Hace ocho años, en una encuesta de principios de septiembre de 2004, el presidente Bush sacaba 11 puntos al aspirante demócrata, John Kerry. A final de agosto de 1996, el presidente Clinton llevaba 17 puntos a su rival, Bob Dole. Hoy el presidente Obama y Mitt Romney están empatados dentro del margen de error en la mayoría de encuestas.
La situación de Obama, comparada con los dos anteriores presidentes, que ganaron la reelección es mala. Pero no es terrible. Podría ser así: en 1992, cuando Bush padre perdió ante Clinton, el aspirante demócrata ya le sacaba en septiembre 12 puntos al presidente republicano.
La situación este año es nueva y eso la hace más atractiva e imprevisible. La economía va mal, pero el presidente tiene opciones de ganar. Según una proyección que tiene en cuenta solo el estado de la economía, Obama perdería con solo un 45% de votos. El presidente puede decir que sin sus medidas el país estaría peor y que evitó una catástrofe. Sin embargo, no es una buena base de una campaña lo que pudo haber sido pero no fue. Por suerte para el presidente, hay al menos dos cosas que le ayudan. more
Primero, muchos americanos no le responsabilizan del origen de la crisis. Si solo fuera esto, quizá no sería suficiente: Obama ha tenido cuatro años para remediarla y no ha podido. Segundo, Mitt Romney no es un candidato magnífico. Desde la Segunda Guerra Mundial, los dos únicos presidentes que han estado un solo mandato --Jimmy Carter y George H. W. Bush-- perdieron ante dos grandes políticos: Reagan y Clinton.
Romney no se parece a ninguno de los dos. Pero tiene opciones reales de ganar. Su candidatura no despega, pero tampoco se hunde. Esta semana puede cambiar el panorama. Las convenciones sirven para dar un empujón a sus candidatos. Romney no ha tenido un salto en las encuestas. Puede ser por dos motivos: uno, los votantes ya se han decidido y los que faltan son tan pocos que no pesan en una encuesta; dos, Romney y los republicanos no han convencido a nadie más con su convención.
Si la convención demócrata que acaba el jueves catapulta a Obama, la elección estará decantada a favor del presidente. Es poco probable que pase. Si todo sigue igual, más allá de sorpresas o deslices inesperados, solo quedarán los tres debates presidenciales de octubre como grandes momentos electorales; las elecciones son el 6 de noviembre.
El objetivo principal de cada campaña ahora es un poco distinto. Romney debe lograr que un pequeño porcentaje de quienes apoyaron a Obama en 2008 cambie de opinión. Por eso en muchos anuncios las críticas son suaves: Obama lo ha intentado de buena fe, pero no ha funcionado; es hora de cambiar. Hay solo un millón de indecisos en los estados clave (en 2008 votaron casi 130 millones de norteamericanos). Es un trabajo de cirugía electoral.
Obama, por su lado, aspira a no perder ese grupo y a conseguir que vote tanta gente como sea posible. Las encuestas preguntan solo a votantes registrados o “votantes probables”, pero entre los que dicen que no irán a votar Obama lleva más de 20 puntos a Romney. La increíble organización de base que ha montado la campaña de Obama para convencer a más gente que vaya a votar tiene esa aspiración clara.
Obama sale con la ventaja de ser el presidente y de caer mejor a los norteamericanos, un rasgo importante en el presidente. Pero más confían en Romney para sacar a Estados Unidos del hoyo económico. La capacidad de los dos candidatos de contar sus historias en los sesenta días que quedan será clave. El presidente Obama no tiene la reelección cerrada.