Sistema en la exposición, método en la documentación y seguridad en la disertación conforman las cualidades más valoradas por los tribunales de oposición. En las tres, Rajoy se maneja con habilidad. Es tan difícil ganarle un debate como difícil resulta que él mismo lo gane. Si además juega del lado del gobierno y las estadísticas oficiales, como máximo se puede aspirar al empate.
Mariano Rajoy lleva tanto tiempo en política como en la vida adulta. Ha visto de todo, ha hecho y le han hecho de todo. No se asusta con facilidad y soporta la presión. Sabe que la política es como ir a la mina. Hay que acudir todos los días y cavar un trecho de galería, asegurarla, ventilarla y luego extraer el preciado mineral del voto. Sabe que una legislatura dura cuatro años y las portadas de los periódicos apenas un día, o como mucho dos. Hace tiempo que ha aprendido que la gente vota mirando hacia el futuro antes que al pasado. Está seguro de que sus electores le van juzgar por la economía. Si nos convence de que la está enderezando y cualquier cambio amenazaría la recuperación, gana. Si no logra convencernos, pierde.
Engalanado con su corbata de azules esperanza, se aplicó a persuadirnos con el sistema, el método y la seguridad del buen opositor. Tras recordarnos que su gran mérito ha consistido en cambiar la intervención que su gobierno había invocado con su política errática por un rescate encubierto que tardaremos una generación en pagar, el Presidente demostró una vez más que Winston Churchill tenía razón cuando afirmaba que los números convenientemente torturados confiesan cuánto se quiera.
A echar gente a la calle se le llama ahorrar, a la brutal rebaja de salarios se le denomina competitividad, el copago sanitario o educativo se califican como racionalización, a la devaluación de las pensiones se le llama sostenibilidad y que España sea un todo a cien abierto veinticuatro horas a especuladores en busca de gangas aseguradas por el Estado se presenta como muestra de la confianza internacional.
Todo cuanto estropea el inmaculado ejercicio del opositor Rajoy “España está a punto de ir bien” ha quedado fuera del temario. Los parados forman parte del paisaje, actores secundarios a quienes ya les llegará su turno. Lo de Catalunya es un lío, pero es ilegal. En Ceuta y Melilla muere gente, pero eso debe pagarlo Europa. La corrupción ya está arreglada porque acaba de aprobarse la ley prometida durante el debate anterior. El aborto es una cosa de Gallardón, así que ni se menciona, pregúntele a él. Para aspirar a nota, no faltó siquiera el detalle de una presunta reforma fiscal convertida en lotería cantada desde la tribuna por el presidente como si fuera un niño de San Ildefonso.
Mariano Rajoy se ha convertido en un maestro consumado en el arte de hablar exclusivamente de aquello que le conviene. Nada ni nadie logran desviarle de su guión. Es el opositor impasible. Se aprende un ejercicio y lo clava, pase lo que pase. La oposición puede preguntarle cuanto quiera porque el presidente solo contesta lo que le da la gana. Como estrategia solo presenta un punto débil. Igual que el presidente puede contarnos sólo aquello que quiera y le interese, nosotros podemos votar principalmente lo que nos dé la gana.