Decía hace unos días en Twitter una colaboradora de OK Diario lo siguiente:
“No he visto nada más absurdo y discriminatorio que las listas ”cremallera“. Las mujeres como cuota. Las mujeres como reclamo”.
“Sólo hay una fórmula capaz de lograr la igualdad real profesional (y salarial): capacidad (talento) + dedicación (trabajo). Ni más ni menos”.
No es nada nuevo, por otra parte, leer perlas parecidas provenientes de los autoproclamados “liberales en lo económico”. La incapacidad que tienen para analizar la realidad de la mayoría social es apabullante. Incapacidad de analizarla o interés en invisibilizarla, según si hablamos de personas como esta mujer o si el discurso viene directamente de Albert Rivera. Su visión del mundo se reduce a su propia experiencia, sin tener en cuenta las desigualdades reinantes, ignorando desde la de género hasta la de clase. Sólo se preocupan, como buenos individualistas, de que a ellos así les va bien. No piensan (o no quieren dejar ver) que su “éxito” viene más determinado por cuestiones como su género, su clase, su color de piel o su país de procedencia (quizá por eso duele más cuando el discurso viene de una mujer o de alguien de la clase obrera). Pero por más que repitan hasta la saciedad que la fórmula del éxito es la de “esfuerzo + talento” no va a ser más cierta.
Decir que quienes ascienden o consiguen triunfar en España (o en el mundo) lo hacen por meritocracia, es decir que si las mujeres no ascienden o tienen desigualdad salarial, es porque ni tienen talento ni se esfuerzan los suficiente. Esta fórmula del éxito de los neoliberales para acabar con la desigualdad de género es una trampa que ya usó el capitalismo para acabar con la lucha de clases, y que ahora sale para acallar el auge del feminismo.
Los neoliberales, que son muy de ponerte siempre de ejemplo a Amancio Ortega cuando de desigualdad social se habla, no hacen ninguna lectura más allá del resultado: Amancio Ortega era pobre y ahora está en la lista Forbes, ergo el capitalismo funciona, y esfuerzo y talento es lo único que necesitas. Ni por casualidad se plantean que para que haya un Amancio Ortega es necesario un sistema (el capitalista y liberal, precisamente) que permita que un solo señor del primer mundo pueda explotar a miles de bangladesíes en sweatshops, y hacerse de oro mientras les paga al mes (si sobreviven) lo que él gana con la venta de una sola camiseta. Para el neoliberal, el fin justifica los medios, claro, pero sólo porque ellos son el fin, y los medios, las tres cuartas partes del planeta.
Lo mismo pasa cuando extrapolan su mensaje al feminismo. Nada de cuotas, nada de listas cremalleras, nada de diferente trato para sectores desiguales, porque eso es injusto para los ya privilegiados. ¿Y dónde quedarían sus privilegios si desaparecen las desigualdades? El problema realmente es que ese mensaje que beneficia sólo a unos pocos cale tanto entre los sectores desfavorecidos. Ciudadanos, por ejemplo, como buen partido liberal, tiene bastante presente que tratar de igual de forma a dos sectores desiguales es en sí discriminatorio, y eso dejará los privilegios donde están y para los que están, por eso tiene la misma opinión con respecto a las cuotas o a las listas cremalleras que la arriba citada.
Hacer creer que con las listas cremalleras se discrimina al hombre y se acaba con la meritocracia es lo mismo que decir que las mujeres no reúnen los suficientes méritos para ocupar cargos o que no se esfuerzan lo suficiente. Es curioso, porque el liberalismo nunca niega que exista desigualdad pero, a la vez que te la reconocen, defienden que para deshacerse de ella sólo es necesario talento y esfuerzo, es decir, están pidiendo a las personas que no están en igualdad de condiciones que ellos mismos (ya sea porque son de procedencia pobre, porque tengan diversidad funcional, por ser mujer y sufrir brecha salarial, etc) que multipliquen sus esfuerzos y talentos (?) para saltar todos sus obstáculos y así llegar al mismo sitio donde ellos cayeron -la inmensa mayoría- por casualidad.
La intencionalidad de este discurso, en partidos como Ciudadanos o Partido Popular, nunca ha sido otra que la de crear la percepción entre las personas desfavorecidas de que la culpa de su situación es sólo suya por no esforzarse o no tener talento o aptitudes para vivir mejor de lo que lo hacen. Nada les viene mejor a lo privilegiados que el hecho de que el oprimido piense que su situación es exclusivamente culpa suya, así no se rebelará contra ellos y el sistema que los tiene arriba y, por tanto, todo seguirá igual. También con el discurso anti-paridad y las vueltas a la palabra “meritocracia” lo que pretenden -y consiguen- es que muchas mujeres vean ahora injusto y/o vergonzante que haya sitios donde es obligada la presencia de mujeres. Sienten que se les está regalando algo por el simple hecho de ser mujer, sin pensar que es justo al revés: esa meritocracia de la que habla el liberalismo rara vez ha existido; y para comprobarlo sólo hay que echar un vistazo a los gobiernos y empresas de todo el mundo, y ver cómo siempre han estado dirigidos por hombres por el simple hecho de serlo.