La nueva política envejece demasiado rápido

Toni Cantó renuncia a su acta de diputado, dimite como candidato de UPyD en Valencia y, por si no fueran suficientes desgracias, anuncia que estudia volver al teatro. En Izquierda Unida las cosas están tan deterioradas que ni la mediación del mismísimo papa Francisco podría arreglar tanto mal rollo. Han llegado a ese punto sin retorno donde ya nadie recuerda por qué comenzó la pelea, ni quién la empezó.

Hace nada ellos eran la nueva política, quienes marcaban la cuenta atrás para el final del bipartidismo. Harían bien en mirarse en sus rostros crispados los arcángeles de la llamada nueva política. Hasta casi ayer, Rosa Díez y Cayo Lara también subían en las encuestas, les pedían cita los banqueros y se paseaban por los platós como si fueran héroes o santos.

En política uno se hace viejo sin darse cuenta. Un día eres la novedad de la que todo el mundo habla y al día siguiente, sin saber cómo, te has convertido en uno más entre aquellos de quienes nadie quiere saber nada. El tiempo es un bien tan valioso como escaso. Más vale saber aprovecharlo y no desperdiciarlo en anécdotas, politiquerías y peleas de patio entre adolescentes pasados de testosterona.

Pablo Iglesias le espeta a Albert Rivera que una cosa es el cambio y otra el recambio. Albert Rivera le replica que Podemos es un partido nuevo con ideas viejas. Con tanta sutileza, tanto requiebro y tanto recado, empiezan a recordar al dúo Pimpinela peleándose por ver quién se queda al final con el papel de galán.

Ambos solo parecen estar de acuerdo en una cosa: en ponerle condiciones a los dos grandes para dejarles gobernar. Que si la corrupción, que si hacer limpieza, que si las listas abiertas y la ley electoral, que si los convenios con los bancos, que si menos altos cargos... En unos pocos días han marcado ya tantas líneas rojas que en vez de políticos buscando acuerdos parecen agentes de protección civil acordonando una zona peligrosa.

Así empezaron los de Rosa Díez y los de Cayo Lara. Poniendo condiciones cada día. Y mira cómo están acabando. Poniendo velas a los santos para que les dejen como están. Deberían hacer caso a Mariano Rajoy, que lleva décadas en la cima de este negocio: no conviene distraerse con cuestiones irrelevantes. La gente vota a un partido para que gobierne, no para que le diga a otro cómo debe gobernar.