Las innovaciones jurídicas y los ataques de pánico combinan mal. Se enseña y se aprende en primero de gobierno. Está claro que Soraya Sáenz de Santamaría se saltó esa clase y no lo sabía. Pero Mariano Rajoy sí se lo sabe y lo ha demostrado muchas veces. El porqué se ha dejado arrastrar en este error puede acabar convertido en uno de los grandes misterios del marianismo contemporáneo. Dice mucho más de lo que pensamos sobre los nervios que ahora mismo recorren las plantas nobles del Partido Popular por las consecuencias electorales casi milagrosas que le atribuyen a Catalunya.
Como ya anticipamos el lunes aquí mismo, el recurso preventivo inventado por la Vicepresidenta Maravilla y la anulación preventiva parida por el Tribunal Constitucional tenían una respuesta tan fácil como contundente: devolver la bola y suspender el pleno hasta que decida el propio TC; así ha sucedido. Ahora el TC debe decidir y rápido si admite o no el recurso preventivo del ejecutivo, pero ya ha gastado el comodín de las medidas cautelares y no tiene ni el comodín del público, ni el comodín de la llamada; ni siquiera a Rajoy.
La jugada del presidente del Parlament, Roger Torrent, es redonda. Le devuelve la patata caliente al TC con un medido y potente discurso político, forzándole además a tomar la decisión que precisamente trataba de evitar. También se sacude de encima el abrazo del oso que le acababa de dar Carles Puigdemont al solicitarle amparo, invocando esa petición como causa principal de su decisión de suspender cuando lo que buscaba el candidato era exactamente lo contrario; ponerle en un brete y forzarle a desobedecer o morir políticamente. Con la suspensión consigue, además, parar el reloj de la investidura y que los plazos dejen de correr, ganando gratis total un tiempo que el independentismo necesita como el aire para aclarar sus ideas y sus equilibrios.
El gobierno ha salido a apuntarse el tanto de la suspensión del pleno porque rectificar es de sabios y está claro que en Moncloa no abundan. Que se lo pregunten al Tribunal Constitucional, a ver si comparte esa valoración triunfal ahora que se va tener que comer el marrón de elegir entre tumbar el recurso preventivo de La Vicepresidenta Maravilla para preservar la unanimidad, el único activo que les queda, o aceptarlo dividido ignorando los informes del Consejo de Estado y de sus propios letrados; justo aquellos que tanto se le ha reprochado e incluso se le imputa al anterior Govern o a la Mesa del Parlament que presidía Carme Forcadell. La pesadilla jurídica en el TC sólo acaba de empezar.