París a 50 grados. ¿Y nosotros?

15 de abril de 2023 22:36 h

0

Debemos planificar a cinco años vista, a veinte años, a cien años

Este miércoles París presentó una iniciativa inédita que se llevará a cabo en octubre: un simulacro ciudadano de supervivencia con una canícula de 50º. Es la temperatura que calculan podrían alcanzar las “islas de calor” en las metrópolis francesas dentro de diez años. Consideran que la preparación de la ciudad para ese escenario debe comenzarse ahora porque en ese plazo Paris será Madrid... y Madrid será Marrakech y ¿Sevilla? Los expertos creen que en 25 años las temperaturas de las capitales serán aproximadamente las que ahora se tienen mil kilómetros más hacia los trópicos de su emplazamiento. 

Así que se preparan para elaborar una Nueva Estrategia de Resiliencia de la Ciudad de París ante este futuro cierto y el próximo 13 de octubre llevarán a cabo un gran ejercicio de simulacro con su población: “Con el objeto de involucrar a los parisinos en la preparación y realización de este ejercicio de crisis, de juego de rol y puesta en situación para reforzar la capacidad colectiva”. Porque la canícula provoca muertes —sobre todo de los más vulnerables—, complica la vida laboral y económica, perjudica a la salud física y mental y como ya saben, hace la vida en general casi insufrible. No creen que en el futuro baste con abrir las piscinas gratuitamente o con nebulizar agua o poner toldos en las calles y por eso buscarán mediante talleres, reuniones, expertos y este ejercicio nuevas opciones que a medio y largo plazo puedan prever una situación tan fatal.

Marrakech tuvo una máxima en 2012 de 49,6º. Si ese es el futuro de la mitad sur de España y de grandes ciudades como Madrid, vamos aviados. Al ver y oír a determinados candidatos a las próximas elecciones locales podríamos pensar que la cerveza es la única solución que se va a poner sobre la mesa. He estado rebuscando por ahí y he encontrado un estudio encargado por el Ayuntamiento de Madrid en 2015 —gobernando Carmena— en el que se analizaba distrito por distrito los que sufrirían más los embates de las olas de calor, de la sequía, de las inundaciones y de otras consecuencias del cambio climático. No hace falta que les diga qué distritos salían peor parados en una ola de calor: Centro, Carabanchel, Villaverde, Usera y Puente de Vallecas; los que mejor, Fuencarral-El Pardo y Moncloa-Aravaca. Esto va siempre igual. Después de eso no encuentro nada. Bueno, sí, el arboricidio de Almeida con sus talas de miles de árboles en diversas zonas de Madrid que no ha logrado explicar satisfactoriamente y de las remodelaciones de plazas hinchadas de hormigón y sin sombra.

Obviamente no se trata de un tema madrileño. Busquen los planes anticipatorios de los lugares desde los que nos leen a ver si los encuentran. Miremos la sequía angustiosa que sufre ahora mismo Cataluña y de la que, por cierto, no veo que los medios se ocupen intensivamente como sí ha sucedido con otros hechos de gravedad como los incendios de Cantabria. Borrar los problemas de Cataluña de la preocupación general no es buena idea. Asómense a la ventana. Hace buenísimo pero en la capital lleva sin caer una gota desde el mes de diciembre. Estamos en abril haciendo el cambio de armario. El verano va a ser una tortura y los candidatos del PP no se van a ir entonces a hacer un video de paripé en la plaza de toros a pleno sol, ya les digo.

En el simulacro parisino se intentará comprobar cómo funcionan las corrientes de solidaridad de proximidad en la ciudad ante un evento adverso de calor extremo, estudiarán los riesgos en los diferentes tipos de viviendas y según los diferentes tipos de tejados y en el subsuelo. Pretenden además analizar cuál es la resiliencia de la naturaleza y la biodiversidad urbana, las consecuencias en la salud y en la salud mental de la población y la resiliencia al calor de la movilidad urbana a temperaturas extremas. Lo completarán con estudios sobre la ciberresiliencia, la resistencia del tejido financiero y económico y se llevará a cabo, además del simulacro en tiempo real, uno en sala para testar la capacidad de reacción de la ciudad y de los servicios públicos. Junto con los talleres de expertos y de nuevas ideas hacen saber su disposición a poner en marcha todo tipo de cambios: desde pintar los tejados de pizarra de blanco y el asfalto hasta crear nuevas formas de reverdecer y humectar la metrópoli.

Este sí es un tema que a mí me interesa. Mi ciudad es cada día más difícil de soportar cuando llega el calor. Quiero que los candidatos hablen seriamente sobre las dificultades que ya tenemos y sobre las que nos amenazan. Desearía que los fenómenos extremos que nos esperan y que cada día serán de más difícil manejo tuvieran una planificación exquisita —¡Dios mío, Filomena!— y que nos enzarcemos en disputas, incluso agrias, sobre cuál es la mejor respuesta ante ellos; que nos planteemos si es posible bajar los impuestos cuando tenemos ese desafío por delante; que nos expliquen si se han utilizado todas las posibilidades que daban los fondos ofrecidos desde Europa para avanzar en esa senda distópica y bien real.

Les ruego que dejen de hablar de chorradas, de pelear por sus ocurrencias, de tirarse andanadas estúpidas, de distraernos con falsas polémicas y de hacer lemas de campaña para niños. Quiero poder comparar sus propuestas, analizarlas a la luz de mi razón. No quiero darles mi emoción —esa la guardo para los que me importan—, quiero estudiar lo que dicen y ver si me interesa, comprobar si solucionará mis problemas y si el futuro —ese en el que todos seremos más mayores— nos permitirá sobrevivir en el entorno urbano de una forma digna y medianamente salubre. Eso no lo van a conseguir las terrazas. Las terrazas a esa temperatura son un puto infierno; la hostelería y el turismo se irán al cuerno. A ver si por ahí lo pillan.

Y fíjense lo que les digo: hasta me da un poco igual la ideología del que me ofrezca no esas promesas sino planes reales y efectivos.

Madrid se pondrá a 50º y nuestros políticos sólo pensarán en huir a la sierra.