mientras, sigan atentos a las manos que yo no dejaré de intentar contarles dónde guardan la bolita.