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No quieres un sugar daddy, necesitas una beca

27 de julio de 2021 22:32 h

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Si usted busca sugar daddy en la red se dará cuenta de que las primeras entradas son servicios web para poner en contacto a sugar daddies con sugar babies. Puede que no sepa exactamente a qué me estoy refiriendo, y no solo por el uso de términos en inglés, sino porque el patriarcado se caracteriza por borrar, difuminar o edulcorar el significado político que tiene la desigualdad entre hombres y mujeres. 

Los sugar daddies son hombres mayores con dinero y las sugar babies son chicas jóvenes y atractivas con necesidades económicas. Lo que se ha dado en llamar sugardaddismo es una práctica en la que un hombre mayor y con dinero mantiene una relación con una chica muy joven con la que establecen un “arreglo” en el que el hombre puede demandar a la chica que le acompañe a eventos, artículos de lujo y/o relaciones sexuales a cambio de satisfacer necesidades materiales de la chica. El “arreglo” es un contrato en el que ambas partes definen los términos de la relación. En definitiva, se puede decir que un sugar daddy es un viejo verde pero con dinero y, sobre todo, con lo que el dinero conlleva: el poder. 

No pretendo cuestionar las relaciones sexuales y afectivas en las que existe una gran diferencia de edad, aunque que casi siempre estas relaciones estén protagonizadas por hombres mayores y mujeres jóvenes bien merece un análisis de género. El sugardaddismo es otra cosa: es un intercambio afectivo y/o sexual por bienes materiales. Los conceptos novedosos pretenden esconder que estamos hablando de prácticas reconocibles y antiguas. Ese nuevo lenguaje quiere disimular que detrás del sugardaddismo hay una relación en la que existe abuso de poder y la mercantilización del cuerpo de las mujeres. En este intento de redefinir prácticas bien conocidas como algo moderno e incluso liberador, un sugar daddy se define como proveedor de las cosas materiales que una chica necesita y lo hace hasta con cierto halo de triunfador en el ámbito sexual. Usar estas nuevas palabras y estos nuevos conceptos hace más cómoda la vida a estos hombres, ya que barniza con glamour y diversión lo que es una relación de abuso de poder, además de eliminar cualquier estigma que pudiera aparecer asociado. Ya sabemos que el patriarcado es hacer que la desigualdad de las mujeres parezca 'natural' o resultado de la libre elección de las mujeres.

La red está inundada de tutoriales de vídeos para conseguir un sugar daddy, publicaciones con recomendaciones sobre qué ropa llevar, la importancia de cuidarse el cuerpo, de estar delgada, de ser atractiva a la mirada masculina. Las páginas web que facilitan estos contactos indican que uno de los principales beneficios es la mejora en la seguridad económica para las chicas. Estas mujeres consiguen que les paguen el alquiler, artículos caros o un estilo de vida de clase alta. Un grupo numeroso de estas mujeres son chicas universitarias con dificultades para pagarse los estudios. En el sugardaddismo colisiona la desigualdad de género con la de clase, poniendo a las mujeres en una situación de extrema vulnerabilidad. Una sociedad justa es la que elimina la desigualdad entre hombres y mujeres. Una sociedad digna es la que remueve las barreras de clase para que todas las personas puedan desarrollar vidas de manera autónoma. Es evidente que estas chicas no necesitan un sugar daddy, lo que necesitan es una beca o un salario digno.

La ponencia marco del PSOE que se debatirá en el próximo 40º Congreso ha introducido el sugardaddismo como una nueva forma de mercantilización de los cuerpos de las mujeres. El patriarcado esconde bajo el mito de la libre elección, otra vez, nuevas formas de dominación de las mujeres. El cuerpo de las mujeres no puede convertirse en mercancía con cada crisis, cuando las mujeres pierden el empleo, cuando pasan por apuros económicos, cuando no pueden terminar sus estudios. El feminismo es el movimiento que lucha por la emancipación de las mujeres de toda opresión. No existe autonomía en la necesidad de ofrecer tu cuerpo por dinero. A las mujeres no podemos decirles que esa no es una opción sin ofrecerles una salida. Urgen políticas públicas de redistribución de la renta, de lucha contra la pobreza, de apoyo a mujeres emprendedoras. Como sociedad es indigno permitir que un hombre a cambio de afecto, compañía o sexo sea quien ayude a saltar los obstáculos que estas mujeres se encuentran en la vida. Debe ser el Estado quien garantice la igualdad eliminando esos obstáculos que tienen en la vida esas mujeres. Una mujer joven no necesita ni quiere un viejo verde con dinero. Necesita becas, vivienda asequible y un empleo digno y no un señor mayor que le diga que le va a solucionar la vida cuando lo único que está intentando arreglar es su flácido ego.