Parados tras los 50: los invisibles del sistema

3 de diciembre de 2022 22:48 h

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“No, no voy a volver a encontrar trabajo”. Este es un pensamiento habitual entre los parados de más de 50 años, para los que su situación es una losa que, además, se vive como un fracaso íntimo. El edadismo del mercado laboral español es uno de sus grandes problemas estructurales, a pesar de las buenas cifras y su dinamismo inusual en los últimos meses. En noviembre, el número de parados se redujo en 33.512 personas, y la cifra de desempleados se sitúa en 2.881.380, la más baja para esta época del año desde 2007. Más allá de las acusaciones de maquillaje de datos, el ministerio de Yolanda Díaz puede decir que la reforma laboral y la subida del salario mínimo funcionan. A pesar de esto, hay un sector de la población, los séniores, que no encuentra trabajo y no lo encuentra en años o no lo va encontrar nunca (el 70% de los desempleados mayores de 55 años lleva en esa situación más de un año) con graves consecuencias sociales y psicológicas.

El nuevo mantra de “yo no soy mi trabajo”, que se ha popularizado a partir de la 'gran dimisión' en EE UU (millones de personas abandonando voluntariamente su empleo) no es una realidad en España. Ganar un salario y tener una función productiva siguen siendo una gran parte de nuestra identidad, más aun a medida que pasan los años. Estar fuera del mercado provoca un estigma y una baja autoestima, porque estamos educados para servir para algo, para ganar dinero y para culpabilizarnos de nuestros problemas, aunque no sean culpa nuestra. Y en este caso no lo son: la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la discriminación por edad como un problema similar a las que se producen por sexo o raza y destaca que la edad es la exclusión más normalizada socialmente, la que más se tolera y se comprende. ¿Cómo vas a contratar a una mujer de 56 pudiendo contratar a un chico de 30?

La consecuencia de esta discriminación es que el número de mayores de 50 años sin trabajo se ha duplicado en España en los últimos 10 años. ¿Ocurre esto en los países de nuestro entorno? No, o al menos no tanto. España es de los países con menos años de vida laboral, según recoge 'II Mapa de Talento Senior', del Centro de Investigación Ageingnomics de la Fundación Mapfre. No somos capaces de crear y retener puestos de trabajo para las personas de entre 55 y 70 años, un colectivo de más de 8 millones de personas. La tasa de empleo de mayores de 55 años de España es del 41%, diez puntos por debajo de la media europea (60%). La mitad de los nuevos parados son mayores de 50 años y uno de cada dos parados sénior son de larga duración, es decir, llevan más de un año buscando trabajo.

Las empresas españolas no ven las ventajas de contratar a una persona que tiene menos obligaciones familiares, será más leal a la empresa y cuenta con más experiencia. La realidad es que cuando cumplimos una edad, no te quieren en ningún lado. Un informe de la Fundación Adecco dice que el 83 % de los responsables de Recursos Humanos en España no ha contratado a un mayor de 55 años en el último año y el 40% admite que la edad les parece un factor esencial para el desempeño del puesto. No asombra a nadie que muchos prefieran contratar becarios, a los que éticamente parece más fácil pagar menos y además, saben de redes sociales.

Por parte de la Administración faltan planes de inserción, itinerarios y formación personalizados. La protección social funciona: dos años de prestación por desempleo y subsidios para mayores de 45 años pero no existen políticas efectivas que los ayuden a reincorporarse al mercado laboral o a cambiar de sector. El autoempleo se convierte muchas en la única salida que se puede tomar.

La sociedad en su conjunto falla, y la discriminación laboral por edad se agrava. Las personas que viven esta situación lidian cada día con los mismos pensamientos: aceptaría cualquier cosa, me siento derrotado, no me van a contratar en las condiciones que he tenido antes, no voy a cotizar lo suficiente para tener derecho a una pensión de jubilación contributiva. La mayoría ha pasado por decenas de procesos de selección en los que concluyen que no se valoran ni su experiencia ni sus conocimientos. Se derrocha el talento de estos trabajadores, no hay incentivos para alargar la vida laboral de los empleados o hacer realidad segundas carreras, y eso es aún más grave en el caso de las mujeres que pasan de los 55 años. No hay más que recordar las palabras de Marisol Galdón, la comunicadora y actriz que publicó un vídeo pidiendo empleo: “Necesito trabajar y nadie me contrata por ser mayor de 50 años. Y está la dictadura esa de la autoayuda y el autoempleo. Estoy harta de ese discurso. A la mierda la resiliencia. Al final, te culpan a ti de no darte trabajo”.