La mentira corre por las venas de los dirigentes del Partido Popular. Lo que estamos viendo estos días no es más que la obscena escenificación de su única verdad: cualquier método, por sucio que sea, será usado para alcanzar o permanecer en el poder. Y si lo que vemos hoy nos escandaliza, nunca deberíamos olvidar lo que hicieron con los españoles durante los días, meses y años que siguieron a los atentados del 11 de marzo de 2004. A pesar de la conmoción mundial, a pesar de los 192 muertos y los casi 2.000 heridos, no les importó mentir. Tampoco, como estamos viendo ahora, les ha temblado el pulso en estos años de pandemia.
Hoy sabemos (y se resume estupendamente en un documental que Netflix estrena el próximo miércoles 23 de febrero) que mintieron interesadamente, que retuvieron la información de la que disponían porque temían los efectos que la verdad podía tener en sus posibilidades electorales, que engañaron incluso al responsable de los espías españoles, Jorge Dezcallar, al que no convocaron al gabinete de crisis y al que ocultaron hasta el último momento las primeras pistas y detenciones que conducían inexorablemente a una autoría yihadista de los atentados.
En la mañana del 11M, Alberto Ruiz-Gallardón, en esos momentos alcalde de Madrid, llamó a Baltasar Garzón, juez de la Audiencia Nacional y le dijo: “Qué cabrones estos de ETA, Baltasar”, a lo que el juez respondió: “No ha sido ETA, no es su modus operandi y no tienen suficientes efectivos para haber hecho un atentado de estas dimensiones”.
En esos mismos momentos, durante los siguientes días y aún hoy, José María Aznar, que era el presidente del PP y del Gobierno de España, también mintió y lo sigue haciendo. Engañó incluso a los directores de los periódicos más importantes, a los que llamó personalmente al final de la mañana asegurándoles la autoría de ETA. Esperanza Aguirre, por entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, ayudó a mantener por años la mentira, alimentó económicamente a los medios que la amplificaron desde los presupuestos que controlaba a través de la publicidad institucional y los patrocinios. No puede extrañar a nadie que los cachorros de esta pareja políticamente infame sean los que mandan hoy en el Partido Popular. Y no solo ellos, también sus excompañeros de Vox contaron antes de su salida del PP con el apoyo y comprensión de este dúo siniestro.
En el documental, en el que participan heridos en los atentados, padres y hermanos de fallecidos, policías, miembros de los servicios de emergencia, políticos y el investigador Fernando Reinares, uno de los máximos expertos españoles en terrorismo, también hablan, hablamos, algunos periodistas. Porque si las pérdidas humanas fueron la principal tragedia de las explosiones en los trenes, la manipulación posterior impulsada desde varios medios de comunicación (principalmente El Mundo de Pedro J Ramírez y la COPE de Jiménez Losantos) y jaleada por los dirigentes del Partido Popular, produjo una herida de credibilidad que el oficio periodístico español nunca logró cerrar. Aún hoy, tanto tiempo después, ni los políticos que mintieron, que son muchos y sus declaraciones están grabadas, ni los periodistas que inventaron han pedido perdón o reconocido sus errores. Muy al contrario, siguen teniendo tribunas privilegiadas y defendiendo sin pudor a los nuevos protagonistas de los desmanes de una parte de la derecha española.
De Pablo Casado, que llegó a ser jefe de gabinete de Aznar, sabemos que Esperanza Aguirre decidió un día que había que decorarle el currículo y le pegó un empujón para que terminara Derecho en el Centro Universitario Cardenal Cisneros, dependiente de la Comunidad de Madrid. Sabemos que tampoco le hizo ascos al famoso máster que le costó la vida política a Cristina Cifuentes. Nos enteramos, también, que su posgrado en Harvard resultó ser un fin de semana de charlas en el barrio madrileño de Aravaca. Con estos precedentes a nadie puede sorprender el final de su historia. Tampoco augura nada bueno el currículo de Isabel Díaz Ayuso. Respaldada públicamente una y otra vez por Aznar, es un producto made in Aguirre, que nunca oculta su admiración por ella. Ojalá lo que está pasando estos días ayude a comprender a los que de verdad manejan los hilos de la derecha que no hay atajos buenos y que lo que necesita España y será beneficioso para todos, ellos incluidos, es tener una derecha decente y democrática que frene a los fascistas y pueda gobernar sin romper los pactos de convivencia que están a punto de saltar por los aires.