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Lo que no sabemos sobre el rey emérito diez años después

El rey emérito, Juan Carlos I, a su llegada al aeropuerto de Foronda en una visita anterior

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Me he leído este domingo todos los especiales periodísticos y visto los muchos reportajes televisivos sobre el décimo aniversario de la abdicación del rey Juan Carlos. Sí, así de apasionantes son mis fines de semana. En realidad lo hice para ver si por fin averiguaba lo que, diez años después de dejar el trono, seguimos sin saber sobre el rey emérito. Spoiler: no lo conseguí.

Los especiales y reportajes prometían revelaciones sustanciales: cuál fue el hecho que precipitó la abdicación, cómo fueron los preparativos secretos, quiénes participaron en las conversaciones, cómo presionaron al rey, qué papel jugó el CNI, qué hicieron los líderes políticos, qué dijo Letizia… Todo muy interesante, sí, pero nada sobre aquello que, diez años después, permanece en secreto.

El aniversario también fue aprovechado por los medios para repasar estos diez años, los principales hitos, las revelaciones sobre la fortuna oculta y el fraude fiscal, sus problemas con la justicia británica, la salida del emérito hacia un emirato árabe, la renuncia del rey Felipe a la herencia futura… Pero nada, por más que busqué no decían palabra sobre el único asunto relevante a estas alturas.

Ah, también vi noticias sobre cómo es la vida del emérito en Abu Dabi, los lujos que le rodean, quiénes le tratan a menudo, las visitas familiares que recibe, los viajes cada vez más frecuentes a España…, y pensé: seguro que ahí lo cuentan, ya verás. Pero tampoco. Ni palabra.

No sé a ti, pero a mí, diez años después de la abdicación del rey, con todo lo que ya sabemos, lo único que me interesa saber es aquello que no ha habido manera de conocer en todo este tiempo: cuánto nos sigue costando. Sí, no me mires así: por cuánto nos sigue saliendo la broma. Cómo, ¿que te pensabas que con abdicar y marcharse del país ya no nos hacía más gasto? No tan rápido.

Yo diría que sí, que el rey emérito nos sigue pasando facturas. Pero tampoco te lo puedo asegurar, porque una niebla de opacidad cubre todo lo que tiene que ver con el asunto. Vaya, la misma niebla que lo cubría cuando era rey, que tampoco entonces era posible saber el coste final del rey y su familia, mucho más que el presupuesto de la Casa Real, pero nunca sabíamos cuánto más.

Lo que nos sigue costando una vez abdicado no lo sé yo, que soy un mindundi, pero tampoco lo saben quienes en el Congreso o el Senado han dirigido al gobierno preguntas parlamentarias en estos años; ni los periodistas que repetidas veces han intentado averiguarlo. No hay respuesta por parte del gobierno, ni de los ministerios responsables, ni de Patrimonio Nacional ni por supuesto de la Casa Real. ¿Cuánto nos sigue costando el rey emérito? Pasa palabra.

Hace tres años supimos que el Estado, a través de Patrimonio Nacional, se hacía cargo de los sueldos y viajes del personal que asiste al rey en su día a día: tres ayudantes de cámara. He buscado noticias posteriores, pero no consta que se lo hayan retirado. También se publicó que tiene varios escoltas que van rotando (lo que implica dietas y viajes además del sueldo), y un equipo de apoyo del CNI; y se sabe que un guardia civil es su hombre de máxima confianza que va con él a todas partes. Cuando algún senador ha preguntado sobre el tema, el gobierno reconoce que garantiza la seguridad del rey emérito, pero no dice cómo ni por cuánto.

Y lo mismo pasa con sus visitas a España. Se sabe que cada vez que viene, Interior pone en marcha un dispositivo de seguridad que incluye un número indeterminado de agentes que velan por su estancia y sus desplazamientos. Pero cuando alguien pregunta al gobierno por el coste del dispositivo, ya imaginas la respuesta. Cri-cri, cri-cri, cri-cri… Recordemos que el rey viene a las regatas y a visitar a amigos, que no es que venga para atender una citación de Hacienda.

Pues nada, diez años de abdicación, diez años de rey emérito, y no hay manera de saber cuánto nos sigue costando. Como el título de emérito es vitalicio, hagámonos a la idea de que lo seguiremos pagando hasta su muerte. A ver si para entonces nos enteramos.

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