Nos atracan y nos dejamos. Con comisiones abusivas. Por ingresar nuestro dinero. Por retirar efectivo a través de un cajero. Por tener tarjeta de débito. O de crédito. Por hacer transferencias. Por un supuesto mantenimiento de la cuenta corriente. Por la gestión para firmar un crédito. Por cancelaciones anticipadas parciales o totales de nuestras hipotecas. Por intereses de demora. Por descubiertos. Y hasta por respirar, si nos dejáramos.
¡Arriba las manos!, esto es un atraco. Lo perpetran a diario los bancos con nuestro consentimiento. Y, por supuesto, con la mirada gacha de los poderes públicos. Ah, y no se olviden de que ya ni podemos pisar una oficina bancaria. Toda gestión se debe hacer por teléfono. O por la web. O por la App. El afortunado que tenga la suerte de que un humano -y no una máquina- le conteste cuando marca el número de su oficina bancaria es porque habrá pasado hora y media escuchando música de espera y maldiciendo contra los beneficios de las entidades financieras, contra el cierre de sucursales bancarias o contra las jubilaciones anticipadas de sus empleados.
Y esto que los resultados de los nueve primeros meses de 2022 que han presentado los grandes bancos españoles registran fuertes subidas en sus ya de por sí abultados beneficios. Si hay alguien que siempre gana es la banca. Las seis entidades cotizadas del país sumaron la friolera de 16.014 millones más que en el mismo periodo de 2021. De ellos, 5.863 millones corresponden a la actividad bancaria en España, lo que es un 31% más de lo que anotaron hasta septiembre del año anterior. Exactamente, 1.400 millones más a costa de la crisis que tiene ahogadas a millones de familias y que son, euro arriba o euro abajo, los que tendrán que abonar las seis principales entidades por el impuesto extraordinario con el que el Gobierno gravará los beneficios extra, por la subida de los tipos de interés.
Hablamos de un gravamen que el sector amenaza con recurrir ante los tribunales porque, en su opinión, “no ofrece seguridad jurídica, no ayudará a contener la inflación y reducirá en 50.000 millones de euros el crédito”. Lo de arrimar el hombro es un concepto cuyo significado no conocen las entidades financieras ni sus cúpulas directivas, que son, por cierto, las mejor pagadas de Europa ya que en 2020 percibieron una media de 2,178 millones de euros entre remuneración fija y variable, según datos de la Autoridad Bancaria Europea.
La misma banca que fue rescatada con 58.000 millones de euros de los impuestos de todos los españoles en la pasada crisis financiera y que no ha devuelto más que 6.000 -según el FROB- es la que amenaza ahora con una batalla judicial para librarse de una contribución temporal a la solidaridad y la misma que lleva años sin devolver el dinero que cobró indebidamente a sus clientes mediante comisiones abusivas como la cláusula suelo de las hipotecas o los gastos de notaría, registro o tasación.
A estas alturas nadie puede sorprenderse de la falta de escrúpulos del sector que peor trata a sus clientes, pero sí de que un Gobierno progresista presente como un hito el acuerdo alcanzado con el sector para que a través de un Código de Buenas Prácticas se reduzca el pago de las cuotas hipotecarias a las rentas de hasta 29.400 euros. Aunque la medida se haya presentado como el bálsamo de Fierabrás contra la subida de los tipos de interés, no es obligatoria sino que dependerá solo de la voluntad de cada entidad. Esto, sin hablar de que una rebaja de la cuota puede aliviar la carga financiera inmediatamente, pero supondrá pagar el préstamo durante mucho más tiempo y, en consecuencia, a hacer frente a más intereses. Pues aun así, a los consejeros delegados de los grandes bancos les parece que gravar con un 4,8% el margen de los intereses y las comisiones que cobrarán a sus clientes durante los próximos dos años será “negativo” para la economía, el empleo y el crédito.
La banca nos toma por idiotas, el Gobierno mira hacia otro lado y la sociedad transige, y no solo con la voracidad de un sector rescatado antaño con el dinero de nuestros impuestos, sino también con el maltrato sistemático que ejerce sobre sus clientes.