Este artículo no es ni machista ni feminista

Como cada año, este 8 de marzo “feminismo” será la palabra más repetida en España. Escucharemos una vez más a todos los portavoces políticos, de izquierda a derecha, de Irene Montero a Rafael Hernando, reivindicar el feminismo en sus ruedas de prensa. El presidente del Gobierno anunciará nuevas políticas feministas. El rey aprovechará un acto institucional para expresar enfáticamente su compromiso con la causa histórica del feminismo. Los grandes empresarios mostrarán su voluntad de aplicar medidas feministas en sus plantillas. Todos los medios publicarán editoriales feministas; los telediarios abrirán con llamamientos a favor del feminismo, y no habrá famoso, comunicador, deportista o peatón al que ese día le acerquen un micrófono y no diga con entusiasmo “por supuesto, soy feminista”.

Vale, no, que me he despistado. En el anterior párrafo cambien “feminismo” por “igualdad”, y ahora sí cuadra todo: este 8 de marzo todos los portavoces políticos reivindicarán la igualdad (incluido Rafael Hernando), el presidente del Gobierno anunciará nuevas políticas de igualdad, el rey (o la reina) declarará su compromiso con la causa histórica de la igualdad, los grandes empresarios propondrán medidas igualitarias en sus empresas, leeremos editoriales por la igualdad hasta en el ABC, el telediario hará campaña por la igualdad, y todo el que tenga un micro cerca dirá que “por supuesto, defiendo la igualdad”.

En este país hemos superado el machismo a tal velocidad que en el mismo salto superamos el feminismo, y así hemos llegado a las verdes praderas de la igualdad. No extrañe que cada vez más gente diga eso de “Yo ni machismo ni feminismo: yo igualdad”. En este país somos así, no nos van los extremos. En su día dejamos de ser fascistas pero no caímos en el antifascismo, nos convertimos en demócratas a secas, sin necesidad de integrar la memoria antifascista como en otros países. Igualmente, nos libramos del franquismo, pero lejos de nosotros la tentación de practicar el antifranquismo, pudiendo dejar a los muertos en paz.

Pues lo mismo con el feminismo: si dejamos atrás el machismo, no va a ser para hacernos feministas, oiga, que lo nuestro es la igualdad. ¿Cómo va a ser verdad eso que dicen (las feministas, quién si no) de que “si no eres feminista, eres machista”? Si aquí, salvo cuatro trogloditas en redes, ya nadie defiende el machismo. Hemos dejado de ser un país machista para ser un país defensor de la igualdad (de oportunidades, claro, no de resultados). Del rey abajo, no hay quien no se diga defensor de la igualdad. Tenemos políticas de igualdad, planes de igualdad, observatorios por la igualdad, agentes de igualdad... ¡Si hasta hay obispos partidarios de la igualdad entre mujeres y hombres!

Pero una cosa es la igualdad, y otra el feminismo, como la libertad y el libertinaje. Del feminismo hablan presidentes, reyes y telediarios solo cuando se trata de feministas en blanco y negro. Sufragistas de hace un siglo, muertas. Porque el feminismo es cosa del pasado, de libros de Historia. Estuvo bien, cumplió su papel, se lo agradecemos, les ponemos una calle. Pero ahora qué necesidad hay de ser feminista cuando estamos todos, absolutamente todos, por la igualdad.

Que sí, que siguen asesinando mujeres, y hay desigualdades, discriminación, opresión y violencia contra las mujeres (que no sabemos quiénes las ejercen, siendo como somos todos igualitarios, los hombres los primeros). Nada que no podamos arreglar renovando otro 8 de marzo nuestro tranquilo compromiso por la igualdad.

Yo mismo, aunque mi madre (feminista ella) se empeñó en darme una educación feminista, a mis hijas las educo hoy en la plácida igualdad, que en casa no somos ni machistas ni feministas.