Liberal a fuer de socialista

24 de marzo de 2021 22:29 h

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Quizá muy pocos se hayan percatado, pero este mes de marzo se cumplen 100 años de la memorable conferencia de Indalecio Prieto en la sociedad bilbaína El Sitio, en la que el dirigente del PSOE soltó aquella frase que entró en los anales de la política española por la profunda carga ideológica que encerraba: “Soy socialista a fuer de liberal”. 

Estas palabras, pronunciadas en plena efervescencia mundial por la revolución bolchevique en Rusia, anunciaba lo que sería en adelante una forma de entender el socialismo español que, de cierta manera, ha condicionado la historia del PSOE hasta el presente. Al reivindicar su esencia liberal, Prieto no se refería al liberalismo anglosajón clásico –para el cual las libertades individuales constituyen una derivación del derecho primario a la propiedad privada y el libre mercado-, sino a un liberalismo muy particular de España que emergió en torno a la Constitución de Cádiz de 1812 y que algunos expertos consideran de inspiración “moral”, porque entendía las libertades como un derecho inherente a la condición humana e independiente de privilegios económicos. No está de más recordar que la incorporación del término “liberal” al léxico político es de origen español.

Sobre lo que ocurrió después en el PSOE, con los pulsos entre la mesura de Prieto, la radicalización progresiva de Largo Caballero o el marxismo profesoral de Besteiro, se han ocupado con abundancia los historiadores. El hecho es que en el PSOE han coexistido, prácticamente desde sus orígenes, dos almas, a veces incluso tres, con las consecuencias que tal diversidad de corrientes ideológicas, o simplemente tácticas en algunos casos, ha tenido en distintos momentos de su historia. 

Justo un siglo después del discurso de Prieto, el candidato socialista a las cruciales elecciones de Madrid del 4 de mayo, Ángel Gabilondo, nos hace evocar su famosa frase, aunque en sentido inverso y en un contexto bien distinto. “Soy liberal a fuer de socialista”, pudo haber añadido días atrás el profesor de metafísica después de proclamar categóricamente que pactaría con Ciudadanos antes que con Podemos y que no tocaría “ahora” el modelo tributario del Gobierno de Ayuso.

Si algo se puede decir de Gabilondo es que es un hombre transparente, además de soso, serio y formal. A nadie engaña. Por su talante y su trayectoria política es comprensible que se sienta más cómodo con Inés Arrimadas, ahora pretendidamente moderada a fuer de descalabros en las urnas y fuga de militantes, que con Pablo Iglesias, cada vez más alborotado a fuer de pérdida de pulso electoral. Gabilondo no es, en este sentido, un caso aislado. En el PSOE pervive una poderosa corriente de alma prietista a la que escuece tener que lidiar con una formación como Podemos. Espero que desde el partido del puño y la rosa no me hagan rectificar si afirmo que el propio Pedro Sánchez, de tener la posibilidad de elegir color, preferiría mil veces el naranja al morado. Las recientes mociones de censura promovidas por el PSOE, que el PP abortó saltándose por la torera el pacto anti transfuguismo y las reglas elementales de la decencia, buscaban justamente desbrozar una vía política alterna a la dependencia de Podemos.

Ahora bien, sin dudar de la sinceridad de Gabilondo cuando reniega de Iglesias, hay motivos para pensar que el hecho de que lo haga público un hombre poco dado al bullicio responde a una estrategia electoral, que no es otra que la de intentar pescar votos en ese arroyuelo inaprensible llamado 'centro'. Poco parece importar que Sánchez esté hoy en la Moncloa gracias al apoyo podemita y que Ciudadanos haya contribuido activamente al fortalecimiento del proyecto trumpista de Díaz Ayuso en Madrid. Recordemos que Ciudadanos, a fuer de sus alianzas con el PP, apoyó la iniciativa de retirar del callejero a Prieto y Largo Caballero en Madrid capital. La consigna en este momento del PSOE es intentar ocupar un yacimiento inconmensurable de votantes que, según el mito urbano, ha dejado generosamente Ayuso a quien quiera colonizarlo.

Habrá que esperar hasta el 4M para hacer un juicio sobre esta apuesta. Por ahora, Iglesias parece contento de que le dejen el espacio de la izquierda todo para él, y las encuestas de intención de voto indican que, aunque sin tirar cohetes, le está sacando provecho a su estatus privilegiado. Por su parte, los asesores de Gabilondo están buscando la fórmula acrobática que le permita ganar votos centristas sin acabar de hundir a Ciudadanos. La formación naranja no lo tendrá nada fácil para superar el techo del 5% de la votación, sin lo cual carecería de representación en la Asamblea regional y el PSOE perdería un potencial aliado. La estrategia socialista de diversificar el mapa del centro-izquierda es, sin duda, arriesgada. Tendrá éxito si la aritmética resultante le permite tejer mayorías con Más Madrid y Ciudadanos, o con Más Madrid y Podemos, o con todos juntos. No olvidemos que, en política, las palabras se las lleva el viento: si hay que pactar con Iglesias para gobernar, pues se pactará. Iglesias ya ha manifestado su buena disposición.

El problema es que, en estos tiempos convulsos de polarización, los proyectos moderados tienen serias dificultades para imponerse, salvo que consigan entusiasmar y movilizar a los electores. Basar el discurso exclusivamente en el estribillo de que uno es el muro de contención contra los extremismos ya no es suficiente. Ahí están los sondeos: Díaz Ayuso sube, gracias al terreno que le está comiendo a Vox, y entre ambos rozan la mayoría absoluta.