No está de más recordar que a los cinco días de su triunfo, en una intervención en el Parlamento Europeo, Nigel Farage le dijo a sus compañeros: «Todos os reíais de mí. Bueno, pues debo decir que ahora no os reís, ¿verdad?». Poco después dimitió dando una excusa que más o menos verbalizó con un juego de palabras en el que intentaba expresar que después de conseguir que Gran Bretaña dejara la Unión Europea él podía regresar a casa, «volver a la vida [sic]».
Casi un año después de concretada la fractura, desde el continente se manifiesta la fuerza de la unión con imágenes agónicas como la de los mandatarios con el Papa Francisco en la Capilla Sixtina, poniendo por delante la fe en lugar de articular un relato desde la Ilustración: si la Revolución Francesa llegó bajo el imperio de la razón hegeliana pareciera que hoy los dirigentes del del proyecto europeo depositan toda la fe en el populismo religioso.
A la semana siguiente de esta reunión, otra imagen desde el continente demostró poca fortuna en el modo de encarar la fractura ante el Reino Unido. En su cuenta de Twitter, el negociador europeo para el Brexit, el francés Michel Barnier, aseguraba que la Europa de los 27 (ya sin los británicos en el equipo) estaba lista para poner manos a la obra, es decir, la amputación. En la foto, todos sonrientes, con Barnier a la cabeza del grupo, los integrantes de su equipo intentan ofrecer tranquilidad y seguridad a los ciudadanos. Recuerda a carteles publicitarios que suelen exhibirse en las paradas de autobús de las ciudades americanas en las que los bufetes de abogados ofrecen sus servicios para resolver pequeños conflictos vecinales.
Cada vez más lejos de la Europa de los ciudadanos.
La politóloga Nancy Fraser señala que el capitalismo financiero, causante de la volatilidad social que nos empuja desde el neoliberalismo a los neopopulismos, ha mercantilizado la reproducción social que otrora estaba socializada a través del Estado de bienestar. Fraser entiende la reproducción social como las relaciones que se dan de manera vertical en el marco familiar, como el cuidado de un mayor o la crianza de los pequeños y las transversales, las relaciones barriales o sociales en el marco comunitario.
Ante la crisis extrema de estas relaciones, el volver a imaginarlas, el ejercicio de su reinvención puede que deba ponerse en práctica desde el suelo de las pequeñas comunidades ya que el techo global es inalcanzable e, irremediablemente, ajeno a los ciudadanos. Los servicios del negociador Barnier y su equipo están muy lejos de restaurar la grieta social; el acto de fe de los dirigentes europeos en el Vaticano da cuenta del alcance de su gestión.
Las experiencias de las confluencias ciudadana que se van asentando en ciudades como Barcelona o Madrid pueden dar un nuevo marco de posibilidades para reinventar las relaciones que define Fraser. Los movimientos como las mareas o las plataformas de reivindicación social operando desde lo común, pueden aportar una nueva caja de herramientas con las que comenzar un lento pero firme trabajo de creación y restauración social. Desde los ámbitos más reducidos buscando la integración en una red más amplia. El movimiento inverso ha destruido la vida cotidiana.
En lugar de insistir con el cielo, puede que en la tierra haya alguna posibilidad.