En Ucrania pasaron de un día para otro de escuchar en la radio recetas sobre cómo preparar la sopa kapusniak a cómo fabricar cócteles molotov caseros. Y el resto del mundo a vivir, en directo, minuto a minuto, su invasión y su guerra. La guerra, un espectáculo tan repulsivo como magnético, da audiencia. La proximidad geográfica sube el share. El miedo, ya se sabe, paraliza. También para no cambiar de canal. Aunque se repitan las noticias y solo parezca moverse el recuento de los días y las víctimas. Esto de la guerra, vaya, no tiene los tirabuzones de las series; a ver cuándo empieza la segunda temporada. Y aunque los comentarios y conversaciones que genera, también, se estandaricen y agoten. Hasta que nos aburramos, como nos pasa con todo, de entre todas esas reacciones me quedo con una pregunta hoy recurrente: ¿estarías dispuesto a luchar por tu país? En Ucrania, lo estamos viendo desde el primer día, antes incluso, cuando la invasión era todavía un delirio que no se quería creer pero para el que se preparaban ya, muchos lo están haciendo.
¿Y usted? Quizá se lo hayan preguntado. Seguramente usted mismo se lo haya planteado. Hace unos días se lo formulaban a los estadounidenses en una encuesta en la que sólo una leve mayoría, el 55%, respondía afirmativamente. En el país probablemente con más banderas del mundo, una plantada en cada jardín, y donde los políticos acaban sus discursos pidiendo a Dios que bendiga a América, solo la mitad (y eso respondiendo a la encuesta, que no es vinculante y uno puede venirse arriba...) lucharían. Algunos comentaristas, sobre todo de los medios más conservadores, veían en el dato una evidencia más de la decadencia del país, así la llaman, y de la crisis existencial y de fe de éste, también así la definían.
Hace siete años fue la última vez que la empresa de sondeos Gallup hizo su estudio global sobre cuánta gente en el mundo está dispuesta a luchar por su país. La media era del 61%. Marruecos, con el 94%, lideraba la clasificación. Japón, escaldado tras la Segunda Guerra Mundial, con el 11, la cerraba. Entre medias, países como Ucrania, donde ya un 62% aseguraba que lo haría, 3 puntos más que en Rusia; o Finlandia, con un 74 muy revelador por la fronteriza y latente amenaza rusa. Y en la parte final de la tabla, España, con un 21. Haga la cuenta hoy, con las conversaciones, a ver si cuadran los números... El caso de España, sin embargo, no es exclusivo, sino del entorno geográfico. En Portugal sube al 28 pero en Italia se queda en el 20.
¿Lucharía usted? ¿No hacerlo demuestra la decadencia de un país? ¿Es un deber legal o, por lo menos, moral de los ciudadanos? La realidad, como apuntaba en 2015 un estudio publicado en el Journal of Peace Research, es que según progresan los países, cuanto más se avanza en calidad y esperanza de vida y más oportunidades hay, menos dispuesta está la población a sacrificarse. Apreciamos más la vida humana, no solo nuestro pellejo, y aumentan también los valores morales que la protegen y que hacen menos admisible su destrucción. Y eso propicia también que la paz sea cada vez más sólida y duradera en el mundo. ¿Decadencia, por tanto, o esplendor? ¿La crisis existencial de una nación es inversamente proporcional a la madurez de sus ciudadanos? La paradoja es que esa paz y esa pérdida de voluntad de defender el propio país dejen también vía libre a los tiranos. Con eso, quizá, contaba Putin, para pasearse triunfal por Kiev. Le están fallando los cálculos. Y no puede culpar a las encuestas. Que hubiera invadido Japón. O España.