No pienses en un narco

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Ejercicio mental: no pienses en un narco. No pienses en un narco a bordo de un yate. No pienses en quién acompaña al narco en el yate, sin camiseta. ¿Eres capaz de no pensar en ello? No. Ya no puedes leer “narco” y no pensar automáticamente en un único narco, ese narco. Y en quién está a su lado. No puedes quitarte la foto de la cabeza, ¿verdad? No he puesto la foto para encabezar el artículo, pero tú la estás viendo perfectamente. Tú y la mayoría de votantes. Incluidos, supongo, votantes de derecha.

A Feijóo le ha estallado el marco en el final de campaña. El marco del narco, que suena a broma, a portada de Mortadelo. No sé si Feijóo leyó a Lakoff, alguien de su equipo seguro que sí lo hizo. Ya en la primera página de su famoso ensayo sobre lenguaje político No pienses en un elefante, el lingüista norteamericano cuenta cómo le propone ese ejercicio a sus estudiantes: no pienses en un elefante. Y nadie consigue no pensar en un elefante, porque la palabra misma lo evoca. Tampoco vale negarlo: “cuando negamos un marco, evocamos el marco”.

Usa Lakoff el ejemplo de Nixon, otro político famoso por sus mentiras: “Presionado para que dimitiera durante el escándalo del Watergate, se dirigió al país a través de la televisión. Se presentó ante los ciudadanos y dijo: ”No soy un chorizo“. Y todo el mundo pensó que lo era.” Sucedió así porque, sigue Lakoff, ese es “un principio básico del enmarcado para cuando hay que discutir con el adversario: no utilices su lenguaje. Su lenguaje elige un marco, pero no será el marco que tú quieres”.

Feijóo se encuentra hoy atrapado en un marco cada vez más estrecho, que le está apretando. Cuando este viernes, en entrevista con Carlos Herrera en la Cope (lo que se dice jugar en casa) reconoció que su entonces amigo Marcial Dorado “había sido contrabandista, nunca narcotraficante”, el marco se volvió repujado y plateado (o dorado, por seguir la broma lingüística), imposible no verlo. Su error no fue solo admitir que era amigo de un contrabandista (como si eso no fuese nada, como si no supiéramos que el contrabando gallego devino narcotráfico en todos los casos), sino pronunciar “narcotraficante”. Si Feijóo dice que su amigo no era narcotraficante, nosotros ya no podemos dejar de pensar en un narco, no podemos dejar de ver la foto. Enmarcada.

Lo mejor, o lo peor para Feijóo, es que ha sido él mismo quien ha tallado y abrillantado ese marco durante diez años: los que lleva desviando el tema y ofreciendo explicaciones dudosas, desde que se publicaron las fotos por primera vez en El País. Si en 2013 Feijóo hubiese aclarado su relación con Dorado, y despejado todas las dudas, hoy no habría marco ni narco. Pero no lo hizo, y lo poco que explicó se contradijo en seguida con posteriores informaciones que demostraban que hubo mucho más que un paseo en barco, que la relación continuó unos años, y que todo el mundo sabía a qué se dedicaba Dorado. Lo sabía el hoy presidente de la Xunta, como lo sabía cualquier gallego. Como lo sabía el propio Feijóo.

Y aquí estamos, a pocas horas de unas elecciones en las que debemos decidir si nos gobierna alguien que tantos años después sigue balbuceando y soltando “inexactitudes” sobre su relación con un contrabandista y narcotraficante. En cualquier otro país europeo esa foto (solo la foto, sin explicaciones dudosas y contradictorias, sin mentiras) habría acabado con la carrera de un político. En el nuestro tal vez ocurriría si el político fuera de izquierda: habría sufrido la furia de la derecha política y mediática. Con Feijóo todo ha sido cortesía, se le ha dado la oportunidad de explicarse innumerables veces. Él solo se ha metido en este callejón.

Así que ya sabes: cuando vayas el domingo a votar, no pienses en un narco. No pienses en un narco a bordo de un yate. No pienses en quién va al lado del narco, sin camiseta.