Repsol ya tiene su Prestige particular en las costas peruanas. Al desastre ecológico de zonas medioambientales contaminadas y fauna marina moribunda le ha seguido el desastre social de miles de pescadores pobres despojados de su fuente de trabajo tras el derrame de petróleo del sábado pasado. ¿Qué ha hecho al respecto la empresa multinacional energética y petroquímica con sede social en Madrid, y una de las mayores responsables del cambio climático en el mundo? Mentir.
Desde que el sábado el fuerte oleaje ocasionado por la erupción del volcán submarino en Tonga, que no fue advertido ni comunicado a tiempo por la negligente Marina de Guerra del Perú, desencadenara la enorme fuga mientras se descargaba de un buque proveniente de Europa, el accionar de la petrolera española ha sido vergonzoso y el silencio de los medios de comunicación, nacionales e internacionales, cómplice.
Repsol ha intentado en primer lugar disimular su papel de operador de la refinería responsable del siniestro, La Pampilla, y luego ha procedido a divulgar información falsa: no fueron 7 galones los vertidos al mar como dijeron en un inicio. Ha tenido que salir el ministro de ambiente del Perú para aclarar que fueron en realidad 6 mil barriles, es decir 250 mil galones. Una auténtica tragedia medioambiental que ya cubre más de 18 mil metros cuadrados y afecta la Zona reservada de Ancón y parte de la reserva nacional isleña que es refugio de aves guaneras. Finalmente han sido los propios pescadores y colectivos de ecologistas los que han denunciado los hechos mediante videos en los que pueden verse las olas espesas de mar ennegrecido y a los animales recalando agónicos en la orilla.
Puesta en evidencia a Repsol no le ha quedado otra que apechugar pero lo ha hecho enviando un comunicado sin el logo de la empresa, en el que dicen estar haciendo todo lo necesario para reparar los cuatro días que lleva expandiéndose el crudo por el litoral limeño. Sin embargo, un alcalde de la zona ha denunciado que su control de daños ha consistido en enviar apenas un puñado de trabajadores que están usando palas y recogedores como los que usamos en casa para recoger el polvo. La indignación a esta hora es brutal. ¿Es todo lo que van a invertir en reparar lo ocurrido?
Los pingüinos, aves, nutrias, cangrejos y peces intoxicados de las 22 islas y once puntas entre la costa y el océano que configuran un área clave para el mantenimiento de la diversidad biológica, ya flotan inertes a lo largo y ancho de la mancha negra, mientras las especies que han logrado ser rescatadas con los picos, alas y patas impregnadas de petróleo, han sido llevadas de urgencia al zoo de la ciudad. Los expertos, sin embargo, dicen que la recuperación del mar podría tomar mucho tiempo.
¿No sería este desastre un escándalo internacional, no estaría en todas las primeras planas de los medios españoles y no en una pequeña nota al margen, si no hubiera ocurrido en un país de América del sur y a manos de una poderosa empresa petrolera y energética española que suele limpiar su imagen en la prensa diaria?
Repsol podría enfrentarse a una multa de 35 millones de dólares si se confirma el delito de contaminación ambiental, una bicoca para la empresa. Y ¿qué pasará con el impacto social? ¿Se harán cargo? Un millar de pescadores protestaba el jueves en la zona. Repsol no ha podido librarse, aunque lo intentara, en esa primera ronda de denuncias. Ya la Fiscalía Especializada en Material Ambiental ha abierto una investigación pero sabemos los enormes intereses económicos que hay detrás empujando para que los verdaderos responsables no sean culpados. Y se repetirá la historia. Esperamos que no.