Se ha roto un hechizo (cae el palacio analógico asaltado por guerreros digitales)

Llevábamos ya un par de años como profetas aventureros anunciando el agotamiento del sistema político, era un poco cansado, y al fin llegó este domingo: se acabó todo eso. Se acabaron aquellos enjuagues espesos y grimosos que llamaban “el Consenso”, creo que por mucho que sigan conspirando los “señores del IBEX” con los dirigentes de los llamados “dos grandes partidos” y los empresarios de la comunicación, las próximas elecciones darán paso a unas cortes constituyentes.

Quizá lo más indicativo de que hemos pasado página y estamos en otra etapa sea lo “noqueado” que quedó el gran brujo Arriola: “todos los frikis acaban planeando sobre Madrid”, dijo refiriéndose a Podemos y “ha habido bipartidismo desde 1977 [...] y volverá a haber bipartidismo”. “Los grandes partidos están muy aceptados”. Me parece que esas apreciaciones son gratuitas (o no, cobra por hacerlas y son las que quieren oír quienes se las compran).

En el debate de estos días nos envuelve el ruido de comentaristas y partidos, olvidamos que hay quien contempla todo en silencio: los señores del IBEX, la Casa Real y nuestros amos del Departamento de Estado norteamericano. Pero dejemos eso, lo importante, para algún otro día y sigamos hoy con lo urgente.

¿Se pueden extrapolar los resultados de las europeas del domingo a las siguientes elecciones municipales, generales, autonómicas...? No, claro, no hay que ser brujo para saberlo, pero seríamos un poco tontos de no comprender que van a tener efecto sobre la ciudadanía y van a incidir en el comportamiento futuro del electorado. Se ha roto un hechizo: los dos grandes partidos ya no son tan grandes y, lo que es mejor, la ciudadanía les ha retirado la autoridad moral y política de la que han venido presumiendo. Rajoy se refería a la “gente normal” y en el fondo también el PSOE pensaba en que su lugar era ser un partido “sensato” y hacer “política de estado”, la que nos ha traído hasta aquí.

La ciudadanía estaba presa del “hechizo de la sensatez”, un maleficio urdido con el puro miedo, y todo el sistema político desde los años ochenta descansaba en esa superchería (porque en principio vamos a creer que los civiles ya no debemos temer al Ejército). Y ahora resulta que unos niños y niñas irresponsables, como suelen y deben, han corrido los paños que ocultaban los grandes secretos del estado y ha aparecido el bipartidismo en pelota a la vista de todos.

Sí, no se pueden extrapolar los resultados, pero esos resultados actúan sobre la sociedad. Tras el desconcierto, si ahora nos volviesen a convocar a las urnas, ¿qué resultado habría? Sin duda habría muchos más “frikis”, muchas más personas abandonarían a los “grandes partidos muy aceptados” que ya sufrieron grandes pérdidas de votos y aumentarían los votos a los que subieron.

Desde el domingo el nuevo escenario se levanta sobre tres cosas: 1) es previsible que el PP pierda las próximas elecciones: el ruido y los cambios en la oposición ocultan que este Gobierno ya no tiene autoridad política para seguir con sus recortes sociales, económicos y democráticos. No creo que puedan hacer todo el caso que quisieran a los verdugos del FMI. 2) el bipartidismo que sostuvo el sistema político ya no lo sostiene y todo el sistema, Constitución incluida, están en el aire a la espera de un cambio. 3) Tanto Euskadi como Catalunya viven un proceso político propio y aparte del español. En Galicia, en cambio, retrocede otro poco la izquierda nacionalista.

Además del retroceso del PP lo más significativo es la aparición de Podemos. Esta aparición ya ha tenido consecuencias y seguirá teniéndolas pues pretende intentar una nueva política y está siendo un espejo en el que se miran los partidos anteriormente existentes, ese espejo les devuelve una imagen envejecida a todos y a algunos el rostro repulsivo de la corrupción. Podemos es una creación de sus dirigentes pero también de una parte de la sociedad, que buscaba nueva política y nuevos políticos (en la propia derecha UPyD esperaba recoger el voto desencantado del PP y ha visto que, una parte se quedaba en casa simplemente y otra se ha ido para el partido de Albert Rivera, un político menos ajado que la veterana Rosa Díez). Su nueva cultura política automáticamente ha envejecido a IU y ha vuelto insoportable ese PSOE mera máquina de poder y conducido por el aparato a ningún lugar.

Podemos es una nueva generación política y trae su propia cultura. Los partidos tradicionales jugaron a renovarse incluyendo a algunas personas jóvenes en edad en los carteles, pero la actualización de un proyecto para que siga vigente no depende de la edad biológica de sus creadores, hay jóvenes que ya son viejos, sino del esfuerzo de dialogar con la realidad, comprender los cambios y ofrecer nuevas respuestas. Podemos es el proyecto de una nueva generación política que ofrece respuestas a las demandas previas de la sociedad, punto por punto responde al hastío con unos partidos y políticos que llevan ahí “toda la vida”, a la culpabilización de los políticos profesionales como culpables de la crisis (el capital consiguió que cargasen exclusivamente con todas las culpas), a los deseos de democracia práctica frente a los aparatos y, desde luego, a una crítica frontal a las políticas del Banco Central Europeo, el FMI y el Gobierno.

La especie que hacen circular sus enemigos de que son flor de un día es un puro autoengaño que les costará caro: van a quedarse porque estamos en una nueva época y esa generación expresa mejor que nadie el espíritu del tiempo, casi diría que es inevitable que vayan a durar. Naturalmente, también evolucionarán conforme duren pero para calcular su evolución y duración habría que conocer como es esa generación, tanto sociológicamente como políticamente. Hoy creo que no toca.

Sus efectos sobre el PSOE han sido como los de un fulminante que provocase una explosión y sobre el Gobierno los tendrá, porque sus argumentos ahora van a ir mucho más allá que sus votos, sus críticas van acompañadas de una gran fuerza moral.

Los estigmatizarán, “extremistas, radicales”, “crean ingobernabilidad”, pero por ahora los medios “analógicos”, las venerables cabeceras del papel, que los ignoraron ahora ya los entrevistan. Y es que no queda más remedio que reconocer a estos “revolucionarios digitales”, su fuerza vino de las redes y, también, de lo audiovisual.

El bipartidismo era analógico y su cuestionamiento es digital. Y lo digital crece.