Ciudadanos votó sí porque para eso se inventó y volverá a votar sí en agosto porque no le queda más remedio. Era visto, como decimos na Mariña de Lugo. Ni sus votantes, ni los poderosos aliados que les han ayudado a llegar hasta aquí, entenderían que hiciera otra cosa.
El único que no se puede permitir otras elecciones es Albert Rivera. Su problema no está en Rajoy, ni en llegar a un acuerdo con el PP. Su único problema reside en explicarlo y convencernos de que lo hace por nosotros, por nuestro bien; no por el suyo o el de su partido.
Rajoy le está poniendo muy fácil la construcción de un relato donde Albert Rivera aparece presentado como ese líder responsable y hombre de Estado que va cediendo y acordando soluciones sensatas “para poner España en marcha” y evitar el ridículo de unas terceras elecciones. El objetivo final es que nos quedemos preocupados y compungidos por él, como ese novio o novia que realmente se cree que su pareja le deja para que sea más feliz y pueda encontrar su verdadero amor.
Filtrar esa mentira descomunal de que los populares propusieron, en serio, a Dolores de Cospedal o a Jorge Fernández para la Presidencia del Congreso, o cargarse a la pobre Celia Villalobos, forman parte del ritual de sacrificios y cabezas cortadas que conviene suministrarle a Rivera para que pueda intentar vendernos cómo el cambio y la regeneración ahora se llaman Mariano Rajoy. Al líder popular tampoco le viene mal disfrutar de la posibilidad de poder hacer un poco de limpieza echándole la culpa de todo a los naranjas. Negocio redondo para ambos
La noticia ya no es que Mariano Rajoy se presentará a la investidura con los 170 votos que suman los populares y Ciudadanos. Desde el primer día parecía posible y más que probable. La noticia empieza a ser que, a este paso, el presidente en funciones parece capaz de presentarse con la abstención de los nacionalistas conservadores en el bote. Algo que parecía bastante más difícil e improbable. Después de condenar y demonizar a cualquiera que se acercase siquiera a hablar con ellos, Rajoy cierra un acuerdo en horas con los convergentes dándoles el mismo grupo parlamentario que a otros les niegan. Los barones socialistas tienen mucho que aprender aún del maestro.
Mientras la derecha va tomando posesión del mando en las instituciones, la izquierda se lía en otra de esas farragosas disputas y estúpidos relatorios sobre quién fue más desleal con quién y quién fue más cabrón con quién ayer, pero hoy se ofrece para mostrarse más generoso que nadie. Si yo fuera Mariano Rajoy empezaría a pensar ya en mi tercer mandato. Para poder irme de vacaciones ahora, en agosto, con todo organizado como Dios manda; que después todo son prisas.