Casi a diario escucho en el matinal de la radio de la BBC a un político repetir que en la UE también hay problemas de escasez de combustible y alimentos por la falta de transportistas. A veces, incluso el presentador introduce ese matiz de “ya sabemos que en Europa también…”. Poco a poco, al menos los periodistas se están empezando a preguntar por qué no ven peleas en las gasolineras o estantes vacíos en otros países europeos. El presentador de la BBC llegó a decir el otro día, pensando casi en voz alta, que en Polonia había escasez de conductores pero tal vez no sufrían tanto porque podían tener camioneros y transportistas de otros países de la UE con poca burocracia.
Durante meses, hasta los medios habían caído en la trampa de señalar no ya la pandemia –desbocada desde que Reino Unido decidió acabar de golpe y de manera prematura con todas las restricciones– sino la aplicación de móvil de rastreo de contactos y posibles contagios como la causa de todos los males.
Los problemas de suministro, como las colas en los aeropuertos, la bajada del comercio internacional y hasta que una librería de Chicago no te mande un libro a Oxford (pero sí a Madrid) por la complicación de los trámites tienen una causa común, el Brexit. Y como bien dice Jonathan Freedland en esta esclarecedora columna, en concreto el acuerdo que negoció el Gobierno británico, que no quiso tener una relación comercial más cercana y por lo tanto más fácil con la UE como otros países europeos que no están en la Unión.
Lo que ha pasado en Reino Unido, ya desde antes del Brexit, es un ejemplo de cómo los mensajes con falsedades de los políticos y la información averiada amplificada por algunos medios pueden calar tanto como para crear una realidad paralela de la que es difícil salir, incluso hasta para los políticos y periodistas más informados y sutiles. En muchos sentidos, el caso de Reino Unido es un aviso para navegantes del peligro de la retórica política vacía y plagada de mentiras sin pudor.
Para muchos políticos es una cuestión de conveniencia: los conservadores metieron al país en este lío y no quieren reconocer su error y los laboristas tienen a un electorado dividido y ven poco rédito en autoflagelarse, ya que poco se puede hacer de manera inmediata.
Los periodistas son, como siempre, los que pueden romper esa burbuja y algunos lo están empezando a hacer, afrontando las decisiones equivocadas de una ligera mayoría de su país y los errores de sus políticos. También están empezando a escribir sobre una cuestión más de fondo, que se ha puesto en el centro del debate por la pandemia: la falta de respeto y de condiciones laborales adecuadas para los trabajadores esenciales, como cuenta en primera persona este camionero británico, que se siente mejor tratado en países como Francia.
Los medios británicos tienen una labor especialmente ardua, porque una parte sustancial de la población los hace responsables a ellos de la crisis actual. El 47% culpa a los medios por el hecho de que las gasolineras se hayan quedado sin suministro estos días, según una encuesta de YouGov.
Ponerse frente al espejo de las vergüenzas nacionales nunca es fácil, pero si este no es el momento, entonces cuándo.