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Dos más dos no siempre suman

2 de abril de 2023 23:18 h

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Yolanda Díaz tiene todo el derecho del mundo a marcar los tiempos en su propio proyecto político y gestionarlo con la mayor autonomía que sea capaz de asegurar. Si hoy en día su liderazgo político y gubernativo representa el mayor activo de Sumar, cómo se resuelva la construcción final de su coalición electoral pondrá la clave de bóveda de la credibilidad de su autoridad. Unidas Podemos tiene idéntico derecho a tratar de asegurarse la mejor posición posible en ese acuerdo electoral a cambio de su aportación organizativa y su marca. Nadie debería ponerse más nervioso de lo estrictamente necesario en un parto que, ni puede ser fácil, ni tiene por qué salir rápido.

En Sumar cuentan con que el tiempo juega a su favor y cuanto más se retrase el pacto, más ventajoso resultará para una coalición que pretende ser más horizontal y transversal y donde nada ni nadie opaque a la candidata. En Podemos piensan exactamente lo contrario y calculan que el tiempo supone hoy su mayor problema para lograr una coalición donde se reafirme su singularidad.

No parece una cuestión del todo ajena a la disputa que Yolanda Díaz haya sentido desde el primer día la necesidad imperiosa de quitarse de encima el peso de su designación digital; representada en su día con toda la pompa y la circunstancia por el entonces vicepresidente Pablo Iglesias, hoy tertuliano y comentarista de los acontecimientos que él mismo protagoniza. Ante tales precedentes, este actual santo empeño en las primarias como si fueran un auto de fe resulta enternecedor. 

Se llama estrategia y se juega para ganar. Ni Yolanda Díaz está en la vida pública para llegar a santa, ni Podemos es una ONG. El día que la izquierda deje de hacer política como si anduviese de ejercicios espirituales o rodando una película de buenos y malos todos habremos dado un gran paso adelante. Tanta llamada a la santidad y al sacrificio por la causa común únicamente ha tenido un beneficiario cierto a lo largo de la historia: la derecha; que se pelea por el poder porque es madura y sabe cómo ejercerlo mientras que la izquierda riñe porque es inmadura y no está preparada para tenerlo.

Esa contradicción entre urgencia y parsimonia viene asegurando el suministro del combustible que más y mejor procesa el interés mediático y político por presentar a la izquierda del PSOE como un revival envejecido y protestón del reparto de Al Salir del Clase. Sólo así se entiende que el “Tamamazo”, lanzado por Vox contra Pedro Sánchez para arrinconar a Feijóo, se exhiba como un ejemplo de lo preparadas que están la derecha y la extrema derecha para repartirse el poder, mientras que la estrategia coordinada de la coalición para desmontar esa moción de censura se nos presente como otra prueba más de la división reinante entre los socios de ejecutivo. 

Lo más frustrante no es siquiera que lo hayan logrado otra vez. Lo más desesperante es que todos lo saben y, aun así, en ambos lados, pululan individuos y portavoces encantados de darle al circo lo que el circo quiere sólo para seguir unos segundos más en pista.

La política se juega con las bazas propias y las cartas de los demás. Esta mano se la ha llevado la vicepresidenta anotando más triunfos y presencias. No hay que saber ni matemáticas para entender qué suma y qué divide. Pero la partida continúa. Llega la Semana Santa, tiempo de reflexión, examen de conciencia y silencio. Nunca tanta falta les hizo.