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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

¿Qué hace una chica como tú en un espacio público como éste?

Lugo tiene casi 100.000 habitantes. Esta semana, la Policía aconsejaba a la mitad de su población no salir a solas de noche. También le aconsejaba a esa mitad que evitara calles oscuras o entrara en portales con desconocidos por la amenaza de un delincuente peligroso.

No me estoy inventando nada por muy de película que les resulte, pero así es: la Policía ha advertido a la mitad de la población lucense que no salga de casa de noche, no he cambiado ni una sola coma. Se estarán preguntando cómo es posible que una noticia tan alarmante no la hayan escuchado abriendo telediarios o en todos los periódicos del país, pues bien, se lo explico: es porque estas precauciones están dirigidas únicamente a mujeres y el delincuente no es otro que un violador.

“Ah, bueno”, dirán muchos, “tiene sentido”. Porque para muchos, que la Policía diga “no entres en portales con un extraño porque podría ser un violador” no tiene nada de raro. Suelen ser los mismos que insultan a feministas cuando confiesan que, para las mujeres, cualquier desconocido es un violador en potencia.

Los únicos delitos en los que la responsabilidad recae en la víctima son los que están relacionado con el machismo. No sólo eso, es que no se toman más medidas que ésa. Sólo a nosotras nos aconsejan constantemente y de forma condescendiente desde las instituciones. Sólo en nosotras ponen la diana para intentar parchear un problema del que no somos ni la causa ni la solución.

¿Se imaginan este consejo dirigido a políticos? ¿A jugadores de fútbol? ¿A curas? ¿Se imaginan que, además, lo único que se hace para solucionar el problema fuera eso: advertir a las víctimas potenciales?

Este comunicado de la Policía no dice otra cosa que: “Oigan, ser mujer es un peligro. Háganse ustedes responsables de este peligro y no vayan tan alegremente con sus vaginas por el espacio público como si nada, sabiendo que hay un hombre por ahí que ha decidido agredirlas. Modifiquen sus rutinas, cambien turnos en el trabajo, no vayan 'solas', vayan acompañadas: acompañadas por un hombre, claro. Si viven solas, arréglenselas para no hacerlo”.

Lo peor es que, mientras organizan este toque de queda, las instituciones no van a invertir ni un sólo céntimo en ir al foco del problema; no es que nos pidan no ocupar el espacio público pero a la vez estén diseñando de carácter urgente la forma de que esto no vuelva a pasar. No es como cuando advertían a potenciales víctimas de ETA de que miraran bajo sus coches por si había una bomba pero, mientras, se desarrollaban cientos de dispositivos, se formaba a miles de agentes y políticos de todos los colores se centraban en acabar con el terrorismo. No. No es que ésta sea una medida extrema mientras se forma con perspectiva de género al profesorado, a las instituciones, a la ciudadanía e incluso a la Policía, no. Se trata sólo de un parche, se trata de robarnos un tiempo y un espacio hasta que den con el elemento de turno, luego podremos volver a hacer vida “normalmente”, pero sólo hasta que a otro elemento le dé por aparecer. Ahí volverán a advertirnos de que nos cuidemos, de que nos encerremos, de que cambiemos nuestras rutinas.

Lo que da verdadero pavor –un miedo ya antiguo, normalizado, incrustado en nuestras cabezas–, no es el violador de turno (ése es un miedo momentáneo y añadido), sino la certeza de que después de este sujeto habrá otro, y luego otro, y absolutamente nadie está intentando solucionar el problema de raíz. Lo que da pavor es que nadie esté intentando desde ningún organismo que una mitad de la población no tenga que volver a ser advertida bajo ningún concepto del peligro que supone la otra mitad.

Y cuando detengan al sujeto X, nos dirán que podemos seguir con nuestra vida “normal”. Esto es: seguir siendo agredidas sexualmente por compañeros de trabajo, seguir siendo violadas en citas, seguir siendo acosadas por la calle... porque nos han vendido que el malo de la película es un desconocido con pasamontañas agazapado en un portal, pero no un juez que te pregunta si “cerraste bien las piernas”, no tu pareja presionándote y culpabilizándote porque hace dos semanas que no lo hacéis, no tu amigo intentando emborracharte para ver si con suerte esta vez “te dejas”. No son conscientes (o no quieren serlo) de que atajando el primer problema solucionarían todos los demás, porque están motivados por lo mismo: el machismo.

Estamos en el mismo bucle del que parece imposible salir: mientras los agresores sean desconocidos y actúen en portales de forma sibilina quédate en casa, porque esas violaciones son las malas, son las que le duelen hasta a los cuerpos de seguridad. Cuando son agresiones que suceden en tu propia cama y/o a la luz del día y/o a la vista de todos, entonces relájate, porque eso no es un problema; ahí sí, sal a la calle, a nadie le importa.