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Tantos a mil y Marlaska a menos cero

25 de agosto de 2021 21:58 h

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“Unos tanto y otros tan poco”

La cosa pinta ya muy mal en Afganistán mientras escribo estas líneas. Los talibanes se han dado cuenta de que por esa vía abierta del aeropuerto se les escapan entre las manos aquellos a los que odian y hasta los que les serían necesarios para mantener el país, porque un país precisa de sus cuadros más formados y esos aviones que despegan son una hemorragia de médicos, ingenieros, abogados, jueces, fiscales y de todo aquel que sabe lo que le espera. Pinta mal y es harto probable que nos quedemos a medias, que no sea posible ayudar a todos y eso es particularmente jodido cuando tienes en tus manos sus nombres, sus caras, sus documentos. Aun así, el Gobierno no ha dejado de expedir salvoconductos, aunque todos tememos que cada instante devenga más imposible que sus poseedores los hagan efectivos.

Aun así creo que debemos estar contentos. Yo lo estoy. Es un gran país y un gran gobierno el que hemos testado estos días. No se trata de medallas sino de reconocimientos. Mano a mano. Les hablo de lo que tengo constatado en una parte sólo del dispositivo. Asociaciones y organizaciones de ayuda que proporcionan los datos desde el terreno (14Lawyers, Moving Artist y tantas otras) pero también la División de Emergencia Consular -que aunque tardó en arrancar los primeros días, se ha volcado después sin medida- el Ministerio de Asuntos Exteriores y el propio gabinete del ministro y su director; el Ministerio de Presidencia, el Ministerio de Defensa con la ministra y su jefe de Gabinete y los militares al cargo; la fiscal general del Estado y el secretario técnico de la FGE; el secretario de Estado de Justicia y la ministra del Justicia; la directora general de Cooperación Jurídica Internacional y Derechos Humanos; la Secretaría de Estado de Comunicación; la Unión Progresista de Fiscales, MEDEL (Magistrats européens pour la démocratie et les libertés), miembros de estas organizaciones y personas anónimas, periodistas, abogados prestigiosísimos y decenas de personas de este país y de otros que se han volcado para localizar y contrastar la identidad de personas amenazadas, contactarlas, buscar la vía de salvarlas.

Me dejo muchos, sólo he mencionado a aquellos con los que he tenido más contacto. La salida ha sido todo lo eficaz que se ha podido, la acogida en Torrejón, impecable. La ubicación de los refugiados en diversos lugares de la geografía, un prodigio de rapidez y de eficiencia con la colaboración de ACNUR y Cruz Roja. Tenemos motivos para estar orgullosos y tenemos motivos para estar tristes porque todos sabemos la alegría infinita que proporciona saber que una persona más está a salvo y el remordimiento de pensar que tal vez esa otra, tal vez pudiste hacer más… Y es que seguimos teniendo sus fotografías y sus teléfonos en los móviles y las noticias fehacientes de que los talibanes van a ahogar este puente aéreo de solidaridad.

Ese que no tienen otras muchas instancias que deberían haber estado ahí además de hacer comunicados desde su lugar de vacaciones. A veces hay un eco de vacío ¿No tenía el CGPJ algo más que aportar que una breve nota pidiendo que alguien hiciera algo? ¿Y el Consejo General de la Abogacía? ¿Qué han hecho algunas asociaciones profesionales, no se podían haber implicado más? Cada uno sabrá. Recuerden siempre que España no ha evacuado sólo a sus colaboradores sino que está evacuando a personas gravemente amenazadas que nada tenían que ver directamente con nuestro país. Ahí es donde brilla la diferencia entre esa Holanda que se largó de la embajada sin avisar ni a sus trabajadores y el esfuerzo abierto, comprometido e impecable que está haciendo nuestro país.

Y mientras todo este maravilloso encaje de coordinación y de espíritu de ayuda y colaboración -porque eso es lo que ha primado- se desarrollaba, en el otro costado, mirando por el rabillo del ojo uno podía ver el desastre organizado por el patoso ministro del Interior en Ceuta. Casi es imposible pensar que el mismo Gobierno alberga tanta grandeza y tanta coherencia y que ésta convive con tanta vergüenza como el titular de la cartera de Interior nos ha hecho padecer en una cuestión tan de derechos humanos y tan sensible como la otra. Ambas cosas juntas producen una sensación de extrañamiento, como si el ministro del Interior fuera un cálculo biliar incrustado en un proyecto que no le encaja.

La reunión de Pedro Sánchez -ya sin las famosas alpargatas que tanto preocupaban a la derecha, pero con las mismas ideas- con el presidente popular de Ceuta, no puede interpretarse sino como una forma de poner fin al trágico vodevil desencadenado por Marlaska que primero decidió incumplir la ley, esa que estaba obligado a conocer, y después apuñaló a Vivas para echarle la culpa de una decisión que sin su concurso nunca hubiera sido posible. Valiente y transparente, Marlaska lo ha sido siempre, ya lo saben. Nunca jamás intentó descargar su propia culpa en otros. Ahora, gracias a una pequeña asociación de derechos civiles, los jueces le han puesto en su sitio, le han recordado que la primera forma de interpretación de las leyes es justo lo que éstas dicen (art. 5 del Convenio) y han propiciado que el Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU pida a España que se suspendan estas expulsiones ilegales de menores marroquíes de Ceuta. Siempre llega a lo más alto en materia de derechos humanos, Marlaska. Patadas en la puerta, expulsión de menores sin garantías, torturas no investigadas y ceses de altos cargos torpes y sin corrección legal.

Y es evidente que en Ceuta hay un problema, causado adrede por Marruecos. Pero mientras su nuevo homónimo de Exteriores ha espabilado para encauzar el tema, Marlaska se empeña en arreglar las consecuencias por la vía de la vulneración de la ley. Es muy parecido a lo que ha hecho en Canarias, gestionando la crisis migratoria con la única idea de convertir a Canarias en una especie de penal al aire libre para los subsaharianos que llegan, niños incluidos, sin dar ninguna otra opción ni estudiar ninguna otra salida.

No es posible que ambas caras coexistan en un mismo gobierno cual Jano ejecutivo. No es posible y la única cara que vale, la que sirve a los votantes, es la del gobierno que no ha olvidado que una de las diferencias claras de un programa progresista es la descarada apuesta por los derechos humanos y por el socorro a todos aquellos que son perseguidos por sus ideas.

Soy muy crítica muchas veces, pero en la última semana y media tengo que ponerle un sobresaliente a España y a su gobierno y un suspenso flagrante y anunciado al ministro Marlaska, esa oveja negra de los derechos civiles, ese señor que nunca debió estar en ese Consejo de Ministros.