A Albert Rivera le llamaban 'falangito' en las redes sociales. Parecía una simple falta de respeto, una exageración de rojos resentidos -ese calificativo propio de forocoches-, parecía producto del odio virtual. Pero era por algo. Un algo que confirmó el propio Santiago Abascal cuando se refirió a él como “veleta naranja que cambia de opinión a conveniencia”. Unos años antes de ese Vistalegre de Vox del 2018, ambos se consideraban “amigos” e incluso compartían bandera rojigualda en Barcelona el Día de la Hispanidad de 2012. Abascal, que entonces estaba en el PP y era ojito derecho de Esperanza Aguirre, llegó a firmar el manifiesto de Movimiento Ciudadano que impulsó Rivera en 2013 y del que éste quiso borrar rastro en 2017 haciéndolo desaparecer de su web porque, dijo, habían entrado en “una nueva etapa”. Lo ha ido contando en eldiario.es la periodista Carmen Moraga.
Las redes sociales y ciertas voces de la política y los medios insistían, no obstante, en su resentimiento de rojos y alertaban del neofascismo de Rivera. Hoy, con sus pactos con la ultraderechista Vox, el propio Rivera les da la razón. Si hace un par de años la estrategia del que llamaban 'falangito' era disimular su vinculación con el fascismo de Abascal, hoy no solo ha recuperado esa vinculación sino que ha estrechado los lazos a tal punto que es posible que haya ahorcado esa presidencia nacional por la que aspira con profesional avaricia. Es posible que se le haya roto el saco del futuro, aunque todo cabe en esta farsa que rebosa mentiras.
Albert Rivera ha mentido como un bellaco. Mintió en 2006, cuando comunicó que nunca había militado en ningún partido, aunque en 2002 se afilió a Nuevas Generaciones del PP. Mintió cuando en los programas electorales de Ciudadanos de 2015, 2016 y 2019 incluyó la supresión de las diputaciones, y ahora va a presidir las que ha podido conseguir: la de Segovia y la de Burgos. Mintió los millones de veces que ha repetido que no estaba en política para “repartir sillones”, justo lo que suponen ahora sus pactos de cogobierno y alternancia, con los que ha reflotado al hundido PP de Pablo Casado. Para conseguir esos sillones no ha dudado, aunque lo pareciera, en pactar también con la ultraderecha. Mintió hasta anteayer haciendo creer que no pactaría con Vox, aquellos que al fin y cabo han vuelto a ser sus amigos. Por algo le llamaban 'falangito'. Todo mentiras. Y mintiendo ha hecho un ridículo colosal del que solo se recuperará gracias a la desmemoria histórica, a la abulia ciudadana y al apetito cómplice de la actualidad que será. Es probable, pues, que se recupere.
“Hoy es un gran día para Madrid. Se pone fin a cuatro años de populismo en el Ayuntamiento y se abre una nueva etapa con un gobierno liberal, sensato y moderado desde el que @begonavillacis trabajará para todos los madrileños y devolverá su prestigio a la capital de España”. Este es el tuit que escribió Albert Rivera el sábado de investidura del nuevo alcalde la capital del reino, José Luis Martínez Almeida. Con estas palabras, el prestigio del propio Rivera debería quedar tocado para siempre. Es un insulto a la democracia que Albert Rivera tenga el descaro de calificar de “sensato y moderado” a un gobierno que se formará con acuerdos que ha dictado Vox, incluso sobre el propio acuerdo de Ciudadanos con el PP. Es un insulto porque la ideología de Vox atenta contra derechos y libertades fundamentales, derechos y libertades que, como recordó Manuela Carmena en su discurso de despedida como alcaldesa, ha hecho falta mucho tiempo, han hecho falta vidas, para conseguir.
Si un gobierno forzado por la ideología de Vox le parece a Rivera “sensato y moderado”, legitima aquel sobrenombre que le ponían las redes. Porque con los fascistas no se debe pactar. Nunca. Hacerlo debería costarle su futuro político. Pero es posible que lo impidan la desmemoria, la esclavitud voluntaria, la servidumbre por incapacidad, los complejines que nos invalidan. Porque en el reino de las mentiras lo lógico es que el más mentiroso pueda llegar a ser rey. Sin ir más lejos, va a gobernar Madrid el PP que rompía sus ordenadores para ocultar información sobre sus dineros. Gracias a las mentiras del ciudadano Rivera, el que llamaban, qué falta de respeto, 'falangito'.