Que se acostumbre a no desear otra cosa que la buena conciencia, a no esperar otra cosa que la buena fama, a no temer otra cosa que la deshonra
Me da lástima que sea Juan Lobato el que tenga de irse, de entre todas las opciones sobre la mesa. Témome que le ha pasado lo que a muchos, que no son tiempos para tener principios, que son tiempos en que se llama lealtad a la adhesión inquebrantable. No quiere decir esto que no cometiera un grave error, mientras intentaba mantener dentro de su partido una forma de hacer las cosas que estaba amenazada de extinción. Por eso precisamente, cuando el hombre cabal y el técnico de Hacienda que le habitan se percataron de lo inaceptable, puede que hasta de lo ilegal, de que desde Moncloa se difundieran datos de un contribuyente, se llame como se llame, quizá las circunstancias hubieran demandado que fuera más expeditivo y se negara a mostrar el mail sin marca de agua en la Asamblea. A veces nadar y guardar la ropa te acaba hundiendo.
Fue la imputación del fiscal general del Estado la que le pone sobre aviso y la que le lleva a protocolizar la información que tiene por si llegaba el juez con las rebajas. Tarde. A lo mejor es mucho pedirle a alguien que además de decente sea un héroe y él siempre se debatía entre ser más claro o no dejar que la federación madrileña sucumbiera a ese partido acrítico y cesarista que él nunca compartió.
A Lobato le dimiten por haber guardado las pruebas de aquella aciaga noche. Y es que es eso lo que investiga el juez como hipótesis de trabajo: si de las comunicaciones del fiscal general salieron hacia los periodistas o hacia Moncloa datos que era ilegítimo hacer públicos. Es muy importante. Las cosas no son decentes o no en función de a quién se le hagan, sólo perdida toda ética se puede considerar que para deshacerle un relato a MAR pueda contemplarse siquiera por un instante vulnerar desde el Estado el principio de presunción de inocencia, el derecho de defensa y el secreto fiscal de cualquier ciudadano. No importa de qué ciudadano, hasta del más vil.
Lobato es el único político al que en los últimos tiempos he oído mencionar, en su carta de dimisión, el interés general y el bien común. Sin eso ninguna política es aceptable por muchos votos que recoja. Forma parte el ex secretario general de esa izquierda socialista amordazada, casi perseguida, hasta su borrado de la faz de las baronías. “Un Psoe en el que no se ataque o denoste al que no coincida con la opinión de la dirección”, afirma. Un partido socialista que no esté sometido al liderazgo opresivo del que no admite réplica. “La lealtad a mi partido es trabajar para poner en marcha sus principios” y es que, por si alguien lo ha olvidado, los socialistas eran gente con principios y con ideales. Algo muy lejano a ese hacer de la necesidad virtud que no es sino una fórmula cínica para formular que el fin justifica los medios y el fin del poder y del líder justifica todos los medios. ¡Traidor del que no!
“Una organización abierta, que se alimenta del debate entre todos (...) Yo no creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente. Para mí la política es otra cosa”, continua. Lo hace porque describe exactamente lo que está sucediendo en el que todavía es su partido y en la sociedad. O prietas las filas o eres facha. O prietas las filas o te saco a capricho de tu puesto. O prietas las filas o eres un traidor. Los que somos más viejos hemos conocido a los socialistas actuar de otra manera, debatir, contraponer corrientes, incluso cuando los regía el que sin ninguna duda fue el líder más carismático de la democracia. Hoy todos los viejos socialistas son traidores y los jóvenes que recogen su herencia y su ejemplo, se ve que también.
Eso asusta a muchos. Asusta a militantes que no tienen nada claras muchas de las cosas que se están aceptando, que se preguntan por qué han de tragar las imposiciones de partidos mucho más a la izquierda en los que nunca han querido darse de alta. Cada uno tiene derecho a vestir la gama de rojo que quiera, pero ahora si tu túnica no coincide con el matiz de la de César estás muerto. Es difícil, la túnica del prócer es camaleónica, mutante, y en un segundo puedes quedarte ideológicamente desnudo y no lo remedias ni dando salto ni gritos en la puerta de Ferraz.
Eso a muchos, también a muchos votantes tradicionales del PSOE, votantes no dogmáticos, votantes no revolucionarios, votantes que creían en esos viejos valores socialistas “igualdad, libertad, democracia, educación, sanidad pública y la defensa de los más vulnerables” les aleja irremisiblemente. Esos que no querían incendiar el país sino hacerlo más habitable para todos.
Muerto políticamente Lobato, los planes del líder para Madrid pueden ponerse en práctica. No es la primera vez que lo hace y nunca ha dado en el clavo, tal vez porque está ya tan lejos de muchos de sus votantes, a los que considera tibios, poco entregados a su persona que no termina de entender que Pepu es entrañable para él pero no engancha con el votante madrileño, que Gabilondo es un entrañable pensador pero tampoco arranca entusiasmos ni está hecho de la madera de oposición, que si Llop que si García Montero que le dijo que no y ahora Óscar López. No nos cabe duda de que un rugido de entusiasmo ha cruzado lo pechos inflamados de tanto votante huérfano como están dejando. El alma de los socialistas madrileños se inflama de gozo tras haberse quitado al líder que intentaba volver a hacerse espacio a base de fundar una política para acoger a otra de las manos derechas del secretario general. Traca de fuegos artificiales.
Lobato no se ha ido por culpa de Miguel Ángel Rodríguez, ya le habían excavado la fosa desde arriba, solo que las publicaciones de unos periodistas han dado pie para empujarle dentro. Ahora acudirá el viernes ante el juez ligero de equipaje, para aclarar si se utilizaron aquella aciaga noche los instrumentos del Estado para ganar ventaja política sobre el adversario, vulnerando para ello sus derechos. “Yo no creo en la destrucción del enemigo, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente”
El tiempo da y quita razones. Cada vez está más cerca ese momento. Irremisiblemente.