A veces te hacen preguntas que no sabes si son retóricas, una provocación o una suerte de información. Si un dirigente socialista te pregunta: ¿y qué pasaría si entre la primera y la segunda votación Pedro le ofreciera tres o cuatro ministerios a Podemos? La pregunta es más larga. Contiene más provocación o información o retórica. Tres ministerios con nombre. Tres ministerios que podrían ser Justicia, Defensa, Sanidad e incluso un cuarto. ¿Qué pasaría? La hipótesis es aún más elaborada. ¿Por qué los barones ni nadie pondría problemas a que Julio Rodríguez ocupara Defensa, el magistrado de Nóos o Rosell, a fin de cuentas dos jueces, Justicia y Carolina Bescansa, Sanidad? ¿Que estructura del Estado se tambalearía? Veo por dónde van los tiros. Es Pablo Iglesias, y eventualmente Iñigo Errejón, el problema que soslayan. El pacto incluiría medidas de gobierno que no tienen por qué ser incompatibles con el documento base suscrito con Ciudadanos -que es parcial y de jirones según dice Rajoy- e incluiría a Podemos en el Gobierno. ¿Cómo te quedas? ¿qué pasaría?
Siempre he sido una alumna aplicada. Intento contestarme. Les invito a que contesten. Pasaría que a esas alturas Podemos estaría ya eligiendo entre formar parte del Gobierno o ir a unas elecciones en las que es previsible que perdiera escaños y relevancia. Esto no es un deseo ni una cábala, es lo que resulta de pensar lo difícil que lo tendrán para volver a acudir junto con sus aliados territoriales y el hecho cierto de que al rechazar tal opción llegarían a las urnas siendo el partido de izquierdas que ha impedido desbancar a Rajoy sólo por el personalismo de un líder que no obtiene el poder que desea. Recordemos, él, su persona, no su partido.
Ya sabemos que todo esto es una hipótesis pintona que dura lo que dura una cerveza. ¿O no? Nunca se sabe dónde se haya la verdad hasta que la verdad no nos lo muestra. Lo cierto es que tal inusitado planteamiento, hecho in extremis, cuando la hora de la verdad ya ha llegado, llevaría al PSOE, de producirse, a unas elecciones convertido en la única forma pragmática de intentar desbancar a Rajoy. Si Podemos no va a pactar con los socialistas no duden que parte del voto socialista que se fue a Podemos volverá, con más o menos arcadas por la postura del alma castuza socialista, pero volverá.
En realidad no respondí nada de esto sino que miré divertida a mi interlocutor. Me gusta que los políticos hagan al menos el esfuerzo de salir de los carriles estrechos para pensar cosas. Ya saben, según el rajoyano los catalanes son personas que “hacen cosas” y yo adoro a los que “piensan cosas”.
Este viaje a la política ficción me lo hicieron al inicio de la semana y ayer le leí al colega Basteiro que sus fuentes en la Ejecutiva socialista le hablaban de “una oferta de última hora a Pablo Iglesias entre la primera y la segunda votación”. Vaya, me digo, parece que los encuestadores de la hora del aperitivo coinciden. Le dicen además al compañero “está por ver si se trataría de un gesto político (...) o sí podría llegar hasta alguna oferta de puesto en el Ejecutivo”. Puede que por pura casualidad pero parece que sus fuentes habían bebido de las mismas aguas que las mías y estoy casi segura de que no son las mismas.
En todo caso las preguntas, aún sin respuestas, son siempre un avance. Una especie de relax me invade si pienso que, en el fondo, todo apunta a que existe un plan B. No entro en si factible o no si arriesgado o temerario, si cierto o falso. Pensar que nadie tenía un plan B me estaba deprimiendo mucho. No sólo por lo que piensan sino porque diría bastante poco de las personas que hemos votado para dirigirnos.
¡Ah! y Ciudadanos tampoco puede hacer demasiados aspavientos. El PP, rebotado, acaba de darse cuenta en voz alta de que su única opción es la Gran Coalición pero que les sobrarían los naranjitos, o sea, que con convencer al PSOE tendrían bastante para ningunear a Rivera. ¡Que semana tan apasionante nos espera!