Si podemos sentir que merece la pena seguir siendo humanos, aunque esto no tenga ningún resultado positivo, los habremos derrotado
No es ficción. Cuelgan a una mujer desnuda de unos ganchos por las manos, grita desgarradoramente, se revuelve, alguien saca un enorme cuchillo y la abre en canal como a una res, viva, en una agonía grabada lenta y atroz. Le obligan a verlo. Más de una vez. Hasta que sale un video en el que un hombre amarra las extremidades de un bebe y lo asesina en directo, para abrirle después el pechito y comerse ante sus ojos el pequeño corazón aún palpitante. No es ficción. Violaciones brutales con destrozos internos visibles. No es ficción. No puedes cerrar los ojos, tienes que seguir, tu trabajo depende de ello. Individuos que mutilan a otros seres humanos o que se automutilan. No es ficción. Continua. Más horas al día, más deprisa. Otro día en la oficina. Alguien corta en vivo a otra persona y se come las tajadas. Un tiro le arranca la cabeza a una persona que ya no quiere seguir viviendo o que sí quiere y es asesinada. No es ficción. No lo cuentes porque te podemos despedir. Es una profesión nueva. ¿Una profesión? Lo hacen por usted.
Un día más, un bucle de atrocidades mayor. Sí, es por usted. Es necesario para que su red social preferida esté más o menos limpia de la inmundicia que sólo el hombre es capaz de producir. Son jóvenes que están siendo literalmente destrozados en su humanidad en algún lugar de Barcelona. Tan cerca y tan lejos. Moderadores de contenido, los llaman. Los usamos como basurero de lo más ignominioso de la naturaleza humana. Su psique es destrozada con precisión por unos 1.700€ netos al mes para que usted siga viendo gatitos y videos chistosos. A veces le saltará algo horrible, porque no siempre llegan, porque las aberraciones giran por la red hasta que alguien las denuncia o hasta que un bot las detecta. No siempre pasa. En una de las subcontratas que realizan este trabajo sucio para un gigante tecnológico hay simultáneamente 400 personas de baja. Dolor psíquico. Trauma. Angustia y ansiedad. Agorafobia. “Prueba a verlo como si fuera una película”, es el pobre consejo que les dan sus asesores psicológicos y vuelta a la rueda. No es ficción. Es la mierda más monstruosa que puedan imaginar y aún más.
Esta semana uno de ellos ha tenido su primera victoria al ver reconocidos como accidente laboral los trastornos psiquiátricos que sufre por haber accedido a tan novedosa profesión. Un juzgado de lo Social daba la razón al trabajador y al INSS sobre que las secuelas que sufre no son una enfermedad común. Es sólo la punta del iceberg de un problema de amplio calado que nos atañe como sociedad y que atañe a los políticos que claman un día y otro por la protección de la salud mental. No es un caso aislado, el abogado que ha conseguido este hito en los tribunales, Francesc Feliu, tiene una veintena de clientes más y siguen llegando, porque a pesar del miedo y de las cláusulas draconianas de confidencialidad son muchos los que empiezan a comprender que ningún llamado trabajo vale el perderse a sí mismos posiblemente para siempre.
¿Es tal cosa un trabajo y los resultados una enfermedad profesional? De serlo, ¿hay quien pueda sustraerse a los destructivos efectos sobre la psique y la salud mental? Feliu no se ha detenido en las batallas laborales de una actividad cuya absoluta desprotección laboral indignó a la Inspección de Trabajo. El abogado barcelonés ha presentado una querella, que lleva tres meses pendiente de admisión por el Juzgado de Instrucción 29 de Barcelona, por delitos contra la integridad de los trabajadores y lesiones por imprudencia. No creo que la Justicia se pueda negar a investigar una actividad de tan alto riesgo para la propia esencia humana de quienes son sometidos a ella. Llegarán más. Y resulta inquietante que las autoridades laborales no se hayan planteado si esta forma de tortura psicológica moderna, esta arma de destrucción de seres humanos, es en verdad un trabajo más digno y más aceptable que meter inmigrantes hacinados y atados en un sótano a coser ropa barata, algo que nadie asume como normal.
Un desmembramiento es un punto 10 de contenido no admisible. ¿Esa violación brutal con palos, estacas y otras mierdas es punto 8 o punto 7? Alaridos que pueblan la cabeza, vuelven en sueños, invaden con su terror toda la vida de estos modernos censores llamados a protegernos. Todo depende de hasta dónde sea el ser humano capaz de llegar. “Moderar contenido inapropiado online es un trabajo vital que debe hacerse para proteger a los usuarios inocentes […]”. Así definen el trabajo las consultoras que los reclutan. ¿Usuarios inocentes? ¿Son pues culpables los jóvenes abocados a aceptar tales empleos? ¿Son peores que usted o que yo? ¿Cuántos podemos sacrificar para mantenernos a salvo? A lo mejor no les pasa a todos, puede que aleguen. Lo difícil es que no les pase y si llegan a acostumbrarse a lo que ven, si dicen que no les afecta, mejor no acercarse mucho a ellos.
En algún lugar de Barcelona, según cuentan los testigos, hay gentes que se han vuelto adictas al sexo más violento y depravado a fuerza de verlo en el trabajo y se masturban por los rincones de la empresa o se drogan en los baños o hacen todo aquello que no verían en ningún otro lugar de trabajo. No sólo pasa en España, los pleitos por daños de estrés post traumático se suceden en un país y en otro y en la moderación de una red y otra. Los jefes lo saben y los jefes de los jefes, los grandes de Silicon Valley, lo saben mejor que nadie, pero es parte del negocio. “Estamos acostumbrados a ver contenido sensible en internet. Pero lo hacemos de forma esporádica. Este trabajo sería estar consumiendo ese tipo de contenido siete horas al día cinco días a la semana. Y estás obligado a escucharlo con audio, con los gritos y los llantos, lo que lo hace aún más duro”. Una y otra vez. Un día y otro. ¿Es un trabajo? ¿Qué precio debe pagar la sociedad en seres humanos por mantener las redes sociales y evitarnos el trauma a nosotros?
Y la siguiente pregunta es: ¿qué pasa con estos delitos? ¿Alguien los persigue? ¿Son denunciados por las redes sociales a la policía? ¿Pagan alguna vez sus abominaciones? No lo sabemos. Los moderadores reportan a sus jefes en una organización lineal y jerárquica. Se supone que ellos están encargados de manejar los delitos que reportan pero, ¿los denuncian? ¿Todos? Detenido un pederasta de 32 años en Vallecas que maniataba y violaba a su bebé de seis meses y luego lo compartía. Esta misma semana. Es posible que algunos de estos horrores inhumanos sí procedan de esa colaboración, pero no tenemos constancia de que otras sevicias, asesinatos o torturas sean denunciadas y perseguidas. No lo sabemos. Las subcontratas y las empresas tienen cero transparencia y cero accesibilidad. Dan trabajo. ¿En serio?
Si quieren saber cómo destruir de forma sistemática seres humanos sólo tienen que acudir al menú de trabajo de estas contratas de moderación. Lo hacen por nosotros. Es necesario, nos dicen. El que piense que el fin no justifica los medios no puede aceptar este estado de cosas. Es hora de meterle mano a este avispero, aunque afecte a empresas muy poderosas y aunque amenace nuestros chiringuitos de evasión masiva. Nadie merece que se destruya a personas para salvaguardarlo. Ni usted ni yo. Sólo quien ya se ha deshumanizado puede pensar que sí.