Si no puedes salir del túnel, decórate el túnel, dicen en Italia, tan acostumbrados a la resistencia, visto que la reactividad sirve para debates orales en cualquier calle pero no logra cambiar las cosas. Se cumplen tres semanas de la riada de València y la capacidad de resiliencia y estoicismo se ha multiplicado. València se ha 'italianizado' según el tópico, no hay tiempo para pensar, solo para adaptarse. Quien no tiene autobús para moverse ha encontrado a un cuñado que le recoja todos los días en Picanya y lo lleve a València. Una familia lleva dos semanas durmiendo en el sofá de los papás de una amiga del colegio de sus hijas. En Catarroja, si no hay agua caliente, se va a casa del novio en Picassent a ducharse. Si te han puesto las clases de secundaria online y el ordenador se lo llevó por delante el agua, pides uno prestado o te subes a casa de la vecina. Si hay un bache en la zona cero no se llama al ayuntamiento, se esquiva. Si hay dos baches, se cambia de carretera. Si no hay carretera, se camina.
Si alguien ha tenido “la sensación” de que la ayuda no llegaba, como dijo Carlos Mazón en su insensible discurso ante Les Corts, es simplemente porque la ayuda no había llegado. Ahora ha llegado, pero es insuficiente.
València, aún en estado de shock y más enfangada de lo que se ve en la tele, intenta resolver su nueva 'anormalidad' a la espera de que algo cambie en un lento mejorar que pasa por pedir las ayudas o encontrar un coche de segunda mano. Hay pueblos, como Utiel o Chiva, que van encaminados a salir del túnel–donde han ido precisamente los reyes– pero en València hay un submundo de fango que pervive y atrapa. La manera de resistirlo, dicen todos los afectados, es pensar, como mucho, en mañana. Ante la falta de solución inmediata se ha construido una inmensa y espontánea cadena de favores particulares que ha respuesto un cajón de carencias, vaciado por la falta de logística y priorización del Consell de Carlos Mazón desde el día siguiente a la desgracia.
El president, detractor público de la poderosa misión de la política y la necesidad transformadora del Estado, ha llamado a un reconocido teniente general para que le ponga orden y galones. Hay que ser muy valiente y entregado para entrar de vicepresidente en un gobierno zombi, así que solo se puede dar las gracias a Gan Pampols por, como poco, intentarlo. Ya ha avisado que viene a la logística, no a hacer política, por si alguien piensa que la estrategia de toda la reconstrucción no va a seguir en manos de su legítimo responsable. El mismo que fue votado el 26 de mayo de 2023 y del que ahora desconfían hasta en su propio partido. El teniente general no va a decidir a quien se adjudican los contratos de emergencia, ni a cesar incompetencias y promover excelencias, ni a ordenar los departamentos de la administración autonómica. Puede aportar mucho, ojalá así sea, pero de momento no puede hacer milagros.
Mazón –días después de su osadía de criticar a la UME que salvó a decenas de ciudadanos– admite su debilidad política y de gobierno al necesitar del conocimiento de las fuerzas armadas, que aplicaran método y sistema a lo que hasta ahora ha sido improvisación y desorden en un Consell desbordado. L'Horta Sud necesita que se note pronto. El president, tan proclive a repartir culpas –la consellera inoportuna, la consellera que sí estuvo allí, la CHJ que envió mails–, debe saber que la presencia del teniente general retirado no anula la suya, que sigue siendo el gestor de la tragedia, como lo era el día 29, aunque quiera pasar por representante en lugar de por gobernante. El responsable político de la reconstrucción es también él, por si luego tiene la tentación de hacerle a Pampols 'un Aemet'.