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Noticia bomba, y tú en la playa

Un gran número de personas disfrutan del buen tiempo en la playa de El Cura de Torrevieja (Alicante). EFE/Morell

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Me fui quince días de vacaciones, toda la segunda quincena de julio sin escribir artículos ni querer saber nada de la actualidad, pero la actualidad me persiguió allí donde iba. Tras un largo viaje escuchando música en el coche, al llegar a mi destino supe del intento de asesinato de Trump. Tomando cervezas con amigos alguien contó que Biden acababa de renunciar a la candidatura, pero otro dijo que eso ya era noticia vieja, y nos enseñó en su móvil la citación judicial a Pedro Sánchez. La visita del juez Peinado a Moncloa me pilló viendo un partido olímpico de baloncesto. Me desperté de un par de siestas con otras tantas matanzas de decenas de palestinos, y también dormitaba, pero por la mañana, cuando en la radio contaron el acuerdo entre ERC y el gobierno para un concierto fiscal en Cataluña.

Si tú empiezas ahora tus vacaciones, no te creas que vas a escapar más fácilmente. En estos primeros días de agosto sabremos de la consulta de ERC a sus bases, habrá investidura de Illa o repetición electoral, Puigdemont se presentará en Barcelona y será detenido y encarcelado, la guerra en Gaza escalará regionalmente tras el asesinato del líder de Hamás… Y eso es solo lo previsible, que llevamos ya varios años de agostos cargaditos de noticias bomba y últimas horas, tragedias puntuales y cisnes negros; a lo que añadir la habitual querencia de los gobernantes para hacer anuncios impactantes o tomar medidas impopulares en agosto, en la confianza de que amortiguarán el golpe.

Como a mí, también a ti te alcanzará la actualidad durante tus vacaciones, se te presentará de pronto en la playa, en la barbacoa con amigos, andando por el monte, de turismo por alguna capital europea, sesteando en el pueblo de tu familia, o simplemente en el sofá adormilado y tragándote hasta el break dance de los Juegos Olímpicos. En todos los casos seguirás con tu playa, barbacoa, monte, turismo, siesta u olimpiadas, no muy alterado por la noticia, más bien fastidiado, como una llamada comercial a las cuatro de la tarde.

En verano se agranda, y se hace por tanto más evidente, la distancia entre la gente y la actualidad, entre nuestras vidas y el estruendo que no cesa, entre nuestras preocupaciones (y alegrías) y la caldera informativa que siempre echa humo. La “infoxicación”, ese cansancio depresivo y fatalista que nos deja la sobrecarga informativa durante el año, no cesa en agosto, pero se hace más llevadera. La actualidad te alcanza, sí, pero floja, inofensiva. Lo observamos todo con una mezcla de sopor, distancia, mansedumbre y curiosidad. Como algo que no va con nosotros, que no nos va a quitar el sueño ni cambiar planes. Como ver el break dance en los Juegos Olímpicos, vaya.

No es inconsciencia ni cinismo, sabemos de sobra que sí va con nosotros, que nada de lo que sucede nos es ajeno, y que acabaremos pagando algunas de sus consecuencias aunque no tengamos responsabilidad alguna. Pero durante unas semanas necesitamos hacer como que no nos importa, bajar el volumen dentro de la cabeza, poner más distancia, leer el periódico como si fuera uno de aquellos periódicos de otros agostos, cuando los diarios se adelgazaban y las tertulias cerraban hasta septiembre y los telediarios buscaban serpientes de verano para rellenar horas, y por supuesto la clase política desaparecía por vacaciones y no había citaciones judiciales, plenos extraordinarios, ruedas de prensa y anuncios sorpresa.

Esos agostos no volverán, si es que alguna vez existieron (tal vez son parte de nuestra nostalgia, como las vacaciones laborales, que antes nos parecían más largas), pero está bien hacer como si todavía viviéramos en ellos. Si es tu caso, enhorabuena, y que disfrutes.

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