Para ser un país aconfesional

“Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones [Artículo 16.3. Constitución Española]”.

España es un país muy curioso. Lleno de contradicciones y desigualdades. Una escandalosa tasa de paro pero uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Grandes ciudades y pequeñas aldeas a punto de desaparecer. Tiene islas y montañas, valles y extensas llanuras. Lo que sí parece un consenso compartido por todos es lo que dice nuestra Constitución en  torno a nuestro credo: España es un país aconfesional.

Sin embargo para ser un país aconfesional, el Consejo de Ministros de la decimotercera economía mundial se reunió el pasado viernes 27 (Viernes de Dolores) para conceder 11 indultos a reos comunes a petición de 11 cofradías de Semana Santa para “mantener la tradición”.

Para ser un país aconfesional y tener la duodécima esperanza de vida, se mantienen capillas católicas en todos los hospitales públicos incluso en aquellos de nueva construcción nombrados como los bebes con sangre real. Para ser un país aconfesional y ser el tercero en número de monumentos Patrimonio de la Humanidad, dejamos que la Iglesia Católica se apropie de uno de ellos, cambie su nombre, la Mezquita de Córdoba, y lo registre para su uso comercial.

Para ser un estado aconfesional, la educación concertada, en su mayoría confesional, supone el 25% del total de centros del sistema de educación no universitaria y ya alcanza los 2.000.000 de alumnos. En la Comunidad de Madrid la concertada es mayoritaria, pero no sólo por la decisión de los padres sino por las ingentes ayudas del gobierno regional en la construcción de nuevas escuelas concertadas. Un ejemplo sencillo: en el Ensanche de Vallecas, en el sureste de Madrid, construido casi en su totalidad en el siglo XXI, se inauguraron cinco centros de Educación Primaria. Tres son concertados católicos y dos son públicos. Si a los padres no les queda plaza en la pública, dos opciones tienen: llevarlos a la concertada en su mismo barrio o a la pública en el quinto pino.

Para ser un país aconfesional, la Agencia Tributaria ejerce de recaudador de impuestos para uno de los credos y que en 2014 ascendió a 249 millones vía casilla del IRPF. El resto de credos no pide su casilla no siendo que lo que les corresponda sea inferior a la subvención final por otras vías. Con todo, somos cada vez más los católicos que nos negamos a que se destine el 0,7% de nuestros impuestos directamente a la Iglesia Católica y que esta pueda discrecionalmente contratar este otoño para su radio a Carlos Herrera por 8 millones de euros al año. Según la Agencia Tributaria, en 2013, sólo el 34% de los contribuyentes (6,7 de 19,4 millones) marcaron la casilla de financiación de la Iglesia Católica. Teniendo en cuenta que según el CIS en 2011, el 73% de los españoles se autodefinía como católico, algo falla a la hora de pasar el cepillo. Lo cierto es que sólo el 10% de los españoles vamos a misa los domingos y esta cifra va en descenso. La mayoría no son ni de misa ni de Cristo, sino de Messi y de Cristiano. Según el CIS, el 52,5% de los españoles fue a ver un partido de fútbol al estadio el año pasado, a misa sólo fue una vez el 28,1% incluyendo bodas, bautizos y comuniones. El año pasado escribía en eldiario.es que España ha dejado de ser católica practicante. Quizá debía haberme referido no tanto a España sino a los españoles. Lo que sí podemos afirmar que España es un Estado aconfesional, pero lo disimula muy bien. Imaginad qué pasaría si lo fuésemos.