El oráculo del Rey

26 de diciembre de 2023 22:23 h

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Como cada año, varias personas han trabajado durante un mes elaborando el discurso del Rey para la nochebuena. Casa Real dicta los temas que quiere abordar, los expertos le dan forma y el texto pasa por La Moncloa, que matiza o amplía alguna referencia. Finalmente, el jefe del Estado le da el visto bueno y graba el mensaje en su residencia de La Zarzuela para ser emitido antes de la cena que inicia la Navidad. Todo ese esfuerzo para lanzar un mensaje aun más vacío que de costumbre, un canto a la Constitución a quien le debemos todo al parecer. Una panacea que nos ha hecho vivir en el paraíso, con todas las necesidades cubiertas (vivienda, sanidad, etc...) hasta la amenaza de un enemigo que el monarca no especifica. Lo curioso es cómo los rotundos mensajes a los que aluden varios medios sirven de aval o censura para unos y otros, indistintamente. La definición de la ambigüedad.

Ha sido de nuevo el oráculo en su pura esencia del que cada cual saca su personal interpretación, favorable a sus intereses de habitual. Recuerda al Apolo de la Antigua Grecia y su recinto sagrado en Delfos. En el caso de esta España del Siglo XXI se reproducen además los almibarados elogios de la Corte política y mediática como si Felipe de Borbón hubiera expuesto profundos argumentos como claves de resolución de problemas. Aunque ha tenido menor aceptación –el segundo mensaje real navideño menos visto de la Historia– y está siendo centro de diversas críticas.

Tiempos aquellos sin información masiva y sujetos a los caprichos de las deidades, que conocemos por referencias tangenciales. Mitología, aunque asentada en realidades palpables. Un monte, el Parnaso, una grieta que se abre en la tierra y lanza vapores que turban. Erupciones volcánicas probablemente. Al punto que el pastor que la descubre empieza a profetizar iniciando una cadena de intérpretes de la voluntad de Apolo, al que van a consultar desde Reyes a campesinos. Tras numerosas vicisitudes el empleo estable recae en las pitonisas que son las encargadas de trasmitir las contestaciones del dios: un trabajo vitalicio para el que solo se exige una vida de costumbres irreprochables. El éxito de los oráculos reside en que las respuestas son ambiguas para que el consumidor pueda interpretarlas a su gusto y conveniencia. Y eso es lo que viene ocurriendo con los discursos del rey de España llegando a un máximo este año.

Una de las frases más celebradas del monarca ha sido: “No podemos permitir que el germen de la discordia se instale entre nosotros”. La discordia está plenamente instalada en España y manda y trunca e intenta amargar la vida a toda la sociedad. Pero, como en Delfos, la derecha interpreta que son otros quienes la generan. O eso dicen. Hostias como panes a los que siembran cizaña en nuestra nación. Las ha soltado el Rey según un escribidor de El Mundo en una exquisita muestra del espíritu de la concordia y la moderación que ha enardecido a las masas de su cuerda. A los que ven generación de violencia en el ojo ajeno, les priva esto de las “hostias como panes”.

No es opinable, sino hechos contrastados, quién agita la calle, el parlamento, los medios, quién siembra cizaña e incluso odio y hostilidad. Un jefe de Estado de un país europeo en el siglo XXI ha de hablar claro, con nombres, apellidos y cargos, con la actividad que se critica. Podemos empezar por Aznar, seguir por Aguirre y Ayuso, pasar a Abascal que ha dado un paso al frente para armar gresca e incitar gravemente a la violencia y hasta por su concejal que agrede a un opositor en un pleno municipal. Los medios al servicio de esa derecha son bidones de gasolina a las que diariamente y de la mañana a la noche les prenden cerillas. Ah, calla, que la presidenta de Madrid llegó a decir, cuando Sánchez negociaba los pactos de investidura, que el gobierno les estaba obligando a actuar, retomando la idea guerracivilista de los dos bandos. Los fascistas siempre encuentran justificación para sus golpes a las Constituciones precisamente. Lo de los medios es punto y aparte, cuesta encontrar a los que no se empuercan en todo o en parte. Los hay, desde luego, pero lo malo abunda.

No estuvo, además, el Rey muy acertado al asociar la división de España -que pide evitar- a aquel tiempo que “abrió heridas, fracturó afectos y distanció personas”, dijo, como critica la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) cuando fueron consecuencias del golpe de estado y de una dictadura de 40 años.

Si el objetivo era señalar a quienes crean discordia, sus destinatarios no se han enterado y ahí siguen tan campantes crispando cuanto pueden. Si, como supone la derecha, a lo que el rey teme es una amnistía (por condenas desmesuradas además), ¿qué hacemos con las decenas que aplicaron gobiernos anteriores? A golpistas, defraudadores, narcotraficantes, a los crímenes de la Dictadura, a Franco que nombró sucesor a su padre, al propio origen de tal nombramiento.

Están ocurriendo cosas muy graves en España y en el mundo como para hablar de la Constitución y punto todo un jefe de Estado europeo. No decir ni palabra de la guerra en Gaza, de la extremadamente cruenta y despiadada violencia que Israel ejerce sobre los palestinos de toda edad, es una ausencia demasiado notable. A Ucrania le dedicó su tiempo el año pasado aunque en éste tampoco ha merecido un comentario.

Ha gustado mucho en la Corte otra frase de Felipe VI: “Fuera de la Constitución no hay ley, ni España en paz y libertad”. Más rotundo que nunca, dicen sus escribanos. Pues un órgano tan importante como el que rige a los jueces, el CGPJ, lleva cinco años sobrepasado su mandato constitucional sin renovarse porque el PP se niega dado que no le conviene perder poder ahí. Incluso vemos jueces con incompatibles intervenciones en política. La APM, la asociación mayoritaria de los jueces –conservadora– anda reproduciendo en X, antes Twitter, a los medios más reaccionarios sobre el tema. Nada de todo esto parecer inscribirse en el más exquisito constitucionalismo.

La regresión de derechos –Derechos Humanos en algunos casos– que practican gobiernos locales de PP y Vox tampoco es precisamente un canto a la Constitución, la ley, la paz o la libertad. El Derecho a la Información de los ciudadanos con los mensajes sesgados que se difunden no parece gozar del mayor respeto constitucional. Y a ver, fuera de la Constitución está la dignidad, la empatía, la ética, el amor e incluso el espíritu democrático. La Constitución no es el marco de todo, y menos cuando tantos de sus artículos se incumplen pese a que el jefe del Estado da la impresión de no conocer de la sociedad en la que vive.

Menos grandilocuencia en las palabras y más hechos. El jefe del Estado ha perdido muchas oportunidades ya. Cada vez es más patente y visible. Inolvidable su agria expresión en la toma de posesión del Gobierno progresista de Pedro Sánchez. Y ni siquiera eso les ha servido a los que calientan la calle desde el fascismo. Estamos en un momento delicado que precisa más implicación en los asuntos que atañen a los ciudadanos y en los pilares que fallan en este Estado llamado España. El papanatismo de elogiar cuanto dice el rey aunque no diga nada no le favorece ni a su causa ni a la de la sociedad. Y lo de descifrar sus palabras como si fuera Apolo traducido por intérpretes como que no parece ni de este siglo, ni siquiera de los veinte siglos y pico de la Era cristiana.